03/May/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Julio 6 de 1885: aplica en Francia con éxito Louis Pasteur la primera vacuna antirrábica. Este científico no era médico ni cirujano pero nadie ha hecho tanto en favor de la medicina y la cirugía. Pasteur nació en Dole, Alpes franceses, en 1822 en una familia pobre. El futuro sabio no se distinguió en sus estudios primarios y secundarios sino por sus cualidades de dibujante. A los 16 años su padre se esforzó para que Louis fuera a París a estudiar magisterio, pero nunca pudo acoplarse a esa ciudad y regresó a su casa. Al estudiar su bachillerato, anecdóticamente sus calificaciones en Química fueron mediocres, y no fue sino hasta 1843 que estudió profesionalmente la química en un curso impartido por el gran químico Jean Baptiste Dumas. Allí sí sobresalió de sus compañeros y al tiempo que conseguía el doctorado en Ciencias realizó su primer descubrimiento: en la cristalografía de las sales del ácido tártrico, comprobó que los tartratos, se desviaban a la derecha o izquierda sometidos a la luz polarizada, creando las bases de la futura Estereoquímica.

Ya como doctor en Ciencias, Pasteur fue nombrado en 1849 profesor suplente de química en la Facultad de Ciencias de Estrasburgo, donde conoció a la hija del rector de la Universidad, Marie Laurent, con quien contrajo matrimonio. En 1854 fue designado Decano de la Facultad de Ciencias de Lille y estudiando las fermentaciones, destruyó la creencia de los miasmas pútridos. En base al principio de las fermentaciones de Pasteur se creó la industria cervecera, la del vino y la del vinagre. Asimismo, –ya atisbando la Bacteriología– descubrió que es posible matar los microorganismos calentando el líquido que los contiene a 55º por algunos minutos, lo que ahora llamamos la pasteurización.                                             

Estudió la enfermedad de los gusanos de seda demostrando que un parásito es el causante de la enfermedad, mismo que pudo eliminarse con medidas preventivas. En 1868 sufrió una hemiplejía y ese mismo año murieron tres de sus hijas así como su padre. No se abatió y con su laboratorio de química fisiológica estudió la patología humana y veterinaria siendo el carbunco la primera enfermedad que atacó comprobando el hallazgo efectuado por Davaine algunos años antes, de que la Bacteridia carbuncosa (ahora Bacillus anthracis) era la causa de la enfermedad. Ya en descubrimientos de gérmenes, descubrió el estafilococo, el estreptococo y el neumococo, abriendo las puertas de la Bacteriología y aconsejaba la desinfección para evitar las enfermedades que ocasionan dichos gérmenes, creó la asepsia y la antisepsia, bases de la prodigiosa cirugía moderna. Investigó si los gérmenes atenuados pueden prevenir la infección virulenta, al ser inyectados previamente. La respuesta afirmativa la encontró al prevenir por medio de gérmenes atenuados las llamadas ahora vacunas: el cólera de las gallinas, el carbón de los animales y la erisipela del cerdo. Hasta que llegó su gran descubrimiento: la vacuna antirrábica. Pasteur demostró que el germen no se desarrolla en medios de cultivo bacterianos; pero lo hace fácilmente si es inyectado en el sistema nervioso del perro o del conejo. Sin embargo, necesitaba comprobarlo en el ser humano; y el 6 de Julio de 1885, Pasteur inoculó la vacuna al joven José Meister, que había sido mordido 14 veces por un perro rabioso y la experiencia tuvo éxito. José Meister sobrevivió y años después trabajó como portero del Instituto Pasteur hasta bastante avanzado el siglo XX. La fama de ese prodigio se extendió por el mundo y centenas de personas mordidas por perros rabiosos acudían a París para que Pasteur les administrara la vacuna, por conducto de su amigo el Dr. Grancher, dando un ejemplo más de ética; pues no siendo médico, Pasteur dejaba a los médicos el cuidado del ser humano, y pedía la creación de un establecimiento vacunal contra la rabia, mismo que hoy es el Instituto Pasteur. Al cumplir los 70 años de edad, en el gran anfiteatro de La Sorbona se le rindió un homenaje multitudinario al sabio que ya había sufrido una segunda hemiplejía. Cuando Pasteur se levantó para agradecer el homenaje resonó en el enorme anfiteatro el aplauso más largo, más vibrante y más espontáneo jamás escuchado que sería calificado como ‘el agradecimiento de los siglos’. Tres años después del homenaje, agotado por el intenso trabajo desplegado toda su vida y por las pérdidas familiares, el 28 de Septiembre de 1895 murió en Villeneuve l’Etang, cerca de París, este sabio noble y desinteresado que salvó y sigue salvando a miles de enfermos.