23/Apr/2024
Editoriales

El agua, su ausencia y su exceso

La primera recomendación que se da a quienes buscan prevenir un contagio de toda pandemia es lavarse las manos con agua y jabón. La primera condición de los profesionales de la nutrición a quien busca una buena dieta es beber varios litros de agua al día. La primera pregunta que se debe contestar para determinar el valor comercial de una propiedad rupestre es si el predio en cuestión cuenta con agua.

Siempre el agua va en primer lugar en todo, por tratarse del componente más abundante de la superficie terrestre y al interior de todos los cuerpos vivos. Marca la diferencia de nuestro planeta con los demás “vecinos conocidos”, y todos los esfuerzos que se hacen para explorarlos son para hallar agua en alguno de ellos, y poder considerarlo como sede alternativa de la vida humana.

El agua ha determinado el crecimiento y distribución de nuestra especie. Un ejemplo es el origen de nuestra Ciudad, fundada en tres ocasiones, siempre cerca de los ojos de agua y del río Santa Lucía. Pero su exceso es un peligro y así se demostró cuando las inundaciones en tiempos de lluvias obligaron a mudar toda la Ciudad a otro lugar cercano, y de mayor altura. 

Sin embargo, los siglos han pasado, la civilización avanza cada vez más, y aún se sigue rezando para que haya precipitaciones en abundancia, pero no en demasía. Porque los enormes volúmenes de agua que corren por el cauce del Río Santa Catarina -un río seco en condiciones normales-, cuando llueve en demasía, paradójicamente lo transforman en un animal que brama y destruye todo lo que se interponga en su camino, desbordándose en algunas mortales ocasiones. 

Sin embargo, el uso del agua para el aseo personal difiere entre las diversas civilizaciones. Cuando se colonizaron estas benditas tierras nuevoleonesas, las distintas tribus nativas coincidían en bañarse cotidianamente en las aguas del río y los europeos terminaron mitigando los fuertes calores adoptando la costumbre indígena del baño diario que sobrevive hasta nuestros días. 

Pero luego vino el problema de las aguas sucias, porque las acequias que repartían el vital líquido por los solares de la Ciudad se fueron saturando de viviendas; y la falta de un sistema integral de drenaje sanitario hacía que las fosas sépticas contaminaran las aguas limpias que acabaron siendo focos de transmisión de enfermedades. 

Así que el agua siempre ha sido el gran elemento para la sobrevivencia de la humanidad. Y hoy lo recordamos porque la actual temporada de estiaje es acompañada por las típicas altas temperaturas veraniegas que propician los incendios en los bosques y achicharran los sembradíos, así como matan de sed a nuestros ganados

Así que, como siempre, no tenemos más alternativa que acudir al mismo procedimiento ancestral: rezar para que llueva en abundancia… pero no demasiado