28/Apr/2024
Editoriales

¿Debemos cambiar el sistema presidencialista por uno parlamentario?

 

Cuando en entrevista televisiva un famoso senador sonorense propuso un cambio de régimen político para convertir el sistema político mexicano en uno semi parlamentarista, la gran mayoría de los escuchas nos quedamos con cara de ‘what’.

Unos porque no estaban de acuerdo en el partido del proponente, otros porque no queríamos que esa confusa idea prosperara, y otros más porque no le entendieron.

Creo que el último grupo es el mayoritario, así que intentaré describir lo más simple posible las diversas formas de gobernar una nación con régimen democrático.

La principal diferencia entre los sistemas políticos es la figura del Jefe de Estado. En un sistema Parlamentario, el Monarca suele ser sólo figura ceremonial, por ejemplo, el rey de Gran Bretaña o el de España; ahí quien realmente gobierna es el primer ministro o el presidente. En cambio, en un sistema Presidencialista los dos papeles (jefe de estado y jefe de gobierno) coinciden en la misma persona del presidente.

Claro que hay otros sistemas políticos de gobierno como por ejemplo, la figura híbrida derivada de un régimen biunívoco, en la cual un presidente elegido por votación popular ocupa su cargo en paralelo a un primer ministro que designa el parlamento. A este sistema se le llama ‘semi presidencial’ en Francia, y en ese caso, ambos, presidente y primer ministro, participan en la administración del estado, aunque hay enormes diferencias en la división de poderes. 

Generalmente, la política exterior es llevada por el presidente, mientras que la política interior la lleva el primer ministro, aunque podría ser otro el procedimiento para diferenciar sus responsabilidades.

Las diferencias en otros rubros son también importantes. En un sistema parlamentario, el gabinete se determina en el Parlamento de acuerdo a las comisiones de trabajo legislativo, mientras que en el sistema presidencialista, el presidente nombra a su arbitrio a quienes desempeñan las demás funciones, excepto algunas muy específicas que deben cumplir ciertos requisitos y pasar por la aprobación del Poder Legislativo.

Y en el sistema que proponía aquel senador, uno semi parlamentarista, no quedaba clara la diferencia si se le quitaba o permanecía el ‘semi’ porque en un sistema parlamentario, el Parlamento ya es la única institución legitimada democráticamente, con facultades adicionales a las del Poder Legislativo, y el rey, presidente, o como se le llame a quien ejerza el Poder Ejecutivo, tiene facultades restringidas por el Parlamento, y esto era prácticamente lo que proponía, sólo agregándole el término ‘Semi’. Tal vez estaba refiriéndose a un sistema semi partidista en el que fueran los partidos políticos los que ejercieran las diversas carteras o secretarías del gobierno, lo cual, en México no sería recomendable, pues el desprestigio de todos los institutos políticos es creciente.     

Pero sí se debe hacer algo para que haya equilibrios en el poder, pues hay una evidente tendencia a que el sistema presidencialista mexicano sea absolutista.