22/May/2024
Editoriales

El gran Esopo

Es tal vez el sabio más conocido de la historia. Pero poco sabemos de él, casi todo a través de Heródoto, pues él nunca escribió y sus fábulas las declamaba de memoria. Vivió hacia el año 600 adC., y su existencia estuvo rodeada de leyenda, de lo que más sabemos es de su muerte, pues fue acusado falsamente de robo en Delfos y fue ejecutado. Cuando era esclavo de Xanto o Yadmón de Samos, al percatarse de su sabiduría fue liberado y Creso, rey de Lidia, lo llamó a su corte. Lo envió a Delfos a que consultara el Oráculo y ofreciera sacrificios en su nombre, solicitándole que al final distribuyera entre los habitantes de aquella ciudad sagrada una suma de dinero. Esopo fue a Delfos pero al ver la avidez y rapiña de sus pobladores se limitó a cumplir con los sacrificios a los Dioses sin repaartir el dinero, devolviéndoselo a Creso. Sin embargo, los sacerdotes de Delfos se vengaron escondiendo en el equipaje de Esopo una copa de plata del templo de Apolo y lo acusaron de robársela. Este sacrilegio era castigado con la muerte y fue ejecutado. Pero de Esopo no se sabe a ciencia cierta ni dónde nació, pues igual se dice que fue en Frigia, aunque Heraclio de Ponto dice que era tracio, y otros lo hacen oriundo de Samos, Egipto o Sardes. Según Suidas, lexicógrafo griego del siglo XI, Esopo era disputado por las ciudades de Sardes, y Mesembria, sitio de donde según Aristóteles era su ciudad natal. Según Máximo Planudes, el monje bizantino que escribió La Vida de Esopo en el siglo XII, su aspecto físico era horrible, cuerpo raquítico, jorobado, y cabeza exageradamente grande. “Más feo que Esopo” se decía entre el pópolo de sus tiempos. Velásquez lo pintó en su famoso cuadro que se exhibe en el museo Del Prado, con una figura contrahecha. Heródoto dice que Esopo viajó con su amo el filósofo Xanto, y que su compañera fue una cortesana llamada Rodopis, quien era amante del hermano de Safo, llamado Caraxo. Aristófanes nombra a Esopo en Las Avispas, donde supone que estuvo en Atenas, y en esa comedia uno de sus personajes, Filocreonte, sale a escena memorizando las fábulas esópicas. Platón dice que Sócrates versificó las fábulas de esopo que recordaba. Y Sócrates mencionó: “Dijo Esopo un día a los gobernadores de la ciudad de Corinto que no se dejasen llevar de la opinión popular a la hora de juzgar la virtud”. Este concepto tiene validez atemporal, pues actualmente sigue estando presente una opinión popular ajena a la verdad. Aristóteles lo presenta en sus escritos como un orador popular en la Asamblea de Samos. Esopo fue uno de los comensales en el Banquete de los Siete Sabios en casa de Periandro en Corinto. En Atenas contó frente a Pisítstrato, tirano de carácter moderado, la fábula de las ranas que pedían rey. Los atenienses se prendaron de Esopo y le dedicaron una estatua que esculpió Lisipo. Este gran personaje de las fábulas no fue el primero en su género, pues quien lo inició fue Arquíloco, muerto a mediados del sgilo VII adC. Sus coetáneos lo veían (a Esopo) más como una figura cómica  y fue hasta su muerte cuando los análisis le dieron el nivel filosófico que realmente tiene.  Esopo no inventó, sólo heredó el concepto de fábula. Y las suyas, ni siquiera las escribió pero muchos que lo escuchaban se encargaron de hacerlo por él. Las Fábulas esópicas fueron reunidas por primera vez por Demetrio de Falero en 300 adC., para uso de los oradores, pero aquella colección se perdió. Más tarde, fedro y Babrio escribieron los apólogos de Esopo.

La cigarra y la hormiga; La zorra y las uvas; El granjero y la víbora; El león y el ratón; La liebre y la tortuga; El cuervo y la zorra; La gallina de los huevos de oro; El parto de los montes, y muchas más que persisten al paso de los siglos, traen un mensaje ahora sí que fabuloso. Lo sensacional es que siempre tiene Esopo un mensaje moderno, como por ejemplo: Los dioses ayudan a quienes se ayudan a sí mismos. O No sólo las plumas bonitas hacen hermoso a un pájaro. O Sólo los cobardes insultan al león muerto. Estos textos de Esopo nos llevan a la conclusión, aparte de que Esopo era realmente un sabio, que el hombre no ha cambiado un ápice desde sus tiempos, seguimos siendo los mismos torpes que no entendemos de valores, aunque sepamos de memoria algunas fábulas del inmortal sabio Esopo.