Editoriales

Pio VII

Napoleón I envió a El Vaticano a uno de sus generales más fieros a fin de intimidar a Pio VII. El papa lo recibió mientras comía un poco de pescado hervido, plato único del pontífice.

Como las bravatas y voces del emisario del emperador crecían por momentos, el Santo Padre tomó su plato, se levantó en ademán de marcharse y le dijo al insoportable y violento personero: “General, a alguien que como yo sólo necesita un par de pequeños pescados al día no es fácil intimidarle, así que le sugiero que se vaya, porque no tomo postre”.