27/Apr/2024
Editoriales

Era mujer quien inventó el Lavavajillas moderno

La incorporación de la mujer a las actividades productivas no es nuevo, sólo que fue un proceso lento y ahora ya podemos apreciarlo cabalmente, pues hay muchas damas que nos superan en actividades que considerábamos exclusivas de varones. 

Por ejemplo, Josephine Cochrane, una distinguida empresaria estadounidense -hija del ingeniero civil John Garis, inventor de un equipo desecador de pantanos-, buscaba la forma de que la servidumbre de su casa no quebrara las caras vajillas de lujo cuando se lavaban. 

Pidió ayuda a su marido que era un político demócrata de buen nivel para localizar algún invento en cualquier lugar del mundo que le ayudara a resolver su problema doméstico. Como nada encontraron ambos, en el año 1886 Josephine decidió inventar una máquina que lavara platos, y en un cobertizo adjunto a su casa mandó construir unos compartimientos individuales de tela metálica, para los diferentes tamaños de los platos y piezas de cristal, apoyándose en el mecánico George Butters. 

Estas secciones metálicas se ajustaban en torno de una rueda montada en una caldera de cobre. Al accionarla un motor, la rueda ya cargada de platos y vajilla sucia, daba vueltas mientras de la caldera salía agua caliente jabonosa que caía sobre las piezas a lavar. En forma muy rudimentaria la señora había inventado el lava - vajillas, mismo que presentó en la Exposición Mundial de Chicago de 1893 luego de que en 1886 había patentado su invento. Se corrió la voz y sus amistades de alto nivel económico le pidieron que les fabricara una máquina para cada una de sus casas, lo que llegó a oídos de los encargados de restaurantes y hoteles quienes fueron a comprarle a la dama inventora una máquina de esas, y ella se dedicó a diseñar modelos más pequeños, algo que logró en 1914, pero esta nueva versión no pegó entre la gente común, pues requería agua caliente que en pocos hogares había. 

En una encuesta hecha entre 1915 y 1920, resultó que a las amas de casa les gustaba lavar los platos mientras sus hijos iban a la cama, pues les servía de relax para pensar lo hecho durante el día. Así, fue hasta 1950 cuando llegó el auge de ventas de esta máquina, pues la prosperidad había llegado con la post guerra y la gente no quería perder el tiempo fregando platos cuando podría dedicarse a convivir en la sobre mesa. 

Con el tiempo -en especial en los hogares que la mujer trabaja también- las labores de cocina se repartieron entre los dos cónyuges, y a los maridos les encanta apretar un botón y decir que ellos lavan los trastes sucios. El lavavajillas automático apareció a partir de 1940 y desde 1932 había salido al mercado un detergente especial para esa máquina. Al leer esta historia, me pregunto cómo es posible que el político marido de doña Josephine Cochrane no haya llegado a ser presidente de Estados Unidos, pues si esa mujer pudo romper la tradición de que los inventores de tecnología eran hombres, que no pudiera inventar algo para irse a vivir a la Casa Blanca.

Dejando de lado las especulaciones, la realidad es que en lugares como Monterrey, en donde el agua escasea, el uso de lavavajillas no es recomendable pues se desperdicia mucho del vital líquido, pero eso no le resta méritos a doña Josephine, la inventora del moderno lavavajillas.