06/May/2024
Editoriales

Nuestros queridos maestros no son respetados

El magisterio es una noble profesión que se debe revalorar; una encuesta Gallup en 150 países arroja resultados decepcionantes. En América Latina, por ejemplo, sólo el 27% dijo que los maestros son tratados con respeto, es decir, el 73 por ciento dijo lo contrario.  

En la Roma antigua se tenía en gran aprecio a los maestros, pues les consideraban personas preparadas que iban a las casas a enseñar a los niños.

Y más atrás, en Grecia, se liberaba a los esclavos que tuvieran conocimientos y vocación para ser maestros, a cambio de que se dedicaran a ello.  

El filósofo presocrático Anaxágoras fue maestro de muchos discípulos destacados, como Pericles, Tucídices, Eurípides, Demócrito y el mismísimo Sócrates. 

Conocedor de las doctrinas de Anaxímenes, Parménides y Empédocles, Anaxágoras enseñó por treinta años a sus alumnos que el Sol era una masa de hierro candente, y que la Luna procedía de la Tierra, siendo una roca que reflejaba la luz del sol. 

Hasta que fue acusado de impiedad, no lo soportó y mejor se marchó a Jonia, estableciéndose ahí en una colonia de Mileto en donde se dice que se dejó morir de hambre. 

No hay textos que lo expliquen, pero se especula que Anaxágoras estaba convencido de sus teorías y, al no poder seguir enseñándolas a sus discípulos, prefirió morir. 

Esa pasión por enseñar conocimientos científicos de avanzada debe ser reconocida por los autores de libros históricos de Grecia.

Si en cada país hubiera un solo maestro con esa voluntad de enseñar y denuedo para encontrar la verdad, la imagen del magisterio sería otra, pues de esos ejemplos nacen las grandes vocaciones.