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¿Logrará Macron la reforma laboral en Francia?

El presidente francés impulsará un nuevo intento de reforma laboral, según el, para combatir el alto desempleo. Hasta ahora, ningun mandatario ha sobrevivido politicamente dicho proceso.

 Varias semanas después de arribar al cargo en 1995, el primer ministro Alain Juppé, quien contaba con una popularidad relativamente alta, se lanzó rápido a lo que denominó "la batalla por lograr más empleos".

El gobierno francés carecí­a de fondos y las finanzas públicas se encontraban en rojo. Unos tres millones de desempleados significaban menos ingresos de impuesto para el Estado, lo que habí­a elevado el déficit.

Juppé respondió a estos desafí­os con un plan que elevaba la edad de jubilación para los empleados públicos y reorganizaba el sistema de seguridad social del paí­s. Los expertos lo han catalogado como el cambio más significativo a la garantí­a social del paí­s desde que fue creada en 1945. El primer ministro hasta llegó a contar con el apoyo de la Confederación Democrática Francesa de Trabajo, el conglomerado más grande de sindicatos.

Sin embargo, pocas semanas después, los vientos cambiaron. Varios sindicatos organizaron un paro nacional y gran parte de la población se unió a él. Durante tres duras semanas, escasos trenes transcurrieron por el paí­s, el servicio postal no repartió el correo, no fue nadie a recoger la basura o a limpiar las calles, y el Ejército tuvo que llevar a cabo su servicio de emergencia. Al final, Juppé sucumbió ante la gran protesta nacional y retiró su propuesta.

"Miedos emocionales"

Este ejemplo es un presagio de lo que le puede esperar a Emmanuel Macron y su gobierno. En el 2006, cuando el presidente apenas iniciaba su carrera como funcionario público, el primer ministro Dominique de Villepin también tuvo que abandonar una reforma laboral que habí­a logrado hasta el sello legislativo.

Estos planes fallan no solo por la falta de voluntad del pueblo francés para llevarlos a cabo, sino también por la falta de comunicación adecuada del gobierno sobre ellos. "Los franceses tienen altas expectativas del Estado en su función de proporcionar la garantí­a social", indica Julie Hamann, politóloga del German Council of Foreign Relations de Berlí­n. "Al momento de anunciarse reformas que puedan recortar la ayuda social o crear inseguridad en el mercado laboral, esto crea de inmediato grandes miedos emocionales", apuntó.

Sin embargo, Macron y su gobierno ya han declarado que los grandes cambios son prioridad. El gobierno busca implementar seis reformas en los próximos seis meses, a pesar de la negativa de los sindicatos radicales, quienes han hecho un llamado a protestar este lunes. Hamann cree que, de todas maneras, hay una oportunidad real de que se pueda reformar.

"En general, ahora existe una conciencia en Francia, también entre los sindicatos, de que las reformas son necesarias y están dispuestos a llevarlas a cabo" recalcó la politóloga. Y Macron no tendrá que temerle a una resistencia dentro de sus filas, como la que acabó con las administraciones socialistas anteriores que se prestaron al cambio. Las elecciones legislativas de este domingo le otorgarán al joven presidente una mayorí­a parlamentaria que apoya el camino a las reformas.

Cambio en los sindicatos

Un cambio de mentalidad tras 20 años de intentos fallidos de reforma no es lo único que tiene el gobierno a su favor. Cambios de poder dentro de los sindicatos harán que las negociaciones sean más fáciles. La radical CGT, que por décadas fue la unión de trabajadores más poderosa de Francia, ha visto su influencia disminuida entre los representantes laborales más moderados, y ahora está dispuesta a negociar un acuerdo con el gobierno.

Hamann insiste que la comunicación será esencial para que la agenda sea exitosa y que el desacuerdo público en las calles no debe dominar la imagen de la reforma. "La clave estará en como se comunique el equipo de Macron con las diversas organizaciones laborales y con la población" recalcó.

Edouard Philippe, el nuevo primer ministro de Francia, deberá aprender del ejemplo de Juppé en su preparación para las próximas negociaciones con los sindicatos. El antiguo primer ministro se concentró en un duro rechazo hacia los manifestantes de las protestas de 1995, algo que se reflejó en su pérdida de autoridad y poder.