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Conmemoran 124 aniversario de fundación del Banco de Nuevo León

En su efemérides de ayer, el presidente de la SNHGE, Leopoldo Espinosa Benavides, señaló que el primero de octubre de 1892, es decir hace 124 años, se fundó el Banco de Nuevo León con un capital de 2 millones de pesos, divididos en 20 mil acciones.

En su sesión de ayer sábado, Espinosa Benavides agregó que el Banco de Nuevo León llegó a tener 18 sucursales en Tampico, Ciudad Victoria, Nuevo Laredo, Sierra Mojada, Matamoros, Ciudad Porfirio Dí­az, hoy Piedras Negras.

También en Monclova, Torreón y Cuatro Ciénegas entre otras.

Su director fue Viviano Villarreal, y los principales socios: Evaristo Madero, Constantino de Tárnava, Marcelino Garza y Ernesto Madero.

Su función era el ahorro y créditos para agricultores, productores urbanos y empresarios mineros.

Agregó Espinosa Benavides que el movimiento revolucionario de 1910, llegó en forma armada a Monterrey hasta 1913, pero la incipiente estructura bancaria y el mercado financiero se paralizaron.

La Revolución Mexicana intervino casi todos los bancos del paí­s, por lo que algunas casas comerciales locales cumplieron este rol, como la de Guillermo López (1913), Ramón Elizondo (1914), Sada Paz Hermanos (1916) y Adolfo Zambrano e Hijos (1917).

Se dijo también que el gobierno constitucionalista de Carranza creó la Comisión Reguladora e Inspectora de Instituciones de Crédito, de acuerdo a la ley en 1897, que obligaba a estricta correspondencia entre reservas y emisión de billetes.

Por determinación de la Comisión Reguladora, los bancos De Nuevo León y Mercantil de Monterrey fueron intervenidos en 1916. El argumento para hacerlo fue que en la post revolución abundaban los bilimbiques, y se dificultaba identificar cuáles eran pagaderos.

Durante esta intervención se realizó un proceso de asepsia de bilimbiques, rescatando los cobrables y eliminando los que no valí­an nada. Además se revisaba que todo préstamo estuviera bien respaldado. (El rumor era que se querí­a impedir apoyos a los enemigos de la revolución).

Los gobiernos de los sonorenses Obregón y Calles, iniciaron la reconstrucción del sistema bancario y el crédito para desarrollo.

Así­, de la mano con el régimen revolucionario, nacieron: la Compañí­a Mexicana de Préstamos Acumulativos, fundada en Monterrey en 1922 y el Banco Comercial de Monterrey en 1927, además se revitalizaron el Banco de Nuevo León y el Mercantil del Norte. Para esto, hubo dos personajes nacionales que apoyaron el resurgimiento de la banca local: Aarón Saenz y Manuel Gómez Morí­n quienes hicieron posible la creación del Centro Bancario de Monterrey.

En 1929 la economí­a mundial se desplomó por la crisis norteamericana y la Bolsa de Valores. Esto fue tragedia en Monterrey, pero sirvió para que se modernizara la banca local.

En 1931, explicó Espinosa Benavides, el gobierno federal promulgó una Ley para regular los instrumentos de crédito, endureciendo los requisitos para acceder a los créditos. Se frenó la inversión pero se evitó la quiebra de los bancos, y para el final de la crisis, el Banco Central tení­a el control sobre la emisión del dinero y se consolidó la circulación de billetes.

"Esta crisis duró seis años, y en 1935 el mundo se sobrepone iniciándose otro auge en la banca regiomontana, destacando la creación de la Bolsa de Valores de Monterrey, que operó de 1950 a 1974.

En la década de los años 40 del siglo XX, el Banco de Nuevo León se fusionó con Banco Mercantil de Monterrey.

Y con el llamado milagro mexicano, durante las décadas de los años 50 a los 70, florecieron numerosas instituciones nuevoleonesas con actividades bancaria, financiera y de servicios conexos. Hasta que, en los años 70 se creó la Banca Múltiple, instituciones con todos los servicios financieros minimizando a la banca especializada.

Con la nueva Ley de Sociedades de Fomento, expedida en 1973 que reducí­a impuestos a la industria, se formaron los grandes corporativos locales como: ALFA, VISA, VITRO, CYDSA, CEMEX, IMSA, Protexa, Pyosa y Proeza.

Sin embargo, esa época dorada fue breve, pues la economí­a mundial sufrió graves problemas como la inflación, que repercutió en el crecimiento de la deuda externa nacional, trayendo una desconfianza empresarial y la devaluación de 1976; la primera después de largos años de estabilidad del peso mexicano frente al dólar (la paridad pasó de 26 a 47 pesos por dólar).

Para enfrentar la crisis económica, el paí­s empezó una intensiva explotación del petróleo de 1977 a 1981. José López Portillo (1976-1982) recuperó la confianza del empresariado regiomontano a través de un pacto firmado en 1977, denominado "Alianza para la Producción". Los empesarios tuvieron acceso al crédito público y extranjero, pero luego regresó una crisis internacional con mayor fuerza.

La caí­da de los precios del petróleo llevó a la devaluación del peso frente al dólar; la moratoria en el pago de la deuda externa tuvo como consecuencia la nacionalización de la Banca en 1982. Siete bancos regiomontanos fueron nacionalizados: Banca Serfí­n, Banpaí­s, Banco Mercantil del Norte, Banco Regional del Norte, Banco Monterrey, Banco Popular y Bancam.

Fue hasta el sexenio de Carlos Salinas, en 1990, cuando se privatizó de nuevo la banca, resurgiendo los banqueros regiomontanos: Eugenio Garza Lagí¼era compró Bancomer, Adrián Sada, Serfí­n; Jorge Lankenau, Confí­a y Roberto González, Banorte. Una vez que se sanearon los bancos y se recuperó la normalidad, inició un proceso de apertura a la inversión extranjera en el sector financiero.

Pero esto llevó a que los banqueros regiomontanos perdieran el control de los bancos. Banca Confí­a pasó a Citibank, Banca Serfí­n fue comprada por el banco español Santander, y Bancomer por el también español Banco Bilbao Vizcaya. Sólo Banorte (que adquirió IXE en 2010), Afirme y Banregio, son los representantes de la banca regiomontana. Además de pequeños bancos que comienzan a crecer como Famsa, y Bandera.

Historia de la Banca

La llegada de españoles a esta parte de la gran chichimeca, Nuevo León, trajo el concepto de dinero. Los indí­genas locales tení­an una economí­a de supervivencia, a lo más utilizaban el trueque con algunos objetos de "lujo" como conchas traí­das de las costas del golfo o algunas pieles traí­das del norte. Pero ya con los españoles pronto aprendieron a cambiar pieles por armas como mosquetes, cuchillos y caballos.

Los fundadores de nuestra ciudad, al principio utilizaban el trueque para adquirir productos de supervivencia. Huevos por maí­z, trigo por miel, y hasta trabajo por mercancí­as. El dinero español adquirió valor hasta mediados del siglo XVII cuando los convoyes viajaban con mercancí­as valiosas del centro del virreinato a las provincias nórdicas de Tejas y Santa Fe de Nuevo México.

Para que los negocios del comercio y servicios a viajeros y comerciantes prosperaran, se requerí­a capital. Se necesitaba iniciar otros rubros y financiar la adquisición de pieles, maderas, esclavos y caballos en Tejas, Santa Fe de Nuevo México y más allá, en Luisiana francesa y Georgia británica. Así­ que se recurrió a la iglesia, terrateniente y gran capitalista. (La gente común también recurrí­a a la Iglesia para préstamos en caso de enfermedad, para construir o reparar casas, pagar dotes matrimoniales, etc.)

La Iglesia prestaba a réditos moderados para la época, que no pasaba de "la Quinta". Las tesorerí­as de las provincias y los ayuntamientos exclusivamente pagaban "libranzas", especie de órdenes de pago firmadas por el rey, el virrey y los gobernadores, a particulares para el pago de servicios prestados o por prestar.

Esto cambió poco con la Independencia, La primera República Federal (1824-1836), las dos Repúblicas Centrales (1836-1847) y el perí­odo caótico que le siguió. Hasta que el 16 de mayo de 1854, el dictador Antonio López de Santa Anna promulgó el Primer código de Comercio llamado, código Lares (en honor a Teodiso Lares ministro de comercio que lo redactó), pues Santa Anna necesitaba un nuevo sistema financiero. Es que la Iglesia Católica le negó un préstamo en 1848 para enfrentar al invasor norteamericano, aduciendo que Santa Anna manejaba torpemente al ejército y al tesoro nacional.

Con la Ley Lares creó pagarés, libranzas, letras de cambio, casas de préstamos y aví­o, además de Tribunales Mercantiles especializados. Esto se inspiraba en la legislación española de 1829; pero de corta vigencia pues en 1855, la llamada Ley Juárez, (Ley de Administración de Justicia y Orgánica de los Tribunales de la Nación del Distrito y Territorios), regresó la jurisdicción mercantil a los tribunales civiles.

Pero el código Lares dio nuevo impulso a la economí­a regiomontana. Aún abrogado, de 1854 a 1890 son comunes los protocolos notariales de libranzas y letras de cambio. Fue hasta 1884 cuando se publica un segundo Código de Comercio, remplazado hasta el actual de 1990.

Para 1892 habí­a en Monterrey una élite de comerciantes prestamistas, que luego serán banqueros. El uso de la letra de cambio a nivel regional surgió por el gran intercambio mercantil y monetario, muestra del poderí­o de Nuevo León. La letra de cambio se utilizaba para pagos en otras ciudades, cambios de monedas extranjeras y sobre todo para otorgar créditos.

De 1890 a 1910 se dio la primera gran industrialización de Monterrey. Nacieron las primeras tres industrias metalúrgicas de hispanoamérica (1890) y la primera siderúrgica (1900), así­ como la cervecera, cementera y del vidrio, que requirieron crear dos instituciones bancarias locales: el Banco de Nuevo León en 1892 y el Banco Mercantil de Monterrey en 1899.