24/Apr/2024
Editoriales

Un 2 de octubre que cimbra

 

Hace cincuenta y dos años México se cimbró con tremenda matanza de estudiantes en la víspera de las Olimpíadas. Desde entonces se ha realizado anualmente una marcha multitudinaria en la Ciudad de México, en Monterrey, y en otras ciudades mexicanas.

Sin embargo, en esta ocasión México se cimbra por otras razones.

La primera, la menos grave, es que no habrá marcha, sólo una concentración en Tlatelolco para recordar tan aciago día de 1968.

Los marchantes dicen que no marcharán por temor a la pandemia, pero que respetarán la sana distancia y llevarán cubrebocas, cumpliendo a pie juntillas con las medidas sanitarias.

La pregunta es por qué esos marchantes no marchan como siempre, tomando las mismas precauciones.

La respuesta es que si los marchantes marcharan debería terminar en el zócalo, pero una parte está ocupada por manifestantes que exigen la renuncia del presidente López Obrador, corriéndose el riesgo de alguna trifulca entrambos grupos porque piden cosas diversas e inversas.

Y el presidente ha declarado reiteradamente que en su gobierno nunca correrá sangre de manifestantes políticos, bueno, a excepción de la manifestación en Chihuahua donde una mujer fue muerta a balazos por los guardias presidenciales.

En nuestra Ciudad, quien organiza la marcha es el grupo de Tierra y Libertad -o Partido del Trabajo-, que ahora está metido hasta los entresijos en MORENA, y tampoco marchará, pues evidenciaría la decisión tomada en la Capital de la República.

Porque en la Explanada de los Héroes no hay gente contraria a AMLO, y al líder Alberto Anaya le interesa que no se pierda la tradición de la marcha, que lleva su marca personal.

Sin embargo, el control político del país es tan férreo o mayor que en los mejores tiempos del PRI, pues ahora nada sucede sin la autorización de la Cuatroté.

Las otras razones con las que México se cimbra, es que con una simple instrucción proveniente de Palacio Nacional, los diputados votaron para desaparecer sin miramientos todos los fideicomisos federales.

Y que el otro poder, el judicial, por conducto de la Suprema Corte de Justicia ayer tiró en una fétida bolsa de basura todo el prestigio conseguido en años de esfuerzo, incluyendo al imprescindible sistema de pesos y contrapesos de Montesquieu.

Las únicas cimbras que quisiéramos ver son las necesarias para hacer un colado de todos los mexicanos, construyendo una nación monolítica, con alto peso específico.

Porque tenemos todos los elementos necesarios, excepto la voluntad política.