27/Apr/2024
Editoriales

Don José Alvarado y la injusticia

José Alvarado Santos gustaba de la tenacidad y algunas veces, ciertamente, llegaba a ser contumaz, pero siempre con honestidad intelectual. 

Dicen algunos esotéricos que nacer y morir en la misma fecha, como fue el caso de Don José -21 de septiembre- de 1911 y de 1974, tiene cierta relación con ello. 

Lo que sí es verdad, es que José Alvarado Santos fue uno de los más grandes periodistas que ha dado Nuevo León. 

Se inició en las letras desde que era estudiante en el Colegio Civil, en septiembre de 1924, escribiendo cuentos en La Revista Estudiantil.

En aquella época también garrapateaban textos en forma de poemas Simón Guajardo, el autor de ‘Canciones de soledad’, Ruy González, Alfredo Rangel Realmy, Genaro Salinas Quiroga, y otros que llegaron a lo alto en sus carreras.

José Alvarado compartía inquietudes juveniles y literarias con dos de sus compañeros: Raúl Rangel Frías y Juan Manuel Elizondo, integrantes del Grupo Alfonso Reyes, co-impulsores del proceso de creación de nuestra Universidad.

Los maestros del Colegio Civil David Alberto Cossío, Héctor González, y Martínez Célis, estimulaban a José Alvarado, pues le veían madera de periodista. 

Al crecer, su pluma fue adquiriendo la elegancia que siempre refleja la cultura adquirida en longas veladas de lecturas de obras clásicas. 

Estudió leyes, filosofía e historia en la UNAM, y fue doctor en filosofía por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

La revista Siempre, y los periódicos El Día, y Excélsior fueron anfitriones por años de sus agudos artículos que dieron fama y prestigio nacional al oriundo de Lampazos de Naranjo.

Sus memorables textos  se reunieron en Tiempo Guardado y El personaje, publicados entre 1953 y 1955.

Cuando llegó a gobernar Eduardo Livas -sabiendo de su gran talento- lo nombró rector de la Universidad de Nuevo León en 1961 y duró en el honroso cargo unos quince meses, desempeñándose estupendamente bien, pues lo mismo convivía con alumnos que con maestros, respetando siempre la disidencia.

Sin embargo, las universidades, que son viveros de los mejores talentos, también son campo fértil para las pasiones que desbordan las edades de quienes actúan en los conflictos.

Y a Don José Alvarado le tocó una época de conflictos, siendo duramente criticado.

Despedazaron su imagen con publicaciones burdamente exageradas, y la exageración es una verdad destemplada.

Renunció a la rectoría en 1963, siendo motivo de varios editoriales de sus colegas periodistas, como Francisco Cerda, director de El Porvenir, quien escribió en un memorable editorial: ‘Jamás, antes de ahora, un Rector y un hombre fueron combatidos  con tanto ímpetu para enjuiciarlo; ni tanto arrebato para festinar su caída. Jamás el oprobio fue lanzado tan lejos que alcanzara la reputación de su esposa y de una hija…’