27/Apr/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Agosto 30 de 1915: muere en El Paso, Texas, el revolucionario Pascual Orozco Vásquez. Nació el 28 de enero de 1882 en el municipio de Guerrero, Chihuahua. Desde muy joven hizo una pequeña fortuna dedicándose a transportar metales preciosos, al grado de poseer su propia mina de oro, por lo que financió de su propio peculio los primeros movimientos armados revolucionarios, adquiriendo en 1909 en Estados Unidos armamento para la revolución que iniciaría al año siguiente.

Su liderazgo y belicosidad le dieron fama entre los mandos y tropa revolucionarios, pues fue el primero en reaccionar levantándose en armas, al Plan de San Luis lanzado por Francisco I. Madero en el que convocaba a la revolución, luego de que Porfirio Díaz se había reelegido, después de tres décadas de gobernar a México. Orozco participó activamente en la Toma de ciudad Juárez, junto a Francisco Villa, la que determinó la salida del poder de Díaz. Sin embargo, se enfrió con Madero cuando nombró a su gabinete sin considerarlo, pues él aspiraba a una posición gubernamental. Pronto se convirtió en acérrimo enemigo del presidente Madero, a quien acusaba de no cumplir con al Plan de San Luis, y se levantó en armas en marzo de 1912, terminando asociado con Victoriano Huerta, a quien había combatido y vencido en Conejos, La Cruz y Bachimba, Chihuahua por instrucciones precisamente de Madero.

Luego del golpe de estado de Huerta en 1913, Orozco lo reconoce como presidente, combate a las fuerzas constitucionalistas de Carranza, y Huerta le paga con la gubernatura de Chihuahua, pero entonces el que mandaba allí era Villa, por lo que nunca ejerció el cargo adecuadamente. A la caída de Victoriano Huerta, huyó a Estados Unidos, fue preso pero escapó y se reunió de nuevo con Huerta, pero ya todo estaba decidido. Cuando intentó robarse unos caballos, fue baleado y muerto por unos rangers en el rancho Big Ben, de El Paso, Texas. Triste final de un revolucionario con tamaños para tareas mayores, pero que no pudo controlar sus vísceras cuando la política le fue adversa y traicionó a sus correligionarios. Esta experiencia histórica debiera servirle a políticos actuales que no soportan quedarse fuera de la nómina una sola vez.