Editoriales

La sangre

Es clásico en todas las culturas que haya personas con cierto linaje calificadas como de “sangre azul” o sus equivalentes. A lo largo de la historia, se han derramado metros cúbicos de sangre defendiendo a dirigentes políticos, religiosos y monárquicos considerados de sangre especial. Sin embargo, para la ciencia no existe nobleza ni linajes, sólo elementos sólidos estudiados académicamente. Y a partir del siglo XX se ha demostrado que la sangre humana es homogénea en todos los individuos, con una clasificación biológica que nada tiene qué ver con la castidad sanguínea ni con niveles sociales, mucho menos divinos.

El patólogo austriaco Kerl Landsteiner descubrió en 1900 que la sangre se clasifica en cuatro tipos: A, B, AB y 0.

Este científico comprobó tras una serie de experimentos que las transfusiones de sangre son seguras sólo si se hacen entre gente del mismo grupo. Advirtió que todos los grupos son compatibles con 0 y que AB es compatible con todos.

Los grupos se distinguen unos de otros gracias a las marcas que dejan las proteínas en la superficie de los hematíes –glóbulos rojos-, sustancias conocidas como antígenos que permiten a las células provocar reacciones de inmunidad ante las amenazas externas como son las bacterias patógenas. Por ejemplo, en el grupo A, los glóbulos rojos portan antígeno A y el plasma contiene una proteína llamada “anticuerpo B”. El grupo sanguíneo B tiene un antígeno B y anticuerpos. En cambio, el grupo AB tiene ambos antígenos y carece de anticuerpos. Por el contrario, el grupo 0 no tiene antígenos pero tiene ambos anticuerpos.  

Esto fue determinante para identificar la compatibilidad entre los grupos sanguíneos, pero Landsteiner siguió estudiando la sangre y cuatro décadas después descubrió el factor Rh (factor rheusus), un antígeno que identificó en los monos Rhesus, de donde proviene su nombre. Fue muy importante su descubrimiento porque el 85% de todos los seres humanos tienen Rh positivo. Esto significa que su sangre contiene el antígeno D que le permite al organismo defenderse contra las enfermedades. El resto, o sea un 15%, tiene Rh negativo, cuya sangre carece de ese factor.

Esto es primordial porque las transfusiones de sangre comenzaron a hacerse desde el siglo XVIII, y la mayoría de ellas terminaron fatalmente con la vida del recipiendario. Esto hizo que se prohibieran hasta que vinieron estos estudios científicos. Aún existen hospitales de origen religioso que no utilizan las transfusiones de sangre debido a la inercia provocada por sus creencias y también por las experiencias previas al avance científico descrito. Además de la invaluable aportación a la salud de las personas, la clasificación de la sangre tiene una enorme importancia en la gestación, pues una mujer embarazada de Rh negativo puede tener un bebé de Rh positivo, lo que hace que reaccione su sangre formando anticuerpos contra la sangre del feto. Estos casos especiales son motivo de estudios científicos y existen formas de tratarlos exitosamente.