05/May/2024
Editoriales

Los contratos o tratados leoninos acaban en el bote de la basura

La recién derrotada Alemania en junio de 1919 firmó el Tratado de Versalles que la arrebataba, además de grandes territorios, la libertad de armar un ejército superior a 100 mil soldados, o tener aviones militares, o barcos de guerra grandes. Además, se comprometió a pagar grandes cantidades de dinero a los triunfadores de la 1ª Guerra Mundial, Gran Bretaña y a Francia. Por eso llegó Hitler al poder, porque los alemanes querían libertades y recursos para alimentar bien a sus hijos.   

Cuando eso sucede, los pueblos abrazan a cualquier líder que les prometa prosperidad, y eso hizo Adolfo, al igual que su vecino Mussolini quien soñaba con regresar el tiempo para rehacer el Imperio Romano. Por eso Benito invadió en 1935 Abisinia (Etiopía), contraviniendo el Tratado de Versalles que creaba la Liga de las Naciones, para impedir las agresiones entre los estados europeos. Y tampoco detuvo la invasión japonesa a Manchuria, así que las violaciones al leonino Tratado de Versalles identifica a Italia y Japón con los sueños de Hitler, de convertir su régimen en el Tercer Reich para gobernar siempre, sin importar las leyes que deberían aplicarse de acuerdo a sus apetitos. Alemania inició en 1933 un programa de rearme masivo, reactivando así la maltrecha economía alemana derivada de la Gran Depresión y, en 1936, reocupa Renania, conformando el llamado eje Roma-Berlín, bien amarrado con el tal Mussolini. Luego Hitler ‘amplió’ las fronteras del Reich, invocando que muchos alemanes eran minorías en otros estados, como en el caso de Austria, misma que en 1938 recibió con alegría la entrada del ejército alemán a sus ciudades. Gran Bretaña y Francia estaban sólo como ‘mirones de palo’ porque sus pusilánimes ministros Chamberlain y Daladier, respectivamente, solamente se atrevieron a convocar a una reunión con Hitler firmando el 30 de septiembre de 1938 el acuerdo de Munich pero para transferirle la zona de Los Sudetes a Alemania, pues los alemanes que vivían allí no querían pertenecer a Checoslovaquia, sino a su ‘verdadera patria’ que era el Tercer Reich. Estaban Chamberlain y Daladier tan asustados con el monstruo nazi, que no se les ocurrio invitar al acuerdo de Munich al gobierno Checo. Así que Hitler, en marzo de 1939, ocupó el resto de Checoslovaquia.

Gran Bretaña y Francia ofrecieron tímidamente apoyo militar a Polonia, pues el tal Adolfo ya estaba pidiendo para Alemania la ciudad de Danzig (Gdansk), y como titubearon sus contrapartes, sólo esperó a firmar un Tratado de No Agresión con la Unión Sovietica -nación a la que respetaba- para, el 1 de septiembre de 1939 invadir Polonia. 

Ya era el colmo, y los temblorosos dirigentes de Gran Bretaña y Francia tuvieron que declararle la guerra a Alemania, y se inició el baile de la violencia que terminó costando 50 millones de vidas a la humanidad. 

El desarrollo de la Segunda Guerra Mundial es muy conocido, así que solo quisiera remarcar que si se suscribe un contrato o tratado leonino en el que una de las partes se compromete a pagar lo que no puede, ese papelito va a terminar en el bote de la basura y después, vendrá la violencia.