16/Apr/2024
Editoriales

Un amigo vale más que mil conocidos

Quiero dedicar este texto a mis amigos de siempre. A los que ya se han ido, a los que permanecen y a los que siguen llegando. La lista es larga y corro el riesgo de omitir algún nombre. Y no quiero dejar fuera a nadie. Vaya para todos un abrazo, un emotivo recuerdo para quienes ya no están entre nosotros, un abrazo para los que continúan y una calurosa bienvenida para los nuevos.

Las amistades se cultivan, maduran. Es fácil hacer amigos, pero es mucho más difícil mantenerlos. La vida pone a prueba la generosidad, la lealtad, el agradecimiento, y no siempre se sale bien de ella. De aquellos amigos de la universidad, poco a poco la lista se hará menor. De un grupo de 30 o 40 amigos, acabarán quedando, para toda la vida 3 o 4. Me siento orgulloso de decir que conservo amigos hasta de los remotos tiempos de  la primaria.

Muchas cosas se dicen en torno a la amistad. Lo cierto es que para hacer amigos, primero hay que serlo uno mismo y se requiere dedicar tiempo y cariño a ello. En cambio, los enemigos llegan solos.

Se dice que un amigo verá por ti cuando estés acabado, en tanto que otros procurarán verte acabado.

La amistad es una experiencia de quienes viven con la gente y la aceptan en su forma de ser. El gozo verdadero y la construcción de la confianza se presentan en nuestras relaciones, cuando aprendemos a aceptar las faltas de otras personas, y las apreciamos como son.

Dos grandes líderes norteamericanos ejemplificaron este proceso de aceptación incondicional.

COMO ACABAR

CON UN ENEMIGO

Durante la Guerra Civil, un ayudante se acercó a Lincoln y le dijo: "Se ha ganado usted un enemigo, y de una u otra forma debe deshacerse de él. Mátelo".

Lincoln respondió: "Si hago que mi enemigo se convierta en mi amigo, ¿no he acabado a mi enemigo?".

También durante la Guerra Civil, Jefferson Davis, presidente de la Confederación, le pidió al general Robert E. Lee su opinión sobre cierto oficial.

El general Lee contestó: "Lo recomiendo y lo tengo en la más alta consideración".

"No puede usted hablar en serio" -le replicó un ayudante-. "Ese hombre siempre dice cosas desagradables de usted".

Y Lee le explicó pacientemente: "Entiendo que el presidente pidió mi opinión sobre el oficial, y no la opinión de éste acerca de mí".

ACEPTAR A LOS DEMÁS

Estos dos escenarios conllevan el mismo mensaje: Dos grandes hombres, en difíciles circunstancias, se mostraron determinados a aceptar a otros, a pesar de no ser aceptados por éstos. Esto es aceptación incondicional.

El 10 de abril de 1865, Abraham Lincoln dirigió un discurso ante una emocionada multitud, congregada para celebrar la rendición de Lee. Un extracto de dicho discurso ejemplifica el constante deseo de Lincoln para convertir en amigos a sus enemigos: “Veo que tienen una banda”, dijo. “Les propongo que terminemos, con la súplica de que toquen cierta melodía. Siempre he creído que’Dixie’ es una de las mejores que he escuchado. Con todo respeto, pediría a la banda que la tocara”.

Otra anécdota de Lincoln en torno al mismo tema, es la siguiente:

En el punto álgido de la guerra civil estadounidense, Abraham Lincoln se refirió durante un discurso a la gente de los estados del sur como "seres humanos que están equivocados". Tras el discurso, una anciana se le acercó furibunda y le preguntó cómo era posible que les llamara de esta manera, si ellos estaban disparando contra los soldados de la unión. -Debería verlos como enemigos irreconciliables a los que hay que combatir, concluyó la anciana - Señora, - contestó Lincoln - ¿acaso no destruyo a mis enemigos cuando los convierto en amigos?

Mucha gente hemos encontrado a lo largo de la existencia, pero en nuestra mente perduran los rostros de los primeros que conocimos. Algunos lamentablemente ya partieron. Sin embargo, de alguna forma permanecen con nosotros, a nuestro lado, en nuestro pensamiento.

Hubo un momento en que Octavio Paz declaró que sus amigos ya eran más los muertos que los vivos.

Al revisar la libreta de contactos telefónicos, vemos los nombres de los queridos amigos que ya se han ido. Algunos de esos números telefónicos los sabemos de memoria. Por otra parte, en la computadora aun guardamos mensajes y fotografías de esos seres tan queridos.

LA AMISTAD

VALE LA PENA

No cabe duda, seguimos pensando que un amigo vale más que mil conocidos. La verdadera amistad es como la salud. No sabemos de su valor hasta que la perdemos.

Para conservar un amigo tres cosas son necesarias: honrarlo cuando esté presente, valorarlo cuando esté ausente, y ayudarlo cuando lo necesite. A veces buscamos a los amigos para matar las horas. Sin embargo, hay que buscarlos para vivir más y mejor los minutos, los días y los años.

 

Sin la amistad, la vida no vale la pena.

 

Con amistad, la vida no es una pena.