30/Apr/2024
Editoriales

El antes y después… ¿De qué?

“Abre tu corazón y no tengas miedo de que te lo rompan. Los corazones rotos se curan. Los corazones protegidos acaban convertidos en piedra.”

                                                                                                             Anónimo

 

¿A dónde vamos?, ¿Hacia dónde caminan nuestros corazones?

No importa a donde te dirijas mientras recorres el mundo, la vida será lo que tú elijas que sea, sin embargo, un día, tu andar se detendrá y comprobarás que todas las vidas terminan en el mismo lugar.

“La vida de cada hombre termina de la misma manera. Solo los detalles de cómo vivió y cómo murió distinguen a un hombre de otro”.

                                                                                                     Hernest Hemingway

 

Y retomando la primera pregunta: ¿a dónde vamos? En lo personal, agregaría cuatro palabras importantes: después de la pandemia. Recuerdo bien que antes de ese evento, no solía caminar de prisa ni pensar tanto en cuestiones relacionadas con la fragilidad de la vida. 

Sin embargo, a raíz de que el mundo se cerró –como dijo un querido amigo- se dieron muchos cambios. Hubo corazones que se protegieron y dejaron de compartir sentimientos. Hubo otros que terminaron destrozados ante la partida de algún ser querido y otros tantos se tornaron tibios. Pero todos, sin excepción,  dejamos de abrazarnos, de compartir momentos y de experimentar la cercanía.

Y en aquellas calles vacías, rondaba el eco recurrente de una pregunta: ¿Qué es el mundo? ¿Qué es el mundo?... ¿Qué es?

El mundo es eso. Un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman, pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende. “El libro de los abrazos” (1989), Eduardo Galeano

El mundo es eso, y a veces basta algo tan pequeño como un instante para cambiarlo todo. No se necesitan cien años ni doce horas, no, en un santiamén cualquier cosa puede ocurrir. Así de frágil y delgado es el hilo que nos separa de la muerte o nos conecta a la vida. ¿A la vida que es como un sueño? Si, a esta maravillosa experiencia que es el vivir.

Sin embargo, mientras soñamos dormidos, pocas veces logramos saber si en realidad estamos despiertos o no. Así me ocurrió aquella noche. Recuerdo que aún no comenzaba la madrugada del día 10 de febrero cuando decidí acostarme. Faltaban treinta minutos para la media noche. Me sobraba cansancio, también me rebasaba el sueño, y, desde luego, me hacía falta encontrar la respuesta a aquellas preguntas que minutos antes de entrar en mi habitación -le había cuestionado a Dios-: ¿Estaré haciendo lo correcto?, ¿será que debemos charlar sobre la vida y la muerte? No es que dudara de mí o de mis decisiones, a cualquiera le pasa preguntarse algo así en el último momento previo a iniciar cualquier proyecto. Yo acostumbro hacerlo cuando necesito que él me responda, porque sé que a menudo –de una u otra forma- se encarga de mostrarme la respuesta.

En esa fría noche, ni cuenta me di cuando el reloj marcó la una, luego las dos y después las tres. Yo dormía profundamente, hasta que, justo a las cuatro de la madrugada con quince minutos, un fuerte ruido me despertó. Y, si algo te despierta a esa hora, vaya que cuesta volver a coger el sueño. Era una llamada telefónica, ¡alguien necesitaba hablar conmigo! Por supuesto que me alarmé, porque cuando el teléfono suena a deshoras, casi nunca suelen ser buenas noticias. Y, efectivamente, no lo fueron. El señor Benítez acababa de fallecer. Me lo dijo su yerno.

Al señor Benítez nunca lo conocí, a su hijo sí, porque me compró un servicio funerario a futuro. Fue en el tiempo en que trabajé en una funeraria.

En aquella etapa de mi vida, ese empleo representó un gran reto. Jamás me hubiera imaginado trabajar vendiendo una de las cosas más difíciles de vender. Eso fue como haber cursado una maestría en ventas, porque es algo que pocos desean adquirir, es una compra que muchos piensan que todavía no es necesaria, o que pensar en ello conlleva una maldición. ¡Es llamar a la mala suerte! Dicen algunos. Para los mexicanos, cuando se aborda el tema de la previsión, definitivamente es una cuestión en la que no se quiere pensar; sin embargo, es un evento que al final del camino, tarde o temprano ocurrirá y siempre será necesario anticiparse a ese doloroso evento. Adquirir este tipo de servicios a futuro, es algo tan indispensable como acudir con un notario para dejar nuestro patrimonio en orden y tan importante como expresar nuestro amor cada día. Decir lo que sentimos, lo que queremos y sobre todo, lo que esperamos de aquellos a quienes amamos, es algo vital que no puede dejarse para más tarde o para mañana porque nunca sabemos si existirá otra oportunidad de hacerlo.

Esa situación, vivida día a día dentro de aquella funeraria, en repetidas ocasiones me llevó a reflexionar sobre la importancia de las cosas que decimos, cómo las compartimos y cuando lo hacemos. Entonces, empecé a imaginar cómo me gustaría retomar mi camino en el ámbito literario y decidí reunir los pensamientos y sentimientos de muchas almas en un libro cuya finalidad es dar espacio a esas voces que ahora callan y que desean expresar mensajes importantes antes de partir hacia otra realidad. Mensajes con los cuales serán recordados eternamente.

Si el señor Benítez hubiera sospechado siquiera que no habría un mañana para él, ¿qué le hubiera gustado decirle a su hijo? Tal vez muchas veces le hizo un sinfín de recomendaciones o le dio dos que tres consejos importantes; sin embargo, de haber conocido el futuro, seguramente le hubiera preparado un mensaje especial.

¿Por qué restarle importancia a todo esto? No veo por qué debamos hacerlo si de sobra nos hemos dado cuenta cuan incierto es nuestro próximo día. Es por ello que decidí comenzar a invitar a todo aquel que quiera expresar un mensaje importante y concentrar todas esas ideas en un libro titulado: “Testamentos del alma” el cual se encuentra ahora mismo en construcción.

Resumo la idea en esto: Testamentos del alma, es un proyecto literario repleto de pensamientos y sentimientos que trascenderán más allá del tiempo y las fronteras.

Si todo lo que he dicho hoy te ha motivado y deseas pertenecer a este grupo de personas dispuestas a compartir un mensaje especial con sus seres queridos y con el resto del mundo, puedes escribirme a: la.tecolota2@gmail.com y con gusto te proporcionaré información.