03/May/2024
Editoriales

¿Los neoloneses caeremos como los sibaritas?

Los sibaritas, habitantes de la ciudad grecorromana de Sibaris, ubicada en territorio italiano, alcanzaron fama por su buen vivir, tanto, que hoy su gentilicio se aplica a quienes gustan disfrutar de todos los placeres. Los sibaritas eran hábiles guerreros de caballería, y entrenaban a sus pencos para que a la hora del combate, realizaran suertes de desplazamiento al mismo tiempo, bailando al ritmo de una música especial para la ocasión, que apabullaba al enemigo.

Y sucedió que en el año 510 a. de C. el ejército sibarita atacó a la vecina ciudad de Crotona, situada a 110 kilómetros de Sibaris, hasta donde llegaron muy bien organizados, como siempre.  Sin embargo, los crotonenses tenían un plan interpretando con sus flautas sones de baile, para confundir a los caballos sibaritas, entrenados para monear. En la confusión, los sibaritas perdieron la batalla, su ejército fue deshecho y, en poco tiempo la ciudad de Sibaris, sin defensa, desapareció a manos del victorioso ejército de Crotona.

Cuando un enemigo estudia y toma la medida a otro, lo diagnostica y encuentra cómo vencerlo. Así los estrategas de Crotona estuvieron observándolos, pero los sibaritas estaban muy ocupados dándose la gran vida, sin reparar que un posible enemigo los estudiaba para cuando se enfrentaran. Por eso los crotonenses les ganaron con una fórmula sencilla, dándoles una dosis de lo que le gustaba a los caballos sibaritas.

Nuestro nivel de vida era envidiable

Algo nos sucedió a los neoleoneses con el enemigo que ya nos arrebató la paz, indispensable para hacer lo que nos gusta, que es producir riqueza y darnos buena vida. Éramos como los sibaritas, y todo mundo lo sabía. Descuidamos la seguridad por entregarnos a producir en el taller, en las aulas o en el comercio, consiguiendo un nivel de vida envidiable, generando condiciones que nos llenaron de satisfactores.

Fuimos los primeros en tener casas con gas natural; en edificar con elementos prefabricados de cemento y acero; en tratar al cien por ciento las agua negras; y constituir emporios industriales con el sistema de bienes de capital. 

Tuvimos grandes avances antes que el resto del país. Monterrey fue considerada la mejor ciudad para hacer negocios en Latinoamérica, y con el mejor sistema de educación superior, encabezado por nuestra Universidad Autónoma de Nuevo León y el TEC de Monterrey.

Disfrutamos este estatus por generaciones y no reparamos en que nos estaban estudiando para atacarnos en nuestra mayor fortaleza, que es nuestra gente.  

Sedujeron a muchos jóvenes y a casi todos los cuerpos policíacos, ofreciéndoles lo mismo que la sociedad neoleonesa les prometía a largo plazo: una mejoría rápida en su nivel de vida.  

Les tocaron la música para la que estaban educados, como a los caballos de los sibaritas, nomás que a un ritmo diferente, y cundió el desorden.

Como ejemplo de los resultados de esa degradación leemos hoy la noticia de que a un empresario ganadero lo asesinaron y calcinaron junto a uno de sus empleados para robarle su propiedad.

Más del 70% de la población considera que vive insegura, y el 78% ha cambiado alguno de sus hábitos por la inseguridad.

El cambio de vida

Las extorsiones y la clonación de teléfonos y cuentas de las redes sociales, los fraudes cibernéticos, y de nuevo las ejecuciones públicas, hacen que luego de salir del encierro por la pandemia, las familias ya no dejen salir a sus hijos pequeños a la calle, que no usen sus joyas, restrinjan sus salidas nocturnas y que pocos regiomontanos traigan consigo dinero en efectivo, es decir, la inseguridad nos está cambiando la vida. 

Ciertamente la nuestra no es la única ciudad con problemas; casi todo el país está ardiendo por la inseguridad, pero mal de muchos es el consuelo de los tontos. Necesitamos re-encontrar la forma de resarcir lo que se ha perdido.  

Los caballos sibaritas perdieron toda noción del combate y no pudieron con el enemigo, pero nosotros sí podremos, debemos exigir a las autoridades más y mejores resultados en la materia de seguridad, y nosotros adecuarnos a vivir en esta nueva realidad, que está mucho peor que la vieja realidad.