26/Apr/2024
Editoriales

Los Grandes Gobernadores de Nuevo León. Alfonso Martínez Domínguez, primera parte

 

Los políticos viven en medio de la admiración y el odio, del halago y la crítica, del agradecimiento y el repudio. Esa es la naturaleza del mal llamado oficio más antiguo del mundo que, además de necesario para el desarrollo social, es fuente de justicia y prosperidad colectiva. Son muchas las virtudes que se requieren para ser un buen político, y entre ellas no siempre está el ser un erudito, sino interpretar las necesidades y aspiraciones del pueblo, encontrando las mejores soluciones. 

El Estado de Nuevo León ha sido gobernado por políticos ejemplares de casi todas las opciones posibles. En los últimos tiempos hubo una renovación del Poder Ejecutivo que ilustra las diferencias entre el político académico y el pragmático. Pedro Zorrilla fue un intelectual que gobernó apoyándose en sus conocimientos académicos y administrativos; mientras su sucesor Alfonso Martínez Domínguez fue un carismático líder de altos vuelos políticos, con amplias experiencias de vida. 

 

Orfandad del niño Alfonso Martínez Domínguez

Martínez Domínguez nació en Monterrey el 7 de enero de 1922, en el hogar del doctor Alfonso Martínez y Margarita Domínguez, junto a tres hermanos menores, Guillermo, Guadalupe y Teresa. Estos chicos quedaron huérfanos de padre cuando Alfonso tenía 7 años, y como la madre batallaba para hacerse cargo de sus hijos, sus abuelos paternos Alfonso y Refugio se hicieron cargo de ellos. Matricularon a los niños en colegios particulares locales, y a Alfonso le correspondió asistir al Colegio Franco Mexicano, pero ese apoyo terminó con la pronta muerte de los abuelos. 

Dos de sus tíos, el notario público Emeterio y Alejandro Martínez, internaron a los niños Martínez Domínguez en el Hospicio Manuel Gorostiza en la ciudad de México, de donde Alfonso escapó. Sin embargo, su abuela materna Rafaela, lo pudo localizar y se lo trajo a vivir con ella en Monterrey. 

Pero Alfonso se sentía comprometido con sus hermanos, así que realizando algunos trabajos pequeños reunió lo mínimo necesario para traerse a sus consanguíneos a vivir con él en Monterrey. Una vez conseguido su objetivo se regresó a la ciudad de México a buscar trabajo. Bastantes años después, sus tíos le entregaron diez mil pesos como herencia de su padre, y con ese dinero mandó a hacerle una lápida a la tumba de su abuelo. 

 

Consigue empleo en el Departamento del Distrito Federal

Regresando a su historia, el joven quinceañero Alfonso Martínez Domínguez consiguió trabajo de “comodín” en el Mercado de la Merced para de ahí alcanzar su primera meta laboral: trabajar para el Departamento del Distrito Federal. Empezó como operador del elevador, y al mismo tiempo conserje en la oficina de Cosme Hinojosa, regente del Distrito Federal. Durante sus tiempos libres estudió taquigrafía y mecanografía y una compañera de la oficina lo llevó al sindicato para que le afiliaran.

 

El inicio de su carrera en la burocracia y su primer liderazgo político

Su inteligencia y talante cortés le permitieron subir la escalera de la burocracia en el Departamento del Distrito Federal hasta que, de 1943 a 1946 llegó a ser Oficial Mayor de esa importante dependencia, sin dejar de tener a su cargo la redacción de boletines a la prensa, oficio que ágilmente aprendió sobre la marcha. En paralelo, gracias a sus participaciones dentro del sindicato defendiendo los derechos laborales de sus compañeros, alcanzó su primera meta política: la Secretaría General del Sindicato de Trabajadores del Distrito Federal que en ese tiempo tenía a unos cien mil afiliados.

 

El joven “Don Alfonso”

Actuando con semejante representación, la clase política hubo de aceptar a un nuevo miembro: el joven talentoso y carismático Alfonso Martínez Domínguez. Sus acciones y discursos eran tan vigorosos que el mismísimo presidente Miguel Alemán lo incluyó en una lista de sus candidatos a las diputaciones federales. Desde luego que se alzó con la victoria pues en aquellos tiempos casi todos los candidatos del PRI ganaban, y más el novel líder sindicalista que a su corta edad (24 años) comenzaban a decirle “Don Alfonso”. Fue parte de la XL Legislatura del Congreso de la Unión de 1946 - 1949.

 

Líder de la FSTSE y parte de “La Trinca Infernal”

A partir de este debut legislativo, su nombre se escuchaba en todos los intríngulis políticos nacionales. En Donceles consiguió los amarres políticos necesarios para ser entre 1949 y 1953, secretario general de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado mexicano, FSTSE. Y desde esa plataforma voló en el alto cielo político nacional. Alfonso Martínez Domínguez fue un dinámico integrante de la famosa “Trinca Infernal” conformada por “El colorado” Rómulo Sánchez Mireles, y el ingeniero Jesús Robles Martínez. 

Este aguerrido equipo tuvo presencia y participación en cuanto movimiento político se iniciaba en el país. Para 1952, Alfonso Martínez Domínguez ya era diputado federal por segunda ocasión, ahora por el 17º distrito electoral de la ciudad de México. En 1958 Martínez Domínguez fue secretario de organización del PRI para la campaña presidencial de Adolfo López Mateos 1958. Y esta posición le abrió más oportunidades de contactos políticos en el país, adicional al de los servidores públicos de la FSTSE.

 

Líder de la CNOP nacional

Entre 1960 y 1961 fue coordinador general del ISSSTE, cargo que -según dijo-, le inspiraría años después a fundar lo que sería el ISSSTELEON de nuestro estado. Terminada su gestión en el ISSSTE, retomó su cartera de Organización del Partido, y agotado su periodo alcanzó la Secretaría General de la CNOP, al mismo tiempo que era el representante del PRI ante la Comisión Federal Electoral.

 

                                            Diputado por Nuevo León y como presidente de la Cámara toma protesta a Díaz Ordaz

Desde ese liderazgo de clases populares, en 1964 fue candidato a diputado federal, ya por Nuevo León, compitiendo por el IV distrito con cabecera en Sabinas Hidalgo. Ganó y fue presidente del Congreso en la primera Cámara Pluripartidista de México, tomándole protesta al presidente Gustavo Díaz Ordaz, con quien hiciera equipo de ahí en adelante. 

AMD había hecho oficio periodístico en su paso por el Departamento del Distrito Federal, y en esa Legislatura promovió la edición de dos importantes obras generales de consulta, que siguen teniendo vigencia para historiadores, investigadores y curiosos de la política: “Los Presidentes de México ante la Nación” que en cinco volúmenes compilan los informes presidenciales de 1821 a 1966, y los derechos del pueblo mexicano, “México a través de sus constituciones” con la evolución de los derechos humanos en la historia constitucional mexicana.

 

Presidente del CEN del PRI, y coordinador de la campaña de Echeverría

Martínez Domínguez se movía en la alta política como pez en el agua. En La Paz, BCS presidió en 1966, junto con su homólogo norteamericano Mike Mansfield la Reunión Parlamentaria México-Estados Unidos. Y en ese mismo año fue orador huésped en los Congresos de Guatemala, El salvador y Honduras. Así que a nadie extrañó que de 1968 a 1970 fuera presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI y jefe de campaña del candidato presidencial Luis Echeverría Álvarez, quien traía el lastre de la matanza de 1968 pues en aquel momento había sido Secretario de Gobernación.

El desarrollo de la campaña presidencial traía la marca AMD, desde giras nacionales hasta los grandes temas a debatirse. La promoción del candidato Echeverría era excelente, sin embargo, la figura del Presidente del PRI creció tanto que el ave negra de los celos se hizo presente, pues el nombre de AMD estuvo en la lista de posibles candidatos a “la grande”. Las fotografías de campaña en donde aparecen juntos Echeverría y Martínez Domínguez muestran a dos políticos en la cumbre, el de la sonrisa abierta era Alfonso Martínez Domínguez, y el menos eufórico era Echeverría.  

 

Regente del Distrito Federal y la masacre estudiantil del Jueves de Corpus

Al triunfo electoral de Echeverría en 1970, tomó posesión de la Presidencia de México y nombró a Alfonso Martínez Domínguez regente del Distrito Federal. AMD estaba en “su casa” y además conocía las entretelas del poder, así que la gente hacía cola para solicitarle apoyos y no sólo iban de la Ciudad de México, sino de otras partes del país. Echeverría había iniciado un proceso de consolidación de su liderazgo prescindiendo lo más posible del diazordacismo y deshaciéndose de Martínez Domínguez mataría dos pájaros con la misma piedra, era equipo de Díaz Ordaz y le hacía sombra política. 

Así que Alfonso Martínez Domínguez fue regente del Distrito Federal sólo por siete meses, debido a que el 15 de junio de 1971 Echeverría le pidió su renuncia, por la masacre estudiantil de San Cosme, ocurrida cinco días antes –el jueves de Corpus-, con lo cual estaba condenándolo públicamente a ser el responsable de la matanza.

Al no haber investigación formal pasaron los años sin que se encontrara a un responsable, y Don Alfonso estaba en las penumbras políticas. En 1978 Martínez Domínguez narró al periodista Heberto Castillo, su versión de los hechos del 10 de junio de 1971. Afirmó en la entrevista que el presidente Echeverría le había tendido una trampa; ese diez de junio que coincidía con la festividad católica del Jueves de Corpus, el presidente le había dado instrucciones vía telefónica para reprimir con violencia una represión contra estudiantes, y que Leandro Rovirosa era testigo de eso.

Como se resistía a obedecerle, LEA citó a Martínez Domínguez en Los Pinos hasta que le avisaron por teléfono que sí habían ejecutado la instrucción presidencial con un grupo llamado “Los Halcones”. Que luego de los hechos y ante la indignación de la comunidad internacional, el Presidente le dijo que él iba a ser “el sacrificado” y que por tanto, debía renunciar. Don Alfonso, hecho en la disciplina política así lo hizo, yéndose a su casa “el ostracismo” le llamaba él por unos ocho años.

 

La gubernatura de Nuevo León, un objetivo difícil si el Presidente no quiere

A su manera de hacer política, Martínez Domínguez seguía trabajando en la oscuridad fortaleciendo en Nuevo León a sus dos grupos políticos que lo proyectarían a la gubernatura: el de Graciano Bortoni Urteaga, Encarnación H. Espinosa, Antonio O’Farril, Reyes Retana, Remo Villarreal y otros; más el de “Conciencia y Participación Política” dirigido por Arturo de la Garza González, Enrique Torres López y un nutrido grupo de políticos locales.   

Cada visita de Don Alfonso a Monterrey “movía el avispero” político, y los reportes a Gobernación, así como al Departamento de Inteligencia Nacional, exasperaban a los funcionarios federales responsables de la política, pues el Presidente había girado instrucciones de que no permitieran un destape de Don Alfonso. Esto obligó a que Leopoldo González Sáenz –del grupo de Corona del Rosal y aspirante también a gobernador- destapara a Pedro Zorrilla como candidato del PRI, en diciembre de 1972, justo antes de que hicieran lo propio los seguidores de AMD en una reunión ex profeso convocada en el Club de Leones de Monterrey. Continuará… 

 

Fuentes:

Génesis y Evolución de la Administración Pública del Estado de Nuevo León, 

Isabel Ortega Ridaura

 

El Partido de la Revolución Mexicana, Miguel González Compeán y Leonardo Lomelí (coordinadores)

 

Martínez Domínguez y yo, Memorias de Graciano Bortoni Urteaga, Raúl Robledo.