Marzo 2 de 1829: muere en la ciudad de México, la corregidora de Querétaro, doña Josefa Ortiz de Domínguez.
Tenía 61 años, por tanto, al momento que ella avisó con tres taconazos en el entresuelo de su casa en Querétaro a Ignacio Pérez para que dijera a Juan Aldama, para que éste a su vez avisara a Hidalgo y a Allende que ya los habían descubierto en su plan insurgente, ella tenía sólo cuatro décadas de vida. No era –como la pintan algunos malquerientes- ninguna anciana decrépita en busca de amoríos. No, doña Josefa era una bella mujer que estaba enamorada de la libertad en compañía de su esposo Miguel Domínguez, corregidor de Querétaro.
Ella organizaba en su casa las ahora famosas tertulias literarias y entre sus invitados no faltaban Miguel Hidalgo, Epigmenio y Emeterio González, Allende y otros militares que organizaban la revuelta independentista. Esta mujer era ciertamente muy osada y como su esposo la conocía, hubo de encerrarla bajo llave pues ella quería, una vez descubierta la conspiración, salir a la calle a enfrentarse con las autoridades virreinales. El canónigo José María Beristáin y Souza, la calificó como "una verdadera Ana Bolena", mientras que el doctor Agustín de Lopetedi escribió el 15 de abril de 1814: "La conducta de la corregidora es notoriamente escandalosa, seductiva y perniciosa..." así fue de polémica esta mujer.
Hidalgo era el cura de Dolores, Allende, parte del regimiento Dragones de la Reina, y su hermano Domingo estaba con ellos dos. Hubo previamente otra conspiración, la de Valladolid que fue descubierta y apresados muchos de sus integrantes. Esta de Querétaro pudo fructificar por la inclusión del cura Miguel Hidalgo pero de no ser por la corregidora, aquella semilla sembrada no habría dado la cosecha que hoy disfrutamos todos los mexicanos.