06/May/2024
Editoriales

Tesla, un talento incomprendido

Hoy día los automóviles eléctricos comienzan a cobrar importancia en las estadísticas internacionales, pues la urgencia ambiental exige que los motores de combustión interna -contaminantes en grado superlativo- cedan su lugar a las máquinas energizadas por sistemas alternos y la electricidad llegó primero que las demás. La marca comercial de autos eléctricos, aunque todas las fábricas de automóviles ya están migrando a la producción de autos eléctricos, que irrumpió en el mercado se llama Tesla, nombre que seguramente se eligió en honor del sabio Nikolai Tesla quien nació en 1856 y murió en 1943. Nikolai nació en Smiljan, Croacia, por lo que su nacionalidad original es croata, pero en 1891 migró a Estados Unidos, muriendo medio siglo después ya como ciudadano estadounidense. Desde niño, Tesla evidenció una inteligencia por encima de la media y a los 17 años sufrió el cólera y logró superarlo, hazaña no menor. Su vocación era ‘inventor de cosas útiles’, así que al llegar a Estados Unidos se dirigió a la oficina de Thomas Alva Edison quien de inmediato le contrató, quien desde el inicio sintió que competiría con el talento del joven Tesla. En forma natural comenzó entrambos una rivalidad, pues Edison era el amo de la corriente directa, y Tesla postulaba a la alterna como la corriente del futuro. Pelearon por ese principio y Tesla salió de la organización de Edison para volar con sus propias alas. Sin embargo, su nombre ya empezaba a sonar en el medio científico, así que fue buscado por Westinghouse para ofrecerle 5 mil dólares por el motor de inducción que había inventado, además de 55 mil dólares en acciones y 2.5 dólares por cada caballo de potencia que se generara con el tipo de electricidad de su invento. Tesla no aceptó porque sus ideales no contemplaban la parte económica, sino la búsqueda de un sistema que diera energía gratuita a todo el mundo. El joven ingeniero mecánico eléctrico y físico trabajaba incansablemente con ideas utópicas que terminaba convirtiéndolas en realidad, enfocándose a encontrar un sistema de comunicación inalámbrica. 

Tesla dijo que había inventado la radio, pero Marconi ganó el premio Nobel con esa patente. Al cabo de un pleito añejo, la Suprema Corte de EUA reconoció que el invento es de Tesla, pero para ese momento él ya tenía cinco meses de muerto. 

Su generador de corriente alterna que ilumina todas las ciudades del mundo, fue ridiculizado por Edison cuando lo estrenó en las sillas eléctricas y por lo mismo nadie quería usarlo. 

Tesla decía recibir mensajes de Marte y que había inventado hombrecitos de acero guiados por control remoto y rayos que fotografiaban el cuerpo por dentro. Por eso nadie lo tomaba en serio pues lo veían como una especie de mago de circo, al que escuchaba sólo su amigo Mark Twain. 

Su choque con el inventor Edison le generó un desprestigio brutal que le impidió concretar un sistema de transmisión de energía inalámbrica que aún hoy no lo han podido concretar y él aseguraba tenerlo listo, aunque la industria de la relojería actualmente transmite electricidad para cargar las baterías de relojes digitales con el simple contacto, sin conexión. 

Finalmente, después de una vida de inventos y luchas por ellos, murió Nikolai Tesla, estando solo y pobre en un hotel de medio pelo en Nueva York, pero llama la atención que sus apuntes ingenieriles hayan desaparecido misteriosamente. En su memoria, se llama Tesla la unidad de medida del flujo magnético y la bobina que produce más de un millón de voltios, además de los automóviles mencionados al inicio de este texto. Ese tipo de cerebros excepcionales como el de Tesla nacen muy pocos y muchos de ellos no llegan a desarrollarse porque el hombre le tiene miedo a la inteligencia. Los seres humanos súper dotados de inteligencia no son felices; desde que muestran sus capacidades -que desde niño revelan- siempre se les agrede y segrega por causas diversas entre las que destacan la envidia, la competencia y el temor. El talento es lo mejor de la humanidad, pero Dios no lo repartió democráticamente, y quienes lo poseen en grandes proporciones deben ser identificados desde su niñez para dotarlos de trato y educación especial, porque el futuro de la humanidad está cimentado, en buena medida, en sus luces intelectuales.