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Narcotúneles agujeros de ilegalidad entre dos naciones

México - Las autoridades estadounidenses informaron el 31 de marzo que incautaron dos toneladas de droga, valuada en alrededor de 30 millones de dólares, en un túnel que conectaba a Tijuana con San Diego, California; el cargamento se componía principalmente de cocaína, opioides y metanfetaminas, entre otras tantas drogas.

Este pasaje subterráneo de 600 metros de largo no era solo un agujero en la tierra con apenas unas lámparas -como el primer narcotúnel de 1993-, tenía una red subterránea de rieles, iluminación para todo el trayecto y ventilación. Dada la “complejidad en su diseño y construcción” la Fuerza de Tareas de Túneles de San Diego considera que este túnel tiene meses de existencia.

Levantar un imperio de ilegalidad desde el fondo de la tierra

La historia de estos agujeros de ilegalidad no es un asunto nuevo para México y Estados Unidos, desde hace año más de 20 años ambas naciones han intentado detener los grandes flujos de contrabando que se transportan por estos sitios, que en un inicio servían principalmente para transportar grandes cantidades de drogas, aunque con el tiempo se convertirían en el pasadizo de mercancías muy variadas.

En 1993, en la ciudad de Otay Masa, en San Diego, California, se encontró el primer narcotúnel del que se tenga registro, el cual pertenecía al grupo delictivo que encabezaba Joaquín Guzmán Loera, alias “El Chapo”.

La primera captura de dicho criminal en Guatemala hizo posible dar con el túnel que conectaba a Tijuana con un almacén de Otay Mesa, que era utilizado por el grupo delincuencial como bodega para almacenar drogas.

De acuerdo con datos reseñados por el diario Zeta en 1995, cuando en 1993 las autoridades mexicanas dieron con el que era uno de los mayores escondites de Guzmán Loera, decomisaron alrededor de 7.3 toneladas de cocaína, las cuales se encontraban en latas de chile La Comadre.

Como resultado de sus narcotúneles, Guzmán Loera “sobresalió” de entre el resto de los criminales de la época que también se dedicaban al negocio ilegal del tráfico de drogas y, además, estableció “su propia marca en el mundo delincuencial: los narcotúneles”.

Narcotúneles, más que un agujero en la tierra

Con los años, los pasajes subterráneos de organizaciones criminales se han vuelto cada vez más “sofisticados”, pues dejaron de ser solamente agujeros en la tierra para dar paso a “pasadizos” en donde se puede encontrar electricidad, que es provista por paneles solares, rieles, sistemas de bombeo de agua, ventilación y equipos de alta tecnología.

En un narcotúnel que conectaba a Arizona con San Luis Río Colorado, las autoridades encontraron que los 183 metros de suelo tenían un piso recubierto de madera, así como una escalera del mismo material.

Un túnel que conectaba a Tecate, Baja California, con San Diego tenía no solo el piso, sino también el techo y las paredes recubiertas con madera, además de contar con ventilación, iluminación y un riel especial para transportar “mercancías”.

Uno de los pasajes subterráneos que encontró la Secretaría de la Defensa Nacional en México tenía la capacidad para albergar en su entrada a cuatro vehículos, los cuales “estaban camuflajeados” con arbustos y nopales.

En 2016, se encontró un túnel que conectaba a San Diego con Tijuana, el cual contaba con un elevador con capacidad para transportar de entre ocho a 10 personas; en su momento, ese lugar fue considerado como el pasadizo subterráneo más largo del crimen organizado.

Los cimientos de la arquitectura ilegal

Desde antes de 1993 los pasajes subterráneos ya eran aprovechados por narcotraficantes y por traficantes de personas. Durante principios de la década de los 90, en Arizona muchos de estos criminales aprovecharon las obras pluviales para pasar de una frontera a otra.

Sin embargo, el narcotúnel de “El Chapo” fue el primero que se construyó con el fin específico de contrabandear cocaína de México a Estados Unidos, la cual traía de Colombia mediante avionetas, aprovechando las laxas regulaciones mexicanas para el ingreso de aeronaves de la época y sus redes de corrupción.

De acuerdo con la cadena de televisión Univisión, uno de los lugartenientes de Guzmán Loera, Enrique Ávalos Barriga, fue el responsable de la construcción del primer túnel entre México y Estados Unidos, por lo que fue apodado como “El Rey de los Narcotúneles”.

Pero 1993 sería solo el inicio. Los cimientos de una gran obra de ilegalidad que hasta 2014, 21 años después, sumaría un total de 140 pasajes subterráneos detectados por la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, aunque la cifra total de estos agujeros aún es incierta.

¿El túnel más largo?

Resulta difícil aseverar con certeza cuál de todos los narcotúneles reportados por las autoridades estadounidenses o mexicanas es el más largo. Cada año o cada tres meses surge un nuevo encabezado en donde se afirma que se ha encontrado el paso subterráneo más grande del narcotráfico.

En 2011, el Ejército de Estados Unidos decomisó 17 toneladas de droga en una bodega que conectaba con un narcotúnel, el cual sobrepasaba el medio kilómetro de largo. Posteriormente, en 2016, se reportó el hallazgo de otro narcotúnel, de un kilómetro de largo, considerado hasta ese momento uno de los más largos.

Durante años se han descubierto nuevos túneles, algunos cercanos al kilómetro y medio de largo, como el hallado en la ciudad de Jacumba, California, que conectaba con México, o más recientemente el descubierto en enero de 2020 que mide más de un kilómetro y medio, que conectaba a Tijuana con San Diego.

Si bien no se podría decir con precisión que el túnel por el que escapó en 2015 Guzmán Loera es uno de los más largos, sí es uno de los más emblemáticos pasajes subterráneos del crimen organizado; no solo porque conectaba a la prisión más resguardada del país, el Penal Federal del Altiplano, sino por sus características.

El túnel tenía un kilómetro y medio de largo, estaba equipado con luz, aire acondicionado y una motocicleta que corría sobre un riel. De acuerdo con la prensa local, la construcción de ese pasaje subterráneo tuvo un costo de alrededor de ocho millones de pesos (cerca de medio millón de dólares al cambio vigente en el año del escape).