08/May/2024
Editoriales

Que ya no sueñen con un país dividido

A esta generación de mexicanos no nos había tocado vivir en un país dividido. 

Siempre han existido diferencias sociales, económicas, religiosas, políticas y hasta deportivas, pero nunca al grado que hoy las padecemos.

El discurso de hoy es estridente, agrede sin recato al adversario, olvida las formas tradicionales conciliadoras, y nadie convoca a la unidad, sino todo lo contrario, sobran voces que desde las conferencias mañaneras -hoy por hoy el programa que marca la agenda del país- se sataniza a mexicanos que antes eran considerados buenos.   

Esto apunta al lado contrario de la definición de la política, pues las luchas políticas deben sustituir a las callejeras.

Pero ahora, desde los litigios y debates políticos se provoca a luchar en el campo, en las calles, fábricas, oficinas y hasta en las familias, lo que ya nos llevó a una división siniestra.

Siglos atrás nuestra nación vivió fenómenos similares que resultaron muy costosos. Una manifestación de país dividido se dio cuando un ridículo número de soldados europeos venció al gran Imperio Azteca. Eso fue posible sólo porque la política había dividido a los pueblos indígenas y varios de ellos se sumaron con el invasor. 

En otra ocasión importante, cuando nos invadió Estados Unidos, el presidente Santa Anna se puso al frente del ejército y en 1847 salió de la ciudad de México a enfrentar a los gringos, dejando en el poder en forma interina a Valentín Gómez Farías, algo que ya había sucedido tres lustros antes, en 1833. Pero Gómez Farías tenía su propio concepto de país, que bueno o malo, era diferente al de Santa Anna, aprovechó que éste andaba peleando en el norte con el invasor para hacer cambios de fondo y de inmediato quiso intervenir los bienes de la Iglesia para financiar precisamente, la guerra de invasión norteamericana. 

Esto podría verse como algo bueno, sin embargo, no era el momento, pues México se dividiría, como sucedió. 

En la Capital se levantó un grupo amplio de jóvenes hijos de familias bien acomodadas –les decían polkos porque la polka era su música preferida en ese momento- desconociendo a Gómez Farías, con tal escándalo que Santa Anna hubo de regresar a destituir a Gómez Farías y apaciguar la Capital, pero la sociedad se dividió tanto que se dejó el camino libre al ejército norteamericano que hizo cera y pabilo con México. 

Ahora de nuevo lograron dividirnos a los mexicanos. Todos traemos en la espalda una etiqueta pública de conservadores o de chairos; de clasemedieros o aspiracionistas; de empresarios amigos o enemigos; de la nueva o de la vieja clase política; de Tigres o Rayados; de jóvenes sumisos o de los masacrados porque ‘eran drogadictos’. 

Así, no podemos enfrentar ningún peligro externo. En el caso extremo de una invasión,

no sólo de Estados Unidos sino de cualquiera otra nación poderosa ¿se imagina cuántos mexicanos se unirían a los invasores? Pareciera ser que algunos poderosos sueñan con un país cercenado, imaginando que sus ruinas se verán más hermosas que el gran edificio nacional construido con sacrificios de muchas generaciones anteriores.