18/Apr/2024
Editoriales

La Isla de los Loros

En el Londres de 1750 se hizo popular el trabajo de un cronista francés que relataba un imaginario viaje a la Isla de los Loros. En ese relato, un barco inglés llegó a una isla montañosa para abastecerse de agua, y entre sus pasajeros iba un mago al que durante la travesía nadie tomaba en serio; lo trataban como charlatán. Cuando llegaron a tierra, el mago les dijo a todos que esa isla sería suya y que por eso se quedaría a vivir allí, gobernándola. El barco partió dejándolo solo y este mago conquistó a los nativos isleños quienes lo hicieron su jefe.

Resulta que esos nativos eran totalmente mudos, por lo que el mago sólo tuvo que decir algunas palabras para que lo adoraran, pues nunca habían escuchado semejante prodigio.

Sin embargo, el mago ya era viejo y egoísta, pues murió a los pocos años y nunca enseñó a nadie a hablar.

Pasado el tiempo, un naufragio arrojó a la playa de la isla a un hombre, a una mujer y a un loro. Cuando los naturales escucharon hablar al loro se animaron pues si los dos humanos y el pájaro podían hablar, ellos igual podrían aprender a hacerlo. 

Poco a poco el loro fue contándoles su historia. Era un príncipe a quien su padre había convertido en loro, diciéndole que sólo recuperaría su aspecto humano cuando hiciera una gran obra.

Así que, pensando que estos mudos podrían ser su oportunidad, comenzó su labor enseñando a hablar desde los niños hasta los adultos. Pronto convirtió a esa isla en una habitada por seres parlantes.

Esto hizo que una bella joven se sintiera atraída por el loro, y una tarde lo tomó en sus brazos y lo besó en el pico. Y el loro se transformó en un joven atractivo. Todo el pueblo proclamó a la pareja Reyes de la Isla y de ahí en adelante se dedicaron a importar loros para criarlos en la Isla de los Loros. A partir de ese momento la vida cambió en esa isla, pues todos conocieron la poesía, y los discursos.

Pero también sufrieron los mensajes dobles, la mentira, la adulación y las palabras groseras y las que no sentían. Esto es, ya hablaban como loros.