Editoriales

Cultura y estética de la música

Rigoberto Pupo Pupo.

Profesor e Investigador Titular consultante

Doctor en Filosofí­a. Doctor en Ciencias

Pedagogo destacado S. XX cubano

Universidad de La Habana

Universidad "José Martí­" de Latinoamérica, Monterrey.

Profesor Emérito. Universidad José Martí­" de Latinoamérica, 2016.

Premio Internacional por la obra de la vida, SHGE, NL, México, 2013.

Profesor Multiversidad Mundo Real "Edgar Morin"

Monterrey, NL, septiembre de 2016

Ideas aladas sobre la música

"Sólo ama y entiende a Chopin quien le conoce a la música lo más fino y misterioso del alma." (José Martí­)

"La música es el hombre escapado de sí­ mismo: es el ansia de lo ilí­mite surgido de lo limitado y de lo estrecho: es la armoní­a necesaria, anuncio de la armoní­a constante y venidera." (José Martí­)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Introducción.

En la música hay ciencia, arte, filosofí­a y es nutriente por excelencia de los mundos intelectual, del trabajo y de la vida cotidiana del ser humano. Es una expresión artí­stica que no necesita palabras para penetrar el entorno humano y natural. Es la naturaleza y cultura misma, hecha ritmo y melodí­a, fundada en la armoní­a que producen los sonidos secuenciales en tiempo, espacio y movimiento, mediante instrumentos o acontecimientos naturales, como el viento y otros aconteceres de la naturaleza y el Cosmos. La música es naturaleza devenida arte y cultura.

En pleno siglo XXI, cuando el paradigma de la modernidad, está viciado por el positivismo y el racionalismo excluyente, lineal, simplista, dicotómico, determinista y abstracto, se requiere buscar nuevos cauces en la concepción e interpretación de la música, el arte y la cultura. Se impone una visión cultural compleja con numen ecosófico para lograr una estética de la música integradora y sistémica, capaz de enriquecer aún más el mundo del autor, el intérprete y el oyente. La obra de Mozart, Beethoven, Tchaikovski, Vivaldi, Straus, Mahler y otros tantos, son piezas musicales con elan ecosófico, porque hicieron música siguiendo los latidos del corazón de la naturaleza cósmica. Su sensibilidad y razón cósmicas devino metáfora de una realidad compleja. Por eso siguen viviendo, diciendo y haciendo.

I. La música como expresión artí­stica y zona de la cultura. ¿Qué es la cultura?

El tema del hombre, la actividad humana y sus varios atributos cualificadores (conocimiento, valor, praxis y comunicación), concretados en la cultura, constituye, en esencia, el objeto de la filosofí­a de la cultura. Un objeto en sí­ mismo integrador y transdisciplinario, en la medida que la cultura abarca toda la producción humana, incluyendo el arte y su expresión musical, en su proceso y resultado.

El enfoque cultural y complejo, es rico en condicionamientos, mediaciones y determinaciones, porque asume al hombre en relación con la naturaleza y la sociedad como un proceso dialéctico – unitario, donde la naturaleza se humaniza y el hombre se naturaliza, es decir, no hay lugar para las dicotomí­as estériles ni las antí­tesis absolutas, heredadas de la racionalidad moderna y el paradigma en que se expresa.

Pensar la realidad investigada con "mirada" cultural, posee un valor extraordinario, desde el punto de vista teórico – metodológico y práctico. Garantiza su asunción holí­stico – compleja, libre de reduccionismos epistemológicos y de abstracciones vací­as. En sí­ntesis, es pensar la realidad subjetivamente como alertaba Marx, en las Tesis sobre Feuerbach, en un proceso dialéctico, mediado por la praxis, donde lo ideal y lo material se convierten recí­procamente, en la construcción del conocimiento y la revelación de valores, en un proceso intersubjetivo, fundado en la realidad, cuyos resultados se incorporan a la cultura.

Esta perspectiva de análisis, es decir, asumir la realidad desde el hombre y su actividad, encarnada en la cultura, posibilita metodológicamente aprehender con sentido cultural y sistémico una racionalidad integradora y un lenguaje epistemológico abierto, capaces de develar categorí­as y conceptos centrales y operativos, sin perder el elan cultural que propicie la interacción parte – todo, causa – efecto, esencia – fenómeno, etc., evitando que "los árboles impidan ver el bosque", y viceversa. Así­ como abordar en toda su complejidad, categorí­as como: hombre, mundo, actividad, cultura, naturaleza, sociedad, objeto, sujeto, objetividad, subjetividad, conocimiento, valor, praxis, comunicación, identidad, diferencia, etc., que en ocasiones, imbuidos por la herencia de la racionalidad moderna, se han asumido dicotómicamente, en relación de antí­tesis; sin embargo, sobre la base de la comprensión del condicionamiento cultural y complejo de todo saber, devienen unidad dialéctica.

La cultura, en sus varias aristas, religa, en sí­ misma, los distintos atributos cualificadores de la actividad humana y con ello, unifica en lo diverso las varias dimensiones del hombre en su quehacer práctico – espiritual, es decir, las expresiones ontológica, lógica, gnoseológica, valorativa, praxiológica, comunicativa, identitaria, así­ como las disciplinas de carácter lingí¼í­stico, hermenéutico, semiótico, histórico, polí­tico, ético, estético, jurí­dico, cientí­fico, económico, etc. Esto es así­, porque todas estas producciones del devenir humano, son zonas de la cultura, y atributos de ella.

En la cultura, las funciones integradora y transdisciplinaria resultan per se, le son inmanentes. Su propio cauce vehicula integralidad, interacción, ví­nculos, y con ello, interdisciplinariedad, multi y transdisciplinariedad para captar con eficacia el sentido cósmico que debe prevalecer para dar respuesta a la era planetaria, afincado en la idea alada, devenida utopí­a imprescindible de raigal humanismo, "que es posible un mundo mejor", como alternativa a la globalización neoliberal, que aniquila el ser esencial humano, mediante el proceso progresivo de alienación de la actividad y actividad de la enajenación y la imposición de modelos culturales extraños de los centros de poder, que traen aparejados el desarraigo y la dependencia. Una alternativa, verdaderamente humana, es decir, cultural, parte de las raí­ces con vocación ecuménica, como bien enseñó José Martí­, en defensa del ser esencial de nuestra América.

La integralidad de la cultura y sus infinitas posibilidades heurí­sticas y hermenéuticas, no sólo se reducen al contenido de la actividad humana. Incluye otro momento central, subvalorado por el discurso cientificista, es decir, la dimensión lingí¼í­stica del hombre, que no es sólo objetivación del pensamiento y medio de comunicación. El lenguaje, en su condicionamiento y aprehensión culturales, es fuente inagotable de creación. Tanto el lenguaje directo, expresado en conceptos, juicios y razonamientos, como el tropológico, en sus varias determinaciones figurativas aprehenden la verdad. Esto significa que un enfoque fundado en la cultura, es por antonomasia, incluyente, y su discurso, plural. De lo contrario, resulta imposible superar los reduccionismos y las abstracciones estériles. Una metáfora es tan valiosa como un concepto cientí­fico, y a veces más eficaz, por su carácter suscitador y su posible recepción múltiple.

Lo mismo ha ocurrido con los géneros literarios, que se han reducido en su generalidad al campo de la literatura, cuando en realidad son expresiones de la cultura y sus modos expresivos por excelencia, aplicables a todas las disciplinas del saber humano. El tratado, la monografí­a, el artí­culo, no son sólo las formas genéricas del discurso cientí­fico. ¿Y el ensayo, la poesí­a y la narrativa? No sin razón se plantea que en nuestro siglo actual, su presencia invadirá los distintos predios de la cultura, incluyendo el arte y las expresiones de la música, pero sin absolutizaciones y reduccionismos, para no caer en la misma trampa de que hemos sido ví­ctimas. Hagamos también de la música un ensayo, o una metáfora de él.

¿Y la estética de la música y la música misma podrí­an adquirir elan ensayí­stico, evadiendo el formalismo logicista tratadista? ¿La música no es también poesí­a?

Soy de los que piensa que tanto la filosofí­a, la ciencia, el arte como la poesí­a son hijas de Sofí­a. No creo que unas expresen pensamiento y la otra, sentimiento. Tampoco que la filosofí­a y la ciencia tengan que expresar su discurso sólo a través de conceptos y categorí­as y el arte y la poesí­a, mediante imágenes y metáforas. Todas, como formas aprehensivas humanas, pueden y en realidad lo hacen, operar con las disí­miles formas que la lengua emplea para expresar la realidad.

Esto, por supuesto, no niega sus especificidades, pero no las inhabilita ni las circunscribe a un discurso uní­voco.

Es hora ya de romper con los cánones esencialistas y excluyentes heredados del paradigma que nos impuso la Modernidad. Hay que dejar atrás la simplicidad y el gnoseologismo puro por ineficaces y abstractos. La complejidad de la realidad en sus varias mediaciones nos obliga a reformar el pensamiento y las mentalidades, para abrir nuevos cauces a la subjetividad humana, incluyendo a la estética de la música, a la crí­tica y a la música misma, como un objeto complejo y rico en espiritualidad sustantiva.

La subjetividad humana no es excluyente en la asimilación de la realidad. Conocimiento, valor, praxis y comunicación son sus atributos cualificadores por antonomasia. Entonces, ¿por qué separarlos? Ciertamente, existe filosofí­a poética y poesí­a filosófica. Pero por ello no dejan de ser filosofí­a ni poesí­a. Sencillamente son modos distintos de aprehender la realidad en relación con el hombre. Modos que se complementan, amplí­an y completan para asumir la realidad con más profundidad y concreción. La música es poesí­a y al mismo tiempo filosofí­a, pues opera con los sentimientos y la razón.

El discurso filosófico con elan[1] poético, trabaja con pensamiento alado y sus verdades son más duraderas. El discurso de Martí­ da cuenta de ello. La poesí­a en sí­ misma, cuando expresa su mundo con ansia de humanidad, es al mismo tiempo pensamiento, sentimiento, acción y comunicación. Igualmente sucede con la música.

¿Quién puede negar el vuelo cosmovisivo de la buena poesí­a, de la buena música poética?

Tanto la filosofí­a, la ciencia, como la poesí­a, el arte, la música, con numen cultural y complejo, captan la realidad como sistema integrado y abren cauces infinitos de aprehensión humana creativa.

¿Hay que repensar el saber y sus formas aprehensivas constituidas, incluyendo a la música, en búsqueda de nuevos horizontes para dar respuesta a las exigencias de los nuevos tiempos?

¿Cómo encontrar nuevos cauces teórico – metodológicos, en momentos que claman por grandes ideas, sobre la base de prácticas creadoras que no separen la ciencia de la conciencia, el conocimiento de los valores, el oficio de la misión humana, y la razón de los sentimientos?

¿Es posible realizar estos magnos propósitos sin una reforma del pensamiento y las mentalidades, que asuma conscientemente el condicionamiento cultural del conocimiento y las otras formas de aprehender la realidad en su contexto real?

Se trata de tres preguntas suscitadoras de muchas aprehensiones, cuya solución consagrarí­a ipso facto a cualquier autor.

No es este mi caso, ni intento realizar una empresa de tal envergadura. Pero como dijo el gran poeta español, Antonio Machado: "caminante no hay camino, se hace camino al andar"... Eso he hecho: un intento de "andar" para hacer camino, o quizás menos: desbrozar veredas para divisar la luz y encontrar sentido...Porque el sólo hecho de buscar sentido, conduce al escenario que construye y revela.

De las tres preguntas, en mi criterio, la tercera deviene "trinchera de ideas", y en ella se fundan - o se intenta fundar – los argumentos que cualifican la esencia de la Filosofí­a de la cultura. Cada una, de una forma u otra se dirige culturalmente a la aprehensión de la realidad con razón integradora e incluyente, sobre la base de una premisa de partida y un propósito primario.

Su premisa de partida: El hombre y la actividad humana concretada en la cultura, para deducir genéticamente el sentido cultural, en calidad de cauce integrador aprehensivo de la realidad en su integralidad, y posibilitador de un discurso plural que, sin negar nihilistamente las formas tradicionales, las fertiliza y alumbra con su asunción incluyente.

El propósito primario: Una reforma del pensamiento, capaz de cambiar las mentalidades que dividen y abstraen las infinitas mediaciones y ví­nculos en que deviene el todo complejo y contradictorio. Reforma, que asumida culturalmente exige transformar el saber educativo. La educación como formación humana, como "instrucción del pensamiento... y dirección de los sentimientos", según la concepción de Martí­, deviene cauce central ante la necesidad de dar respuesta a los desafí­os del siglo XXI. Crear hombres con alta sensibilidad, que no den la espalda al drama humano, comprometidos con los destinos de nuestro planeta Tierra, desarrollar una cultura del ser, de resistencia y de lucha, capaz de enfrentar la globalización neoliberal, siendo, como sujeto, es una tarea que la Filosofí­a de la cultura, y su hija espiritual, la educación, no pueden soslayar.

Sin embargo, son pertinentes otras preguntas: ¿Está la educación en condiciones de ser guí­a espiritual de la formación humana? ¿Los paradigmas en que se funda pueden modelar proyectos reales, con í­mpetu cultural, humano, en función de la misión que le corresponde cumplir? ¿Ella misma no está contaminada por el pensamiento único, los reduccionismos de corte positivistas, el autoritarismo en la ciencia y en la docencia, la intolerancia, el determinismo absoluto, los fundamentalismos estériles y otros lastres de la modernidad que han quebrado por su ineficacia heurí­stica, metodológica y práctica?

Este glosario de preguntas, por sí­ mismo, da cuenta que estamos abocados a una crisis universal de la educación, que no puede resolverse desde la educación misma. El saber educativo no puede cambiar sin transformaciones profundas en la educación, y ésta resulta infecunda sin una reforma en el pensamiento y en la praxis en que encuentra concreción. Por supuesto, la realidad educativa cubana es otra, como todos conocemos. Pero miramos la realidad con sentido ecuménico.

No se trata en modo alguno de asumir la modernidad desde posiciones nihilistas y hacer de ella y sus conquistas una tábula rasa. Ella misma con todos sus paradigmas y utopí­as, históricamente fue conciencia crí­tica que dio respuestas a su tiempo histórico, en correspondencia con el estado de las ciencias y la práctica social. Pero históricamente las nuevas realidades han exigido rupturas, cambios y transformaciones como expresión de la quiebra de principios que se consideraban invariables. El modelo paradigmático de la modernidad, caracterizado por la simplificación y concretado en los principios de disyunción, reducción, abstracción, el determinismo mecánico y las estériles dicotomí­as, tiene que ceder paso a nuevas perspectivas epistemológicas para aprehender la complejidad de lo real.

Precisamente, la toma de conciencia del condicionamiento cultural del saber en todas sus expresiones, mediaciones y determinaciones, constituye en mi criterio el fundamento primario para la solución del problema que encara nuestro siglo y los por venir. Y es el reto epistemológico más importante a resolver, por la Filosofí­a de la cultura, incluyendo la estética del arte y la música.

He ahí­ el porqué de la necesidad de pensar al hombre y a la subjetividad humana con sentido cultural y complejo, que es al mismo tiempo, pensarlo desde una perspectiva ecosófica[2], desde un saber ecologizado, integrador y cósmico.

Un hombre culto, sensible, con riqueza espiritual, es capaz de aprehender la verdad, la bondad y la belleza en su expresión unitaria. No importa la profesión que ejerza. Está en condiciones de mirar su entorno con ojos humanos, ya sea, ante un teorema matemático, una fórmula quí­mica, una bella flor, una pieza musical, la salida y puesta del Sol, contemplar la Luna y el cielo estrellado y asumir el drama del hombre con compromiso social y ansias de humanidad.

En fin, puede crear con arreglo a la belleza, a la bondad y a la verdad. Es tolerante, comunicativo, sencillo y soñador. Puede revelar la realidad compleja en sus matices varios y "dar a mares", siguiendo la ética de Martí­, porque espiritualmente está lleno. Sencillamente, está preparado para el trabajo creador y la vida con sentido.

II. Hacia una estética de la música con sentido cultural y complejo.

La estética, también llamada filosofí­a del arte, tiene por objeto el arte en todas sus expresiones concretas. El vocablo Estética, lo empleó por primera vez Alexander Gottlieb Baumgarten el año 1735, usó la palabra estética en su obra Meditationes. Kant en su obra Crí­tica del Juicio indica que la estética es la rama de la filosofí­a que estudia e investiga el origen del sentimiento puro y su manifestación en el arte.

Existen muchas visiones sobre la estética, incluyendo: la disciplina filosófica que estudia el significado de la belleza y los juicios sobre la creación y apreciación de la obra artí­stica. En Platón, arte es la habilidad o capacidad creadora del ser humano tanto en lo material como intelectual, y para Aristóteles, la belleza es buena aunque no todo bueno es bello; la belleza es agradable aunque no todo placer es bello, por lo tanto, la belleza ha de ser buena y agradable a la vez.

"Con el arte moderno, las cosas se representan como la ve el artista, expresa tanto lo fantástico como lo grotesco, incluso muchos autores llaman al arte moderno como antiestético. De igual forma, con las nuevas tecnologí­as el artista ya no refleja la realidad, sino sus sentimientos, ya que el cine y la fotografí­a se encargan de mostrar la realidad"[3], es decir, se ha extendido mucho el relativismo absoluto, sobre la base de una hermenéutica que soslaya los referentes ontológicos, históricos, culturales. Por eso, hay que defender la buena música, pero sin caer en absolutizaciones y sin perder los contextos.

Platón fue muy certero al señalar que "la música da alma al universo, alas a la mente, vuelos a la imaginación, consuelo a la tristeza y vida y alegrí­a a todas las cosas"[4], además, concibió cómo la música es para el alma como la gimnasia para el cuerpo, es decir, una necesidad imprescindible, destacando así­ el numen cósmico – complejo de esta expresión del arte.

Una visión cultural y compleja de la estética de la música, no puede perder de vista esto, es decir, el paradigma de la complejidad. Muchos ejemplos pueden ilustrarlo.

La tesis de Rosa Iniesta y Ana Sánchez "toma como referencia principal el paradigma de la Complejidad de Edgar Morin y las teorí­as de Heinrich Schenker. Como emergencia del sistema humano mente/cerebro, el Arte en general y la música en particular son considerados desde la perspectiva de las organizaciones de nuestro universo. Así­, todos los acontecimientos/eventos que se producen en el interior/exterior de una composición tonal, lo hacen en función de su antagonismo y complementariedad, siempre de forma concurrente, tal y como articula las nociones Edgar Morin, consiguiendo superar, a través de la noción de bucle, la dicotomí­a occidental. En las teorí­as tradicionales de la música, lo descriptivo, lo lineal y lo determinista son las directrices pedagógicas y compositivas, lo que nunca ha sido útil salvo para conocer de forma superficial el catálogo de situaciones horizontales, verticales y formales de la música tonal. Por el contrario, Heinrich Schenker trató de construir un edificio teórico basado en las ideas de coherencia y crecimiento orgánico, teniendo como pilar fundamental la asociación de ideas, entre las que destaca la Asociación Motí­vica, la noción de paralelismo y las similitudes y diferencias entre la gramaticalidad y la funcionalidad de los acontecimientos de la composición tonal, la cual se desarrolla a partir de tres niveles integrados de transformación-organización (...). En la simplificación de las teorí­a y procedimientos analí­ticos, llevada a cabo por los alumnos directos de Schenker, la idea de Crecimiento Orgánico es sustituida por la idea de reducción lo que ha llevado a lo que algunos consideramos una mala compresión de la teorí­a, y al rechazo por parte de aquellos que no profundizan en ella. A través de los gráficos originales de Schenker, se percibe con claridad que la organización músico-tonal se consigue a través de tres niveles interrelacionados e interaccionales, que parten del primero como fuente de la composición: background, Primer Nivel o Base Subyacente (relación estructural a gran escala), middleground, Segundo Nivel o Base Generatiz Media (relaciones estructurales a medio plazo), y foreground, Tercer Nivel o Base Generatriz de la Superficie (relaciones estructurales en el nivel local o temporal inmediato). Las nociones schenkerianas han sido trasladadas al paradigma de la complejidad moriniana, viendo cómo encajaban sin ningún esfuerzo, del mismo modo que hemos trasladado las nociones morinianas al paradigma schenkeriano, comprobando, felizmente, que las unas se embuclan en las otras en una relación dialógica, superando su aislamiento dicotómico y demostrando que el todo es a la vez mucho más y mucho menos que la suma de las partes. Los principios morinianos dialógico, recursivo-retroactivo y hologramático nos ayudan a pensar la Complejidad de las organizaciones músico-tonales. Alcanzado nuestro objetivo, la composición tonal se muestra como organización informacional/comunicacional/computacional, a través de los principios de la complejidad moriniana: el principio dialógico, el principio recursivo-retroactivo y el principio hologramático. De este modo, llevamos a cabo una re-organización de los conocimientos schenkerianos, una interdisciplinariedad que ofrece isomorfismos conceptuales, desde los que trasciende el corpus teórico, hasta la aprehensión de la obra musical tonal en toda su dimensión, consiguiendo descubrir que lo que mantiene la unidad en el interior del organismo sonoro es la coherencia, pero de la información que se produce y se transmite en el interior de sonido a sonido, de relación a relación, de motivo inicial a motivo transformado, de parte a parte, de parte a todo, de todo a parte, de todo a todo, es decir, la coherencia de la organización informacional/comunicacional/computacional"[5]

No podemos olvidar que nuestra formación se funda en el paradigma de la racionalidad moderna, caracterizado por el simplismo epistemológico, la disyunción, el determinismo absoluto y la abstracción; sin embargo el paradigma complejo de la racionalidad postclásica aborda la ciencia, el arte, la música y todos los saberes en sus interacciones, ví­nculos y mediaciones múltiples, de gran valor teórico metodológico y práctico para el autor, el intérprete y el oyente.

La música, por su esencia ecosófica y cósmica convierte a cada sujeto en microcosmos o miniaturas cósmica, y con ello, aporta las herramientas para expresar la naturaleza y la cultura como sistema complejo en todos sus ví­nculos e interacciones. José Martí­ escribe: "Así­, son una la verdad, que es la hermosura en el juicio; la bondad, que es la hermosura en los afectos; y la mera belleza, que es la hermosura en el arte. El arte no es más que la naturaleza creada por el hombre. De esta intermezcla no se sale jamás. La naturaleza se postra ante el hombre- y le da sus diferencias, para que perfeccione su juicio; sus maravillas, para que avive su voluntad a imitarlas; sus exigencias, para que eduque su espí­ritu en el trabajo, en las contrariedades, y en la virtud que las vence. La naturaleza da al hombre sus objetos, que se reflejan en su mente, la cual gobierna su habla, en la que cada objeto va a transformarse en un sonido (...) El Universo, con ser múltiple, es uno: la música puede imitar el movimiento y los colores de la serpiente"[6]

Por su parte, Gustav Mahler señala: "Una sinfoní­a debe ser como el mundo. Debe abarcar todo."[7] Toda su obra musical es un himno a la naturaleza y a la vida que la habita. Su pensamiento supera la racionalidad moderna y resulta complejo, es decir, rico en mediaciones. Por eso, "al acoger a Bruno Walter en 1896 en Steinbach-am-Attersee, Mahler le dice: "Es inútil que mire el paisaje; ha pasado por entero a mi sinfoní­a"[8]

Toda la polifoní­a de sus obras encarna a la naturaleza, es ella misma hecha música, porque revela el sentido cósmico - ecosófico del arte en general y la música, en particular.
III. La música y su valor didáctico pedagógico.

Es necesario propiciar el desarrollo de una cultural artí­stico – musical en el magisterio, a todos los niveles, pues todo lo que alimenta y enriquece al alma del ser humano, tiene función educativa.

La música brinda posibilidades infinitas para la formación humana, y con ello, para el trabajo creador y la vida con sentido.

Los textos musicales, en toda su diversidad y complejidad, pueden ser fuentes excelentes para la elaboración de estrategias pedagógicas constructivistas y transdisciplinarias.

La apreciación musical, además, prepara al hombre para el trabajo creador y la vida con sentido. Todo quehacer y obra humanos, requieren de inspiración, pues como dijo Franz Liszt, la música es el corazón de la vida. Por ella habla el amor; sin ella no hay bien posible y con ella todo es hermoso"[9].

Con razón dijo José Martí­: "El color tiene lí­mites: la palabra, labios: la música, cielo. Lo verdadero es lo que no termina: y la música está perpetuamente palpitando en el espacio. La música es la más bella forma de lo bello: [...]"[10]

[1] "Elan vital. Según Bergson, la conciencia en cuanto penetra en la materia y la organiza realizando en ella el mundo orgánico". (Abbagnano. Dic. Filos. P. 374.)

En mi caso lo empleo como cauce, espí­ritu, sentido integrador esencial...

[2] Concebida la Ecosofí­a como saber integrador ecologizado, cuyo objeto es la sabidurí­a para salvar nuestro planeta Tierra, y con él, a la humanidad.

[3] http://www.significados.com/estetica/

[4] http://www.frasecelebre.net/profesiones/filosofos/platon.html

[5] http://roderic.uv.es/handle/10550/15778

[6] Martí­, José. Emerson. Obras completas. Tomo 13. Editora nacional de Cuba, La Habana, 1967.

[7] http://akifrases.com/autor/gustav-mahler

[8] [8] http://artemisa-selene.blogspot.mx/search/label/M%C3%BAsica%20Cl%C3%A1sica-Mahler.

[9] https://sites.google.com/site/musicaqueinspira/frases-sobre-la-musica

[10] José Martí­. White 2". Revista Universal. México, mayo 25 de 1875. OC. 5:293.