Editoriales

El origen del jabón

 

Cuán diferente es lavarse las manos e incluso el cuerpo con agua y jabón, que con sólo agua. La sensación de limpieza entre una y otra alternativa es grande, sobre todo si consideramos que en los jabones comerciales modernos hay sustancias asépticas y con agradables fragancias.

Además se trata de la salud, pues la principal fuente de enfermedades es la suciedad, aseguraba Galeno, el gran médico romano que escribió entre otras obras su famoso Methodo medendi.

Aunque el principio químico es más o menos el mismo, en el desarrollo del jabón que actualmente usamos han intervenido importantes personajes que aportaron algunos elementos para mejorar el resultado final y su proceso de fabricación, lo cual redundó en un abaratamiento del producto que terminó democratizándose.

Inició su proceso moderno hasta el siglo VII, en las ciudades de Marsella, Toledo y Génova, pero se trataba de un artículo caro y por supuesto de lujo, pues se hacía con cenizas de algas marinas y potasa, cuyo precio era alto al ser materiales escasos. Se piensa que los celtas fueron quienes enseñaron a los romanos el uso del jabón, tal vez esto sea debido a que Plinio el Viejo, escritor latino del siglo I, escribió en su Historia Natural “saipo”, un término galo del cual proviene la palabra jabón.

Continuando con la historia, fue hasta a finales del siglo XVIII cuando Nicolás Leblanc descubrió en Francia cómo obtener sosa del carbón con sal común, tiza y sal de Glauber. Esto abarató la fabricación del jabón, que hasta ese momento utilizaba cenizas de madera y carbonato potásico, y ya con la sosa de Leblanc se obtenía más solidez en el jabón y se abarataba, pues los otros elementos necesarios como la sal y el ácido sulfúrico eran asequibles y abundantes. Ya entrado el siglo XIX, el francés Michel Eugène Chevreul aportó la oleína, fabricando jabón a partir de sebo vacuno a altas temperaturas mediante lejía de sosa, obteniendo una cola de jabón que podía secarse con sal común. Sin embargo, el golpe abaratador al producto del jabón se dio cuando el belga Ernest Solvay pudo fabricar sosa en escala industrial añadiendo amoníaco y dióxido de carbono a una disolución de sal marina. Así que todo estaba preparado para que, en 1903, el alemán Adoph Klumpp creara la pastilla de jabón actual con una prensa refrigerada. Esto facilitó el proceso de solidificación del jabón líquido y caliente enfriándolo con agua, lo cual dio pie a que se fabricara en porciones manuales la masa de jabón, además de poderles poner a cada una, su marca o sello para empacarlas en forma masiva, creando la pastilla de jabón que hoy todos usamos. Con el proceso Klumpp, lo que antes tardaba casi un mes, ahora se hace en 15 minutos, lo cual permitió inundar el mercado europeo con este necesario producto. El otro avance en la industria del jabón fue el de polvo, que se debe a los alemanes Geisler y Bauer, quienes sentaron bases para que en 1906 la empresa alemana Henkel sacara al mercado su producto Persil, el primer jabón en polvo. Cabe señalar que no pocos estudiosos toman en cuenta para medir el grado de avance de un país, su consumo per cápita de jabón.

Entre 1890 y 1900, durante el despegue industrial de Monterrey, se instaló la Fábrica de Jabón La Reinera, al tiempo que nacía la Jabonera La Esperanza en Gómez Palacio, Durango.

Recuerdo que el jabón Mariposa, de La Reinera, era de uso casi obligatorio en los talladores de las casas  en Monterrey, pues se trataba de un jabón industrial económico que permitía lavar la ropa del diario, puesto que el jabón en polvo no hacía presencia masiva aún hasta la década de los años sesenta.