Querámoslo o no, las emociones siempre juegan un papel importante en la política de cualquier nación: En los buenos tiempos implícitamente y en los malos muy explícitamente. La teoría democrática recomienda que, cuando este sistema esté en plena vigencia, como sucede en el Primer Mundo, el elector debe hacer un análisis frío y "científico" de cuáles de las propuestas de los partidos políticos funcionará mejor, sobre todo en el aspecto económico, y votar por ese, ya que en esos países todos los partidos están de acuerdo en los aspectos básicos de seguridad y de derechos humanos.
En el Segundo Mundo las emociones están "controladas" y forman parte de la ideología dominante, y en el Tercer Mundo, que es el que más nos interesa, conviene examinar a fondo qué es lo que nos conviene hacer:
En primer lugar, en lo que a relaciones internacionales se refiere, siempre debemos estar examinando si en los países del Primer Mundo con los que estemos más relacionados, en el caso de México obviamente los Estados Unidos, están pasando por buenos o malos tiempos. En el presente, es claro que los EUA están pasando por muy malos tiempos ¿Por qué? Porque los avances tecnológicos han permitido la creación de empresas gigantescas, especializadas el los manejos electrónicamente programados de sus actividades, tales como Google, Amazon y Walmart, las cuales han hecho quebrar a innumerables negocios chicos y han causado el despido de millones de empleados no especializados: Todo esto ha creado un ambiente de inseguridad y desorientación. Este ambiente cargado de emociones personales y grupales, lo han aprovechado políticos demagogos con "buenas antenas", el prototipo de los cuales es Donald Trump, quienes vociferan soluciones "fáciles" pero falsas, tales como correr a los inmigrantes ilegales y revisar los tratados comerciales, con lo cual ofrece volver a crear empleos obsoletos que les fueron "usurpados".
En segundo lugar, en cuanto a política interna aquí en México, las únicas emociones "permitidas", es decir las únicas que nos llevan por el buen camino, son las emociones moralizadoras o moralizantes, es decir aquellas que se dirigen a implantar el imperio de la justicia o, en otras palabras, a buscar el bien común. Nunca serán factores sociales constructivos, aquellas emociones políticas basadas en egoísmos individuales o de grupos, clases, razas o nacionalidades determinadas.
¿Qué aplicaciones prácticas podemos sacar de estos principios para la política mexicana actual? En primer lugar cuidarnos de los "cantos de sirena" de AMLO, tan bien descritos en el artículo "Incongruencias" de Denise Dresser, pues las políticas demagógicas están siempre basadas ya sea en la mentira o en una visión falsa de la realidad: Sólo la plena verdad es siempre moralizante. Y si a mentir vamos ¿Qué diremos de la ya obsoleta manera del PRI de querer "manejar" a "las grandes mayorías" de campesinos, obreros y "el sector popular", la cual si bien tuvo alguna justificación cuando entre los años 1940 y 1970, por su capacidad para permitir un "aumento sostenido" cualitativo y cuantitativo de la sociedad mexicana, ahora, en el siglo XXI, estas grandes mentiras ya sólo llevan a la más descarada corrupción impune.
Entonces ¿A qué nos podemos atener? Pues a que los partidos "de oposición", PAN y PRD, entiendan que sólo conseguirán seguidores leales y decididos, si abandonan las "nuevas tácticas" de compra de votos, copiadas al PRI, incluyendo todas la triquiñuelas para "disponer" de los fondos públicos. Si esto falla completamente, entonces habrá que buscar a un candidato "independiente", que aunque sus probabilidades de llevar a buen puerto al "barco" nacional sean mínimas, cuando menos sería un golpe bien asestado a los políticos podridos: Díganlo si no los nuevoleoneses.
Atte.- JVG.- 12-04-17