27/Apr/2024
Editoriales

La bailarina rusa Ana Pávlova en México

Realizaba Ana Pávlova (1881 – 1931) una gira artística por sudamérica. Se trataba de la bailarina de ballet más distintiva de Rusia, y lo que de su boca saliera se consideraba una especie de ordenanza. De pronto, sin decir agua va, Pavlova dijo que deseaba cerrar con broche de oro su gira, actuando en México. Y de inmediato el presidente Carranza aceptó a sabiendas del riesgo que significaba darle seguridad a tan distinguida visitante pues Rusia siempre ha sido una nación poderosa y respetada. Ana viajó desde la Habana en barco, y los integrantes de su compañía de ballet tuvieron que dormir amontonados en cubierta. Como Carranza estaba nervioso, ordenó que 200 soldados se apostaran en el techo de posvagones del ferrocarril que trasladó a los artistas hasta la ciudad de México. Desde luego que nunca falta un crítico, y esta vez lo fue el famoso periodista Carlos Peña quien había criticado la presentación, pues decía que el arte de Pávlova no sería apreciado por el público local, ya que ni el ballet mexicano tenía mucho público que digamos. Sin embargo, el público mexicano percibió lo extraordinario en montajes como Orfeo, Copos de Nieve, La flauta mágica, y La Muerte del cisne. Las ovaciones del público fueron extáticas pues la artista tenía demasiada clase como para no ser apreciada por los nuestros. Pávolva escribió después: “En países lejanos se ha dicho que hay algo “novedoso” en mi danza. Sin embargo, lo que yo he hecho consiste solamente en subordinar los elementos físicos de este arte a un concepto psicológico: sobre los aspectos fehacientes de la danza –o sea de la danza per se- he intentado lanzar un velo espiritual, de poesía… (El Universal, 1919, p.10)

 

Marco Salazar, Dionisio Sánchez y Vicente Torres. Yo no olvido al año viejo, México, Mandares Editores, 1998, p. 23