Junio 2 de 1929: muere en Atotonilco El Alto, Jalisco, el general Enrique Gorostieta. Enrique Nicolás José Gorostieta Velarde nace en Monterrey en septiembre de 1890, descendiente de una connotada familia vasca de origen. Hijo de Enrique Gorostieta González y de María Velarde Valdéz-Llano y nieto del coronel Nicolás Gorostieta, estudia la educación primaria en Monterrey, para ingresar en 1906 al Colegio Militar, del que sale sin terminar sus estudios pero con el grado de Teniente de Artillería, en 1911.
Se inscribe en el ejército durante la época que cae Porfirio Díaz, gobiernan Madero y luego Victoriano Huerta. En abril de 1914, ya siendo coronel, participa a las órdenes del general Rubio Navarrete, en la defensa de Veracruz, lo que le vale ser ascendido a General de Brigada por el gobierno de Victoriano Huerta. Al caer éste, Gorostieta continúa en servicio hasta que la licencia del gobierno federal en agosto de 1914 le libera de su compromiso con la institución y sale del país. En 1921 a la muerte de su padre, regresa a Monterrey y casa en 1922 con Gertrudis Lasaga Sepúlveda.
Procrean a su hijo Enrique nacido en 1923 en la ciudad de México, pero que muere en 1924. Posteriormente nacen su segundo hijo Enrique, el tercero, Fernando y en 1928, Luz María. A esta última hija ya no alcanzaría a conocerla porque en julio de 1927 fue contratado por la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa, para organizar militarmente un solo ejército de Cristeros en contra del gobierno federal encabezado por Plutarco Elías Calles y antes por ílvaro Obregón, militares sonorenses revolucionarios con quienes siempre sintió antipatía.
Gorostieta ganaba con la LNDR un sueldo de 3 mil pesos oro al mes, más un seguro de vida. Combatió personalmente en Michoacán, Jalisco, Zacatecas y en Colima, y su obra militar consistió en organizar realmente como una sola unidad al Ejército Cristero en todo el país. Sobre la marcha, al convivir tanto con los hombres de fe, Gorostieta cambia su talante espiritual, convirtiéndose al catolicismo, doctrina que antes sólo respetaba pero no profesaba.
Ya para terminar la guerra cristera, es traicionado y en junio 2 de 1929 –días antes de la firma de los tratados de paz- es asesinado en la hacienda del Valle, de Atotonilco el Alto, Jalisco, en un operativo rápido del ejército federal, institución a la que había servido antes y después de la revolución. Las cartas del general Enrique Gorostieta a su esposa "Tulita" como él le decía de cariño, han sido objeto de estudios recientes por los analistas de esa sangrienta etapa revolucionaria nacional, e incluso recientemente el historiador local Jorge Santiago Alanís escribió un libro al respecto.
La película La Cristiada, patrocinada por el gobierno federal hace unos cinco años, está basada en estos documentos y el producto es considerado una venganza mediática de los resabios de los cristeros contra Plutarco Elías Calles, quien con su "Ley Calles" que era la interpretación de los enunciados constitucionales de 1917, buscaba reducir las labores eclesiásticas y restringir la economía del Clero, así como cambiar una de las más significativas reglas de esa institución religiosa, que es el celibato. La Iglesia reacciona dejando de dar misas y servicios religiosos, con lo que se arma toda una consternación nacional. Enrique Gorostieta es una figura local importante, pues aunque haya empezado su participación como mercenario, terminó transformado en un feligrés dispuesto a perder la vida por sus creencias.