Editoriales

Viaje al Vaticano

Espero regresar pronto a Roma para volver a admirar la Capilla Sixtina, máxima obra pictórica de Miguel Ángel Buonarroti.

Una vez leí a qué se debió que Bounarroti la hubiera pintado pues a él le gustaba la escultura no la pintura, y se me hizo interesante la historia.

En aquel tiempo el arquitecto Bramante era el responsable de la construcción de las obras en San Pedro y la mejor característica que puedo dar de este señor es que odiaba a Miguel Ángel.

Y sabiendo de la buena relación del artista con el papa Julio II se las ingenió para que tronaran entre ellos, convenciendo al papa de que le encargara a Miguel Ángel las pinturas comentadas a sabiendas de que a Miguel Ángel le molestaba pintar, además no sabía manejar el fresco. 

Su cálculo era que Bounarroti no aceptaría o que aventaría la chamba al mes de iniciada, lo que provocaría tremendo coraje al pontífice.

Bramante era pariente lejano del gran pintor Rafael, y pensaba que se lo podría vender bien a Julio II una vez que expulsara de Roma a Miguel Ángel.

Pero “nuestro amigo” Miguel Ángel correspondía el odio de Bramante con lo mismo, así que  

Entendió el plan, por lo que el 10de mayo de 1508 firmó contrato para pintar la bóveda de la capilla de Sixto con el papa Julio II.

Para cumplir el contrato estuvo montado en los andamios ¡tres años y medio! Y cada vez que el papa le preguntaba que para cuándo acabaría, le contestaba “cuando pueda”. 

Julio II se hartó de la misma respuesta y le dijo que la próxima vez que le dijera lo mismo, él personalmente le tiraría el andamio.

Miguel Ángel que tenía la mecha corta, luego de unos días quitó los andamios y mostró al mundo la bóveda de la capilla Sixtina sin terminarla al ciento por ciento.

Es tal vez la más grande obra de arte en su género.