26/Apr/2024
Editoriales

La memoria registra lo que uno le ordene

 

Dos ingenieros que eran muy amigos comenzaron a construir, juntos por primera vez, una obra. Todo iba bien hasta que debían hacer la estimación de la obra para cobrar sus honorarios. Como algunos tramos eran comunes, las dos estimaciones salieron diferentes, pues el uno consideraba que su avance era superior al del otro. 

Comenzaron a discutir como nunca antes lo habían hecho, y ese diferendo los calentó pues la estimación significa dinero, y ambos lo necesitaban para pagarle a su gente. 

El ingeniero Luis era violento, y en un arrebato le dio una fuerte cachetada a su amigo el ingeniero Manuel, quien cayó al suelo quedando muy dolido, pues consideraba a Luis su mejor amigo, y por dinero lo abofeteó enfrente a todos los trabajadores de la obra.

Desconcentrado, para alejarse de Luis se encaminó a una rampa de terracerías por donde entraban los camiones de carga. 

Y ahí escribió en la tierra: “Mi gran amigo Luis me dio una cachetada delante de todos”.

Luis le ofreció disculpas a Manuel, pero este no podía asimilar lo ocurrido y, lo que hizo fue buscar un sitio en donde se le pasara el disgusto. 

Pero, aturdido, no se dio cuenta que caminaba rumbo a una grúa que subía materiales a la obra, y venía girando la canastilla precisamente al sitio a donde se enfilaba. 

Luis se percató de ello y la gente que estaba viendo todo se paralizó presintiendo una tragedia, y Luis, sin pensarlo salió disparado hasta donde estaba Manuel. Llegó medio segundo antes que la canastilla y lo aventó con todas sus fuerzas, salvándole la vida. 

Manuel casi se desmayó del susto, pero rápidamente sacó la bitácora de la obra y anotó: “Mi gran amigo Luis me salvó la vida”.

Luis le preguntó a qué se debía que cuando le golpeó el rostro lo apuntó en la tierra y cuando le salvó de la grúa lo apuntó en el libro más importante de la obra que es la bitácora. Manuel le respondió:

Mi padre me enseñó que si alguien me lastimaba lo anotara en la tierra para que cuando pasaren las personas o los autos lo borraran. Y que si alguien me ayudaba, que lo anotara en un documento valioso para que siempre lo recordara, y nadie pudiera borrarlo, incluso ni yo mismo. 

 

La moraleja es: Olvida los insultos y recuerda los favores recibidos.