27/Apr/2024
Editoriales

Invitemos a Putin y a Biden a una carnita asada

Nos espanta saber que en un chico rato (Un momento cualquiera cargado de significación, Juan Villoro dixit) derivado de la guerra de Ucrania podría iniciarse una guerra nuclear, de consecuencias extremas para todo el planeta.

 Ese es el pago que debe realizar el hombre por sus propios adelantos científicos, pues las armas nucleares se desarrollaron durante la Guerra Fría, y estúpidamente se invirtió tantísimo dinero sólo para provocarle miedo al contrario.

 Las últimas pruebas nucleares superaron mil veces en potencia a la bomba atómica que destruyó Hiroshima, lo que de sólo pensar en esa posibilidad se nos pone la carne de gallina.

 Sin embargo, poco pensamos en eventos naturales que podrían producir efectos semejantes a los de una bomba nuclear.

 Vale comentar que en la NASA tienen escrito este dato: El 3 de marzo de 2009, pasó a sólo 70 mil kilómetros de la Tierra un meteorito que medía entre 21 y 47 metros de diámetro.

 Si esa piedrita se hubiese desviado un poco, hubiera chocado o se hubiese estrellado, mejor dicho, con la Tierra, y el impacto hubiera sido con una fuerza equivalente a mil bombas atómicas.

 Así que nada ganamos pensando negativamente, ni Putin ni Biden querrán pasar a la historia como la feroz hiena que desató una tragedia de esa magnitud.

 Además no hay necesidad de que los gigantes peleen, sólo hace falta que el universo conspire en contra de los llamados Homo Sapiens, mandándonos una piedrita de las que les apodan meteoritos.