Internacional

Cómo sobreviven en Texas sin electricidad y bajas temperaturas récord

Más de 4.4 millones de hogares en Texas se han quedado sin energía eléctrica y han tenido que enfrentar las heladas hasta por más de 24 horas dentro de sus casas. Algunas personas han podido encender sus chimeneas, otras han buscado refugio con vecinos o familias, pero unas más solo han podido sobrevivir con velas y envueltos en sus cobijas.

Cerca de las 10 AM del martes, después de 24 horas sin suministro de energía, la luz llegó al hogar de los González, una pareja de abuelos que vive sola en una casa de Glenn Heights, al sur de Dallas.

La energía volvió justo cuando Dinora González, de 68 años, estaba a punto de llamar al 911: su esposo Joe González, de 78 años y con una diabetes crítica, tenía las orejas y las manos congeladas, no lograba calentar el cuerpo debajo de las cobijas de la cama.

“Me asusté mucho”, dijo la señora González, “desde la madrugada él decía que no aguantaba el frío pero no podíamos irnos”.

El automóvil lo tenían guardado en el garaje, sin electricidad no podían sacarlo de ahí, y además, su familia en Mesquite tampoco tenía luz.

La luz se fue desde las 9:15 a.m. del lunes, dijo González, a quien la compañía de electricidad Stream le señaló primero que llegaría en 15 minutos y después le prometió que en cuatro horas. Esto no sucedió y también se quedaron sin agua.

Una vecina al lado de su casa le ayudó a llamar a Stream durante el lunes y les llevó al mediodía boloña, pan y queso para que pudieran prepararse unos sándwiches. Un día antes, el domingo, los González habían intentado comprar algo de comida en el supermercado y encontraron los anaqueles vacíos.

Mientras transcurría el día lunes, los abuelos encendieron veladoras de vasos de cristal con imágenes de santos y vírgenes y se pusieron a rezar, sentados en el sillón de la sala.

“Estuvimos haciendo oraciones, rezando el rosario y pidiéndole a Diosito que llegara la luz”, contó la señora González. La energía regresó al mediodía pero solo unos minutos, los suficientes para preparar una leche con avena, y se volvió a ir.

Cuando oscureció, se pusieron más ropa encima, se metieron a la cama y se cubrieron con más cobijas. Dejaron las veladoras encendidas en la habitación con la esperanza de que los calentaran un poco.

“Como quiera no nos calentábamos”, dijo González.

“No dormimos, no podíamos dormir, porque estábamos con el frío. Estábamos envueltos con guantes, calcetines gruesos, sudaderas gruesas y gorros, pero estaba muy frío, no podíamos salir o irnos a otra parte”.

Cuando la luz regresó a su hogar la mañana del martes, amigos de su comunidad católica en Lancaster se enteraron de la noticia y le llevaron tortillas y algo de comida calientita.

Después de haber pasado horas de frío y el susto de que su marido le diera una hipotermia, la señora González está preocupada por una amiga que también es mayor de edad y vive sola, cerca de su casa. Por suerte, dijo, a su amiga no le habían cortado la luz.

Descongelar nieve para usarla como agua en el baño

En Denton, la familia Soto se quedó sin luz el lunes por la madrugada. Tampoco tenían agua porque las tuberías de su casa móvil se congelaron

Por la tarde del lunes la electricidad regresó, pero no el agua. Aunque habían guardado algunas cubetas con líquido, pronto se terminó.

“Nos pusimos a descongelar la nieve para echarla en el baño”, narró Alejandro Soto. “No nos quedó de otra porque no teníamos ni para lavarnos las manos”.

Alejandro y su esposa viven con sus padres, por lo que solo hay cuatro personas en casa.

Ante la falta de agua, los Soto tuvieron que buscar refugio en el departamento de su otra hija, quien sí tiene agua, aunque la luz llega de forma intermitente.

Así que armaron maletas con ropa y tomaron toda la comida que pudieron, se llevaron también el asador y carbón para poder cocinar en el balcón por si los cortes de luz durante todo el día.

Soto no tenía gasolina suficiente en el automóvil y tuvo que manejar durante 15 minutos para llegar a una estación cercana, solo encontró la más cara, una libre de etanol a $4 por galón.

“Mientras tengamos agua estaremos bien, porque sin luz sí podemos, pero son agua estamos amolados”, dijo Soto.

Sin luz y con una hija con discapacidad

A Teresa Espinoza, de 50 años, lo que más le preocupa son los efectos del frío en el cuerpo de su hija Riggel Tasayco, una niña de 16 años con hidrocefalia, espina bífida y síndrome de Chiari.

Su apartamento ha estado más de 30 horas sin energía eléctrica y solo tienen un hilo de agua que cae de la llave de la cocina: la luz se fue la mañana del lunes y cuando volvió durante la madrugada, lo primero que hizo Espinoza fue recargar la batería de su celular. El suministró duró sola una hora, dijo Espinoza, y desde entonces no ha vuelto.

Espinoza y su hija han pasado estas horas en una cama amplia, debajo de una gruesa cobija blanca con colores infantiles; las dos tapadas hasta la cabeza con sudaderas y con ropa cálida.

“Estamos con friito”, dijo Espinoza, “tapadas con lo que podemos y comiendo lo que hay porque no se puede calentar nada: cereal, atún, puras cosas así, secas, galletas; así estamos, lamentablemente”.

La madre y su hija Riggel son originarias de Chile, vivieron durante años en Perú y emigraron hace tres años a Dallas para tener un tratamiento médico. La niña fue operada Scottis Rite hospital for Children y ahí vivieron durante ocho meses, después estuvieron viviendo en la Roland McDonald House, luego en hogares temporales y, desde el año pasado, se mudaron a un apartamento cerca del centro comercial de la Galería.

“No pensamos que nos iba a tocar esto solas, si estuviéramos ahora en el Roland McDonalds estaríamos más calientas”, dijo Espinoza con buen humor, “así que aquí estamos las dos metidas, abrigadas la una con la otra y con perrito Chihuahua”.

En su pequeño apartamento no tienen chimenea y esta noche cenarán latas de atún.

Ha llamado por teléfono a la compañía de luz, Oncor, y una grabación le ha respondido que “estamos trabajando”, mencionó Espinoza.

Para la madre es difícil movilizarse con la niña por la silla de ruedas, y tampoco quiere arriesgarse a irse con alguna amistad que tampoco tenga luz.

“Necesito un calentador de gas”, dijo. “Mientras, estamos encerraditas no más”.

Al mal tiempo, buena cara

Varias familias de Dallas le dijeron a The Dallas Morning News que están aguantando y tratando de aprovecharlo al máximo.

Eduardo Colón, de 25 años, dijo que casi todos los fines de semana, él y su familia pasan el rato alrededor de la fogata. A veces cantan karaoke, cuentan historias de miedo o juegan a la lotería mientras están sentados alrededor del fuego.

Por eso cuando la casa de su familia en West Dallas se quedó sin electricidad el lunes, Colón y su hermano Alfredo decidieron encender una nueva fogata y sentarse alrededor, mientras la temperatura descendía. Si no piensa en el viento, dijo, el lunes podría considerarse un día hermoso.

“Estar juntos al aire libre, reír un poco y charlar un poco, es mejor que estar cubierto en tu habitación”, dijo, después de aproximadamente 12 horas sin luz