04/May/2024
Editoriales

Las controversias en el siglo XVII

En 1698 la Ciudad comenzaba a sentir los avances como herencia del gobernador Martín de Zavala, muerto en 1664, quien consolidó instituciones y trajo capital e instrumentos de progreso. 

Las condiciones económicas de los reineros determinaban muchas cosas, buenas y malas, incluyendo las festividades de la Concepción de Ntra. Señora, su titular. 

El 11 de junio de ese mismo año hubo cambio de gobernador, saliendo Juan Pérez de Merino y entrando Juan Francisco de Vergara y Mendoza. 

Dos meses después -el 24 de agosto- el ex gobernador Pérez de Merino visitó al general Antonio Fernández Vallejo, quien vivía en la calle del Comercio y el callejón del Ojo de Agua, llamadas actualmente Morelos y Zaragoza. 

Eran buenos amigos, y como en el mes de agosto se presentan las más altas temperaturas del año, esa tarde ambos se sentaron en sendas sillas mecedoras a platicar en la banqueta, cuando pasaba por ese lugar el capitán Alonso de Treviño, alcalde de Las Salinas, y Pérez Merino se levantó a saludarle, pues su posición gubernamental que acababa de terminar le permitió hacerse de muchos amigos, y enemigos.

Los tres conversaban tranquilamente, cuando de pronto llegó a la improvisada reunión Pedro Fermín de Echeverz y Subiza -hermano de Agustín, marqués de Aguayo-, en plan rijoso y sin más explicaciones, arrojó a Pérez Merino su lenzuelo, en abierto desafío personal.

El ex – gobernador volteó a verle y tranquilamente le dijo:

_Vaya vuesamerced, señor don Pedro, que ya lo entiendo. Yo lo buscaré, continuando

la charla con el alcalde de Salinas y Fernández de Vallejo.

Echeverz y Subiza, molesto, se retiró un poco calle abajo, rumbo a la casa de Juan Esteban de Ballesteros, sólo para regresarse intempestivamente a recoger el pañuelo, pero ya con la espada desenvainada.

Entonces, el general Fernández Vallejo le dijo a Pérez Merino:

_General, vuelva la cara, que le van a matar.

De inmediato, el ex gobernador desenvainó la suya cruzándola apresuradamente con la de su agresor; y un ayudante del ex gobernador hizo lo propio, así como Alonso de Treviño también.

Coincidía que la Ciudad tenía muchos visitantes por las fiestas de la Concepción, y de inmediato llegaron curiosos a ver el pleito, pues el ruido del choque de los aceros era fuerte e inconfudible, acudiendo el alcalde de Monterrey, sargento mayor Francisco Báez de Treviño, que presenciaba la corrida de toros obligada en las festividades, en la Plaza Pública -hoy de Zaragoza- y, acompañado de alguaciles, empuñando la vara de la Real justicia impuso su autoridad deteniendo al influyeente y rijoso Echeverz y Subiza.

No se sabe el origen del pleito, y suponemos que era alguna rencilla derivada del puesto que tuvo Pérez Merino, pues en la Congregas, o encomiendas, había fortísimos intereses económicos que al gobernante correspondía intervenir para aplicar la ley respectiva dictada por el monarca.

Porque sólo es digno de su poder el que lo justifica día a día. 

 

Fuente: Mtro. Israel Cavazos Garza, Roel, junio de 1964