03/May/2024
Editoriales

… Así que el croissant no es francés

La primera intervención francesa en México fue en 1838, conocida como La Guerra de los Pasteles. Cuentan que un pastelero francés apellidado Remontel abrió al público en Tacubaya un negocio de repostería francesa y un día sufrió una especie de atraco por soldados mexicanos que consumieron muchos pasteles y no los pagaron.

 Elevó su queja ante las autoridades francesas, que por otras causas enviaron tropas para invadir México y, como se llegó a un acuerdo para liquidar la supuesta deuda que era básicamente los gastos y costas de la invasión, metieron en las cuentas por liquidar una exagerada suma por concepto de los famosos pasteles consumidos y no pagados, es decir, se despacharon con la cuchara grande. 

 A eso se debe el nombrecito de ‘Guerra de los Pasteles’.    

 Luego regresaron los franceses en 1862, después de que México fuera derrotado en 1848 por los norteamericanos. Tras cinco años de guerra entre Francia y México, los franceses mordieron el polvo. 

 Pero en el ínterin tomaron en varias ocasiones a nuestra Ciudad de Monterrey, aunque a decir verdad, los parisinos, normandos y marselleses nos trataron mejor que los abusivos norteamericanos, pues nos enseñaron a degustar y preparar su repostería.  

 Desde esos tiempos los regiomontanos consumimos el pan francés como competencia de las tortillas, y reconocemos como casi todo mundo, que el Croissant es el pan francés por excelencia. 

 Pero hasta hace poco tiempo supimos -al menos yo- que este delicioso pan nació en Viena. Que su nombre y forma es el de la luna creciente, algo que, paradójicamente, es emblema otomano y esa guerra ni siquiera la ganó Francia, sino Leopoldo I, emperador del sacro imperio romano germánico. 

 La historia es que en 1683, los otomanos habían sitiado la ciudad de Viena, y tras varios meses de asedio, un día cualquiera las tropas defensoras rompieron el cerco, y derrotaron a los otomanos. Y esa misma noche, la del triunfo, el pastelero vienés, Peter Wender inventó el pan Croissant, para festejar comiéndose al símbolo de los vencidos.

 

 A como están las cosas, por el bien de la patria se deben suspender las investigaciones, porque podría resultar que las conchas, las chilindrinas, el pan de pulque, los puerquitos y hasta el pan de muerto, no sean mexicanos.