04/May/2024
Editoriales

A solucionar el problema del ambulantaje

El comercio existe desde la Época del Neolítico cuando el trueque era necesario para la agricultura de subsistencia. Fue la primera actividad económica importante en nuestra Ciudad y, aún cuando Monterrey irrumpió como un emporio industrial, científico y tecnológico, siempre ha estado detrás -o al frente- de todas las actividades económicas. 

En cierto momento de la Época actual, la competencia entre Monterrey y las ciudades fronterizas texanas por el mercado del noreste de México se agudizó. En 1957 la CANACO protestaba porque los medios masivos de comunicación locales anunciaban los comercios de Laredo y Mc. Allen Texas con los precios en dólares, dando la impresión de que eran más baratos..

Una década después, en 1967, la Cámara mencionada envió un memorándum al director del periódico El Porvenir, Rogelio Cantú, pidiéndole la eliminación de la publicidad extranjera en su diario, y al siguiente año la directiva fue a agradecer a ese importante periódico que ya no aceptara anuncios de los comercios extranjeros.

La relación entre la CANACO y el Ayuntamiento de Monterrey ha sido intensa -y a veces tensa-. El punto de conflicto es el de los vendedores ambulantes, pues ambos, comerciantes establecidos y ambulantes, reclaman el libre ejercicio de su actividad, y quien debe resolver es la autoridad municipal.

En la lucha por la Ciudad, en el año 1922 los comerciantes organizados convencieron a otras asociaciones civiles para exigirle juntas al Ayuntamiento que se suprimiera un centro de vicio llamado la ‘Rifa Zoológica’ ubicado en el centro de la ciudad, y como ni el Municipio ni el Gobierno del Estado actuaban, en el mes de marzo enviaron un telegrama al Presidente Álvaro Obregón y en 24 horas ya tenían respuesta favorable.

El prestigio de la CANACO ha tenido reconocimientos sociales y políticos, tal es el caso que en 1923 el gobernador  Ramiro Tamez le pidió ser mediadora para llegar a una ‘conciliación amistosa’ entre el Ayuntamiento encabezado por el alcalde Leocadio M. González y el Gobierno del Estado.

Después, en octubre de 1925 los comerciantes de la calle Morelos pidieron al Ayuntamiento que prohibiera el ambulantaje, invocando no sólo el derecho sino la defensa de la salud de la población. En esa ocasión los comerciantes ambulantes hicieron valer su derecho al trabajo honesto para su sustento. 

En mayo de 1968 las autoridades municipales retiraron de las principales avenidas a los vendedores ambulantes, generándose manifestaciones que terminaron en una negociación entre líderes y autoridades para la reubicación en otros lugares a los ambulantes.

Se debe reconocer a los comerciantes sus valiosas aportaciones, pues sus luchas terminaron siendo de todos, como la instalación de una sucursal del Banco de México y con ella la proliferación de los bancos locales, el impulso desde 1896 para fundar un periódico independiente, el apoyo al Municipio de Monterrey, incluso pagando contribuciones por anticipado, como en 1918 a petición del Alcalde Domingo Valdés.

La implementación de campañas como la de prevención de la peste bubónica en 1920; la promoción de obras como la carretera Monterrey  Saltillo en 1924, y otras que le han dado a nuestra ciudad un nivel cosmopolita.

Sin embargo, últimamente poco hemos sabido de sus acciones para solucionar el problema del ambulantaje, que a todas luces merece la participación de toda la sociedad, empezando por la de los comerciantes establecidos.

Se dice que hay casos en los que el establecido coloca en su banqueta mercancía para que no sea invadida por algún ambulante, lo que no ayuda a nadie, pues si aquel ejerce ese derecho, éste lo exige, complicando la labor conciliatoria de la autoridad competente. 

Debemos entre todos encontrar una solución a este grave problema social que rebota en una deformación del rostro urbano de Monterrey, encabezados por la CANACO y la autoridad municipal.