Editoriales

El general Felipe Ángeles

Felipe de Jesús Ángeles Ramírez ( 1868-1919), fue hijo del coronel Felipe Ángeles Melo, quien combatiera defendiendo a la patria en contra de los dos invasores: Estados Unidos y Francia. Egresado del Colegio Militar, sobresalió de sus compañeros, entre los cuales estaban Victoriano Huerta y Rafael Eguía, graduándose en el equivalente ahora a ingeniero en armamento. Su carrera militar es intachable.

Estuvo con Francisco I. Madero durante las últimas horas de vida, cuando Huerta esperaba el momento para asesinarlo y luego fue exiliado en Francia, de donde regresó para incorporarse a la revolución. Carranza lo nombró subsecretario de Guerra y nunca se llevó bien con Obregón, ni desde luego, con el propio Carranza. Para 1914 ya estaba incorporado con Francisco Villa, de quien fue leal promotor, así como de la Convención de Aguascalientes, logrando que asistiera la delegación de Zapata. Como comandante de artillería de la División del Norte, participó en importantes batallas contra el constitucionalismo, y llegó a ser gobernador de Nuevo León por unos días, entendiéndose rápido y bien con los mandamases de la sociedad regiomontana. Dejó a Villa cuando desoyó sus consejos de no atacar Celaya sino ir al norte donde tenían más apoyo de la gente y a Obregón (Carranza) le quedarían lejos sus líneas de abastecimiento. 

Cuando triunfa Carranza, Ángeles se refugió en Estados Unidos en donde organiza a los mexicanos contrarios al coahuilense. Claro que Carranza lo había sentenciado a muerte desde que se unió a Villa, de quien se separó cuando éste decidió tomar Ciudad Juárez que, a pesar de haber derrotado a los carrancistas, se echó encima a los norteamericanos, quienes de inmediato cruzaron la frontera para combatir a Villa, algo que Ángeles previó. Se separó de Villa huyendo hacia la sierra, pero traicionado por Félix Salas, fue capturado el 15 de noviembre de 1919. Carranza tuvo que hacerle un juicio para despistar su ejecución, pues la muerte de Zapata era reciente y los Estados Unidos estaban a la expectativa, siempre con el deseo de regresar a México por más de lo que se llevaron en 1848. En el teatro de los Héroes de Chihuahua, a las 8 de la mañana del 25 de noviembre de 1919 inició la farsa de un juicio contra Felipe Ángeles, a quien acusaban de crímenes de guerra, pero en las 16 horas que tardó el juicio enfrente de 5 mil personas que atentas estuvieron del desarrollo, Ángeles hizo un recuento de su vida, de sus orígenes, de su incorporación a la revolución, de la derrota del villismo y de su exilio como de su regreso a México.

Contrario a lo que se esperaría, defendió a Villa con pundonor. Habló de política, de ética y de valores, nunca se dejó encasillar por las preguntas de los jueces. Disertó acerca de los grandes problemas de la nación, de la política y de la educación. “He predicado la fraternidad; he predicado una doctrina de conciliador y de amor”. Negó todas las acusaciones y de todas formas dijo: “Sé que me van a matar, pero también que mi muerte hará más por la causa democrática que todas las gestiones de mi vida, porque la sangre de los mártires fecundiza las grandes causas”. A la medianoche fue condenado a la pena mayor y en el teatro reinó el silencio. A las 6 de la mañana del 26 de noviembre se cumplió la sentencia, como su cuerpo no moría totalmente ante las descargas del escuadrón de fusilamiento, tuvieron que darle el tiro de gracia. Felipe Ángeles se convirtió en un personaje militar digno de estudiarse.