25/Apr/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

 

Junio 2 de 1929: muere en Atotonilco El Alto, Jalisco, el general Enrique Gorostieta. Enrique Nicolás José Gorostieta Velarde nace en Monterrey en septiembre de 1890, descendiente de una connotada familia de origen vasco. Hijo de Enrique Gorostieta González y de María Velarde Valdéz-Llano, y nieto del coronel Nicolás Gorostieta, estudia la educación primaria en Monterrey, e ingresa en 1906 al Colegio Militar, del que sale sin terminar sus estudios, pero con el grado de Teniente de Artillería, en 1911.

Se inscribe en el ejército cuando cae Porfirio Díaz, gobierna León de la Barra, Madero y luego Huerta. El 29 de octubre de 1913 ascendió a coronel. En abril de 1914, su participación bajo las órdenes del general Rubio Navarrete, en la defensa de Veracruz, le vale ser ascendido a General de Brigada por el gobierno de Victoriano Huerta. Al caer éste, Gorostieta continúa en servicio hasta que la licencia del gobierno federal en agosto de 1914 le libera de su compromiso con la institución y sale del país. En 1921 a la muerte de su padre, quien estaba exiliado en Laredo Texas, por la persecución que había a quienes formaron parte del gobierno de Huerta, regresó a Monterrey y casó en 1922 con Gertrudis Lasaga Sepúlveda.

Procrean a su hijo Enrique nacido en 1923 en la ciudad de México, pero que murió en 1924. Nacen su segundo hijo Enrique, el tercero, Fernando, y en 1928, Luz María.  A esta última hija ya no alcanzaría a conocerla porque en julio de 1927 fue contratado por la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa, para organizar militarmente en un solo ejército a los Cristeros, feligreses armados en lucha abierta contra el gobierno federal encabezado por Plutarco Elías Calles y antes por Álvaro Obregón –revolucionarios sonorenses con quienes no coincidía-.

Gorostieta ganaba con la LNDR un sueldo de 3 mil pesos oro al mes, más un seguro de vida. Combatió personalmente en Michoacán, Jalisco, Zacatecas y en Colima, buscando consolidar al Ejército Cristero en una sola unidad nacional, de acuerdo a las funciones para las que fue contratado. Sin embargo, convivir tanto con los hombres de fe, hizo que Gorostieta cambiara su talante espiritual, convirtiéndose al catolicismo, doctrina que antes solo respetaba, pero no profesaba. Considerado elemento incómodo para la pacificación de las huestes religiosas, a punto de terminar la guerra cristera es traicionado en junio 2 de 1929 –días antes de la firma de los tratados de paz- y asesinado en la hacienda del Valle, de Atotonilco el Alto, Jalisco, en un operativo del ejército federal. Las cartas del general Enrique Gorostieta a su esposa “Tulita” como él le decía de cariño, han sido objeto de estudios recientes por los analistas de esa sangrienta etapa revolucionaria nacional.

La película La Cristiada, patrocinada por el gobierno federal hace pocos años, está basada en estos mismos documentos y es considerada una venganza mediática de los resabios de los cristeros contra Plutarco Elías Calles, quien con su “Ley Calles” que interpretaba rígidamente los enunciados constitucionales de 1917, buscaba reducir las labores eclesiásticas y restringir la economía del Clero, así como cambiar una de las más significativas reglas de esa institución religiosa, que es el celibato. Enrique Gorostieta es una figura local importante sin reconocimiento popular (en Los Altos de Jalisco se le tiene alta estima a su recuerdo), pues aunque haya empezado su participación en la cristiada como mercenario, terminó transformado en un feligrés dispuesto a perder la vida por sus creencias religiosas.