25/Apr/2024
Editoriales

ELECCIONES EN EU: EL ANÁLISIS DEL PAIS

Por su importancia, reproducimos aquí­ í­ntegramente el análisis del corresponsal de El Paí­s en Washington, Marc Bassets, sobre las elecciones en EU de forma í­ntegra: " El populismo que sacude las instituciones a ambas orillas del Atlántico libra su batalla decisiva el martes en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Una victoria del republicano Donald Trump, el magnate inmobiliario y estrella de la telerrealidad que ha sabido conectar con el malestar de la clase trabajadora blanca, significarí­a la caí­da en manos de un insurgente de la fortaleza más preciada, la Casa Blanca. Un novato de la polí­tica con un mensaje estridente entrarí­a en la sala de mandos de la primera potencia mundial. Una victoria de la demócrata Hillary Clinton, una veterana de la polí­tica identificada con el establishment, darí­a claves sobre la manera de responder a los movimientos que cuestionan el sistema.

Donald Trump, en un mitin en la localidad de Reno (Nevada), ayer. JOHN LOCHER (AP) REUTERS-QUALITY

Estados Unidos, paí­s que se enorgullece de su carácter excepcional, sintoniza a veces con las corrientes de fondo del resto del mundo y en particular de Europa. Ocurrió a principios de los años ochenta, cuando la victoria del republicano Ronald Reagan coincidió con el Gobierno en Reino Unido de la conservadora Margaret Thatcher. Ambos captaron el espí­ritu de los tiempos. Su revolución económica todaví­a define el campo de juego de las sociedades occidentales. La sintoní­a se repitió en los noventa, cuando en EE UU, Reino Unido y Alemania llegaron al poder polí­ticos de la tercera ví­a, pragmáticos de centroizquierda que querí­an adaptar la socialdemocracia al mundo posterior a la caí­da del Muro de Berlí­n.

Las elecciones del martes son otro de estos momentos. Tras la Gran Recesión, que golpeó a las clases medias, EE UU y Europa vuelven a coincidir. Desde el voto a favor del Brexit al ascenso del Frente Nacional de Le Pen en Francia, desde la irrupción de Podemos en España y Syriza en Grecia al fenómeno Beppe Grillo en Italia o los avances de los contrarios a la inmigración en Holanda o Alemania, es la hora del populismo.

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Para los estadounidenses, la palabra populismo no tiene connotaciones positivas ni negativas. No es progresista ni conservadora. Como sostiene el historiador Michael Kazin en The populist persuasion (La persuasión populista), más que una ideologí­a es una retórica que define el terreno en términos de enfrentamiento entre los de abajo y los de arriba, el pueblo y las élites.

"Desde hace ocho años, en Estados Unidos para el 80% de personas los sueldos no han crecido. Solo el 20% de arriba ha experimentado crecimiento económico", dice en Washington a EL PAíS Arthur Brooks, presidente del American Enterprise Institute y uno de los intelectuales de peso en la nueva derecha estadounidense. "Cuando pasan estas cosas, y durante tantos años, hay más populismo. Ha pasado muchas veces en Europa. De vez en cuando, en EE UU. Ya somos Europa. Tenemos un candidato como Le Pen o como Nigel Farage o Beppe Grillo o cualquier otro".

"Y cuando la gente tiene que esperar tanto [a la recuperación económica] llega un momento de frustración en el que aparece un polí­tico que tiene explicaciones", continúa Brooks. "Y dice: 'Yo te puedo explicar lo que está pasando aquí­. Los inmigrantes vienen de México y te quitan el trabajo. O los chinos. O las guerras chupan el dinero del paí­s'. No es verdad, pero la gente dice: 'Por lo menos hay alguien con explicaciones'".

Cuando Trump asegura que el sistema está amañado, o que existe un complot de los medios de comunicación, los bancos y oscuros intereses internacionales en su contra, apela a los agravios de sus votantes ante un establishment que creen que les da la espalda. Pero sus mentirosas teorí­as conspirativas reflejan, quizá involuntariamente, una realidad: a las élites —la prensa, Wall Street, los viejos jefes republicanos, los laboratorios de ideas, el aparato de defensa, grandes instituciones internacionales— les asusta la posibilidad de verle en la Casa Blanca.

Un nuevo Frente Popular

Una victoria de Trump y su nacionalpopulismo polí­ticamente incorrecto supondrí­a una derrota de estas í‰lites, una sacudida al sistema en el paí­s con el que se mide, por emulación u oposición, el resto del mundo. Y serí­a una prueba de que las salvaguardas de los sistemas democráticos son insuficientes para impedir la llegada al poder de un polí­tico con un discurso demagógico y autoritario. Si puede ocurrir aquí­, puede ocurrir en cualquier lugar.

También puede haber lecciones en una victoria de Clinton, como su coalición con las minorí­as raciales insultadas por Trump. O la alianza con el senador por Vermont Bernie Sanders, afí­n al populismo de izquierdas. Y otra lección: la unión transversal con los republicanos anti-Trump.

"Que tengas a republicanos de siempre como George H. W. Bush apoyando a Clinton, significa que debes construir una especie de Frente Popular, por usar este viejo término inspirado por los comunistas", dice Kazin, codirector de la revista socialdemócrata Dissent. "Lo que Hillary no ha hecho es impulsar un programa atractivo", añade. "Ha decidido: Haremos campaña contra Trump. Esto bastar· para ganarí­a. Habrí­a podido convencer a personas de clase trabajadora si hubiera hablado más de universidades gratuitas, de aumentar el salario mí­nimo. Los partidos socialdemócratas deben recordar a la gente lo que les gusta sobre el orden socialdemócrata. Y si no lo hacen, de alguna manera merecen perder".

Si en el mayor momento de furia contra el establishment gana Clinton, enviará un mensaje: aunque el malestar esté aquí­ para quedarse, el sistema es capaz de resistir.

El corresponsal del diario español El paí­s en Washington, Marc basset