El gran escritor ruso Leon Tolstoi, en su cuento "Iván, el imbécil", llama imbéciles a quienes se ganaban el pan honradamente, y no eran codiciosos. 

Concluye diciendo: "Al que tiene callos en las manos se le dice: "¡Ponte a la mesa!", y al que no los tiene: "¡Come lo que sobra!".

Por su parte otro gigante de las letras rusas Fiódor Dostoyevsky en su novela “El Idiota”, describe a un príncipe (Myshkin) que utiliza su poder para desbaratar su vida y la de los que a él acuden.

La Real Academia Española define al Imbécil como un tonto falto de inteligencia, y al Idiota también como un tonto, pero engreído, sin fundamento para ello.

Etimológicamente Imbécil viene del latín imbecillis, formado con el prefijo in –antepuesto a bacillum, origen de la palabra bacilo- diminutivo de baculum (bastón), por lo que imbecillis significa literalmente sin-bastón. 

Al principio imbecillis no era negativo como ahora, pues significaba frágil, débil, sin carácter o pusilánime. 

En 1524 llegó Imbécil al español y en 1822 al diccionario con el actual significado. 

Aunque los romanos ya la usaban como debilidad de espíritu, para la psicología, la imbecilidad es un grado de debilidad mental de menor gravedad que la idiotez.

Por su parte, la palabra Idiota viene del griego ‘idiotes’ refiriéndose a aquella persona que no se ocupaba de los asuntos públicos, sólo de sus intereses privados. 

Esto ya nos pone en conflicto, porque debemos elegir entre imbéciles o idiotas para referirnos a quienes ejercen su derecho de votar para elegir a sus gobernantes, de acuerdo a sentimientos de empatía personal, o a su interés económico particular inmediato, sin analizar la conveniencia general a plazos mayores. 

Aunque para los grandes escritores rusos, imbéciles son los trabajadores generosos, y los idiotas son los que tienen poder y lo utilizan para hacer daño a los demás.  

Esto se puede interpretar como que muchos imbéciles elegían a pocos idiotas para que los gobernaran.

¿Le encuentra usted algún parecido a lo que hoy sucede en México?