07/May/2024
Editoriales

Un toque de clarín evitó una matanza

Mientras en Ciudad de México se fundaba el 4 de marzo de 1929 el Partido Nacional Revolucionario, al unísono tres Generales revolucionarios inconformes se levantaban en armas -Francisco Manzo y Fausto Topete en Sonora, y Jesús Aguirre en Veracruz- quien atacó la Ciudad de Monterrey. 

José Gonzalo Escobar -gente de Aguirre-, aprovechó la coyuntura cuando el general Juan Andrew Almazán, jefe de la 7ª Zona Militar, fue comisionado para perseguir precisamente a Aguirre en Veracruz, llevándose consigo a casi todo el 25º Batallón de Infantería, quedando a cargo de la defensa de la Ciudad el general Rodrigo Zuriaga Pineda, y como jefe de la guarnición el general Julio Hernández Serrano, con sólo 125 efectivos. 

Pero de Saltillo y de Torreón salieron por ferrocarril tropas hostiles rumbo a Monterrey y, como se les avisó por telégrafo que llegarían en un lapso de ocho horas, Zuriaga y Hernández Serrano empezaron a organizar la defensa de la Ciudad. 

En el cerro del Obispado apostaron algunas ametralladoras, y Zuriaga se comunicó con el Secretario de Guerra y Marina, Plutarco Elías Calles, quien andaba ocupado porque era al mismo tiempo el artífice de la fundación del PNR.

Calles le dijo que estaba girando instrucciones al general Cedillo para que moviera tropas de San Luis Potosí a Monterrey para apoyarlo, y que tropas de Tampico harían lo mismo.

En la Ciudad se levantaron barricadas con sacos de arena y de cemento en las cercanías a la Jefatura de Guarnición, cita en el cruzamiento de la avenida Pino Suárez y MM del Llano; así como afuera del Penal del estado -en Pino Suárez, Amado Nervo, Espinosa y Aramberri-.

Los atacantes que venían de Saltillo llegaron disparando a los defensores del Obispado como distractor mientras el grueso de sus tropas se reunían con las que vendrían de Torreón.

Mismas que llegaron al mediodía y avanzaron a pie hasta la estación de Ferrocarril de Cuauhtémoc y Colón, sorprendiendo al 68º Regimiento comandado por Armando Escobar que venía a apoyar la defensa, y los rebeldes apresó arriba del tren a todo el regimiento.

Copada la Ciudad, al filo de las tres de la tarde, el insurrecto José Gonzalo Escobar llamó por teléfono a Zuriaga pidiéndole una entrevista para discutir las condiciones de su rendición. 

Zuriaga, a sabiendas de que la capacidad de fuego de sus tropas era inferior, lo rechazó con elegancia y cortó la comunicación, pues esperaba durante la noche los refuerzos.

Los atacantes avanzaron por Villagrán, Cuauhtémoc, Pino Suárez, Juárez, Ruperto Martínez, y MM del Llano, llegando hasta las puertas del Penal, que era la fortaleza de los defensores. 

Pero luego de encuentros militares callejeros, a eso de las 5:30 de la tarde, llevaron al Penal herido de bala el general Zuriaga y allí murió.  

En medio de la confusión por la baja del mero jefe y la balacera en su apogeo, quedó al frente el oficial de mayor jerarquía, Julio Hernández Serrano, quien estaba apenas reorganizando la defensa, cuando alguien, sin su autorización, ordenó tocar Parlamento.

El fuego cesó y Hernández Serrano tuvo que salir a dialogar -el parlamento suspende la acción para que los contendientes conversen una posible rendición-. 

Hernández Serrano pidió que respetaran la vida de los jefes y oficiales, y ‘dispongan de mí como quieran’.

En ese momento ‘La pelotera’ cesó, sin más consecuencias porque al abrir el portón del Penal entraron los insurrectos en calidad de vencedores y tomaron de rehenes a todos los que estaban dentro del edificio llevándolos a pie hasta la estación del Ferrocarril en donde los subieron a un tren y los ‘pasearon’ toda la noche.

Para el día 5 de marzo llegaron los refuerzos y los prisioneros, que amanecieron ya a la terminal de Monterrey, estaban a salvo pues los alzados abandonaron la Ciudad.

La gente empezó a salir a la calle con cautela pero le dio seguimiento a la suerte de los alzados, por lo que en Monterrey se supo que Jesús Aguirre fue fusilado, mientras Francisco R. Manzo y Fausto Topete se exiliaron en Estados Unidos.