03/May/2024
Editoriales

Cuando niños, amábamos el sololoy

‘Es una muchacha tan hermosa, que parece una muñequita de sololoy’, decía mi amigo La Pantera cuando estudiábamos juntos el último año de la educación primaria. 

Se refería a una compañerita de escuela, pues en aquellos años el ‘sololoy’ era un material de lujo con el que -entre otras aplicaciones- se fabricaban figuras humanas. 

Buscando en el diccionario me di cuenta que ese término es inexistente, y hasta donde he averiguado tampoco lo conocen en las naciones iberoamericanas, concluyendo que es un invento de nuestros versados ‘filólogos xochimilcas’. 

Se trata de una distorsión de la palabra ‘celuloide’ creada a finales del siglo XIX, por el neoyorquino John Wesley Hyatt quien, al registrar su invento de un nuevo material hecho a base de nitrato de celulosa lo bautizó como ‘celluloid’. 

A este nuevo material, por sus propiedades flexibles de transparencia y resistencia a la humedad, rápidamente se le encontró aplicación industrial. 

Entre las más importantes y trascendentales aplicaciones se utilizó para la fotografía y por ende, se aplicó a las películas que son una sucesión rápida de fotografías -aún se le llama a las películas ‘celuloide’-, así como en la fabricación de juguetes. 

Sucedió que al llegar a nuestro país los juguetes de celluloid, los ingeniosos paisanos nuestros topicalizaron y popularizaron la palabra como ‘sololoy’. 

En aquellos años se volvió tan notorio el término que había hasta poesías y canciones dedicadas a las ‘muñequitas de sololoy’, por lo que no estaba tan mal la descripción que hacía mi amigo de nuestra compañera de la escuela.