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Papa pide a mexicanos compartir alegría porque no se encuentran solos

CIUDAD DE Mí‰XICO.- El Papa Francisco pidió a los mexicanos ser embajadores de la Virgen de Guadalupe y compartir la alegrí­a de saber "que no estamos solos", durante la misa que ofreció en la Basí­lica de Guadalupe.

El pontí­fice dejó claro que Dios se acerca al corazón "sufriente pero resistente de tantas madres, padres y abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos".

El Papa Francisco mencionó que tal como le sucedió con Juan Diego una mañana de diciembre, hoy Dios despierta la esperanza de "los pequeños, los sufrientes, los desplazados y descartados", así­ como de todos aquellos que sienten que no tienen un lugar digno.

En la construcción de un santuario de vida nadie puede quedar fuera, especialmente aquellos que normalmente no cuentan por no estar a la altura de las circunstancias o por no aportar el capital necesario para la construcción de las mismas", mencionó.

El Santo Padre resaltó que "el Santuario de Dios es la vida de sus hijos, de todos y de todas (...) especialmente de los jóvenes sin futuro, expuestos a situaciones riesgosas y dolorosas", así­ como los ancianos "olvidados en tantos rincones".

En un momento especial, el Sumo Pontí­fice llamó a los asistentes a guardar silencio y "mirar a la madre desde nuestros dolores, miedos y desesperaciones".

Explicó que ante tantas situaciones que nos quitan la fuerza, que nos hacen sentir que no hay esperanza, cambio y transformación, nos hace bien "un poco de silencio y mirarla a ella".

"Mirarla mucho, calmamente y decirle como lo hizo aquel otro hijo que la querí­a mucho: mirarte simplemente madre, dejar abierta sólo la mirada, mirarte toda sin decirte nada, decirte todo", dijo.

Mirarte madre, contemplarte apenas, el corazón callado en su ternura, en tu casto silencio de azucenas y en silencio, y en este estar mirándola escuchar una vez más que nos vuelve a decir: qué hay hijo mí­o el más pequeño, qué entristece tu corazón, acaso no estoy yo aquí­, yo que tengo el honor de ser tu madre", agregó.

El Santo Pontí­fice refirió que "nuestra madre nos da la certeza de que las lágrimas de los que sufren no son estériles, son una oración silenciosa que sube hasta el cielo y que Marí­a encuentra siempre un lugar en su manto, en ella, y con ella dios se hace hermano y compañero de camino, carga con nosotros las cruces para no quedar aplastados por nuestros dolores".

El Santo Padre exhortó a los miles de asistentes a darle de comer al hambriento, darle de beber al sediento, consolar al afligido, visitar al enfermo, socorrer a los presos y tener paciencia con los demás.

Antes de finalizar la misa, el papa Francisco bendijo y obsequió una corona de oro a la Virgen de Guadalupe.