20/Apr/2024
Editoriales

Yo, Ennio Morricone, he muerto

Tratando de describir al desaparecido Morricone tropecé con una frase de Robert Musil: “no es que el genio se adelante un siglo a su tiempo, es la humanidad la que se encuentra cien años por detrás de él”. Porque sólo un genio como lo era Ennio podría componer una pieza musical a los seis años de edad. Desde luego que a su deslumbrado padre, el músico Mario Morricone, tarde se le hacía para inscribir a su hijo en la Academia Nacional de Santa Cecilia cuando cumplió nueve años. Luego entró al conservatorio a estudiar un programa de armonía de cuatro años de duración, y este jovencito romano de doce años lo aprobó cuando habían pasado sólo seis meses. Su carrera en el cine es insuperable; fue autor de la banda sonora de unas quinientas películas. Nadie que sea honesto puede negar que la música del spaghetti wéstern “El bueno, el malo y el feo” compite con las actuaciones y la dirección de tan exitosa cinta. Es inexplicable cómo podía enviar mensajes indelebles al público con una música que mezcla gritos y silbidos bufonescos. Esa parte de la obra de Morricone explica a Musil diciéndonos que los humanos vamos retrasados un siglo respecto de los genios. Cuando vimos -y oímos- en las salas de cine la cinta Cinema Paradiso, fuimos envueltos por un ambiente sensual y nostálgico. Porque esta cinta clásica es una película que habla de películas y para ser inolvidable no podía tener menos que una música que nos llevara de paseo por la época en que se desarrolla la trama. Algo inédito es que, para la música de las escenas románticas, hizo buenas aportaciones Andrea Morricone, el hijo de Ennio, demostrando que el ADN de los genios algunas veces se transmite a otras generaciones. Ennio Morricone fue el músico más peleado por todos los directores europeos. Ganó muchos premios incluyendo el Oscar de Jóligud en 2016, pero a mi gusto, merece el premio mayor por esta carta ante su inevitable partida: Yo, Ennio Morricone he muerto. Lo anuncio así a todos los amigos que siempre me fueron cercanos y también a esos un poco lejanos que despido con gran afecto. Pero un recuerdo particular es para Peppucio y Roberta, amigos fraternos muy presentes en estos últimos años de nuestra vida. Hay solo una razón que me empuja a despedirme de este modo y a tener un funeral privado: no quiero molestar.                                                                                 

      Saludo con mucho cariño a Ines, Laura, Sara, Enzo y Norbert por haber compartido conmigo y con mi familia gran parte de mi vida.                                                                                  

 Quiero recordar con amor a mis hermanas Adriana, Maria y Franca y sus seres queridos y hacerles saber cuánto las quise.                                                                                                              

Un saludo lleno, intenso, profundo a mis hijos Marco, Alessandra, Andrea y Giovanni, mi nuera Monica y a mis nietos, Francesca, Valentina, Francesco y Luca.                                  

Espero que entiendan cuánto los he amado.                                                                                  

Por último María (pero no última). A ella renuevo el amor extraordinario que nos ha mantenido juntos y que lamento abandonar.                                                                                            

 A ella es mi más doloroso adiós.