Editoriales

La bayoneta

En 1801, durante la guerra franco – inglesa de Egipto, llegó un momento en que se acabaron las municiones de ambos lados casi al unísono.

No quedaba más que la lucha cuerpo a cuerpo y eso implicaba el uso de bayonetas, pero lo temían tanto, que prefirieron pelear a pedradas mientras les llegaban las municiones.  

Es que un cuadro de infantería que se mantenga firme con sus bayonetas caladas puede resistir una carga de caballería, tal como sucedió en la épica batalla de Waterloo. Esto se explica porque los caballos son seres inteligentes y no es muy de su agrado ser despanzurrados con un arma tan filosa como resistente.

Cuando iniciaba el siglo XIX, los pelotones de fusileros se equipaban con bayonetas parecidas a las espadas. Por cierto, el nombre de bayoneta es un derivado de Bayona, Francia, lugar en donde se empezaron a usarlas incorporadas a los fusiles. El origen de esto se dio en una lucha rural cuando los soldados se quedaron sin municiones y tomaron sus cuchillos atándolos a sus mosquetes armando una suerte de lanza que les sirvió en la lucha cuerpo a cuerpo. De allí salió a todo el ejército francés en 1647, pero en forma de bayoneta tapón, inserta en la bocacha del mosquete, pero su uso y transporte eran un problema, pues tenían que quitársela para disparar. Después cambió a la bayoneta de cubo con una cuchilla triangular unida a un cilindro metálico que se colocaba alrededor de la bocacha, lo cual permitía recargar y disparar el mosquete con la bayoneta calada. En la segunda guerra mundial es clásica una fotografía de soldados de infantería con su rifle al hombro, equipado con una bayoneta.