08/May/2024
Editoriales

La Invasión Norteamericana 5ª parte. La Guerra de Texas, 2ª parte

 

En los textos anteriores vimos que desde 1830 Estados Unidos quería comprar Texas  -parte del estado de Coahuila y Texas-. Al no conseguirlo desarrolló un plan para fortalecer el liderazgo del texano Esteban Austin e independizar Texas, y anexarlo a la Unión Americana. A finales de 1835 México reaccionó por conducto del presidente López de Santa Anna quien marchó desde la Capital hasta Texas, para captar en el trayecto a hombres y recursos necesarios que reforzaran el Ejército pues debía enfrentar con éxito a los texanos sublevados. Vimos cómo el ministro José María Tornel regateaba informaciones importantes a Santa Anna.

 

José Urrea se sumó al Ejército que marchaba a Texas, a pesar de que no estaba de acuerdo con el manejo militar de Santa Anna. Al llegar las maltrechas tropas a Texas ya eran sólo 3 mil hombres, pues la mitad había muerto o se había fugado en el largo trayecto. Santa Anna dividió el Ejército en tres columnas y la de Urrea que avanzaba por la costa, vapuleó a los texanos en San Patricio y El Refugio, lo que aceleró la Declaración de Independencia de Texas.   
 

Santa Anna por su parte sitió El Álamo, lo tomó y luego pasó por las armas a todos sus defensores. La fama militar de Santa Anna ponía nerviosos a los texanos, pues a pesar de la diferencia en armamento -Texas era abastecida por Estados Unidos con armas muy superiores- el Seductor de la Patria tomó Goliad y también fusiló a todos.

 

Ahora veamos lo que sucedió en la épica batalla de San Jacinto

 

El 15 de abril de 1836, un crecido Santa Anna distribuyó sus tropas por todos los rincones de Texas y él mismo, dirigiendo al cuerpo principal, persiguió a Sam 

Houston, quien rehuía la batalla. Houston era otro agente enviado por Estados Unidos a fortalecer a los colonos sajones de Texas. Nacido en Virginia, sirvió en el ejército libertador norteamericano, se convirtió en próspero esclavista y -de pronto-, General de las fuerzas libertadoras de Texas. 

 

Tras cuatro días de persecución, el 19 de abril de 1836, Santa Anna mostró una bandera llamando a guerra -de color rojo con franja blanca- y acampó en la rivera sur del Río San Jacinto junto con las tropas de su cuñado De Cos. Al ver esto Houston se retiró con sus tropas a 12 leguas del campamento del Ejército Mexicano. 

 

Donde Santa Anna se instaló era un lugar pantanoso, medio ambiente que él y una parte de su gente dominaba por ser veracruzanos, pero no así el resto del Ejército mexicano. Santa Anna mandó descansar a sus tropas y él mismo se permitió un momento de pereza al grado de que, según Urrea, perdió la ubicación de los rebeldes, y permitió que los mexicanos dejaran sus armas y pertrechos para descansar o beber. 

 

Los mitos acerca de lo sucedido en San Jacinto

Esta parte de la historia es trascendente e importante, y existen versiones diversas de lo sucedido. Algunos historiadores dicen que el general Santa Anna se había  alcoholizado; otros que le infiltraron a su carpa de campaña una guapa mulata de nombre Emily Morgan “la Rosa Amarilla de Texas” quien lo entretuvo mientras se iniciaba la batalla, y otros más, que Santa Anna prefirió tomarse una siesta pensando que se trataba de una pequeña escaramuza. Pero en lo que todos coinciden es que los soldados mexicanos estaban borrachos y desarmados. 

 

Los partes de guerra de los dos bandos coinciden en que: a las 16:30 horas unos mil 900 rebeldes texanos comandados por el general Houston, atacaron por sorpresa. Al no haber centinelas mexicanos, la caballería texana rodeó el campamento y una línea de asalto avanzó con rapidez hasta el centro del campamento.  

 

Los artilleros texanos colocaron su artillería -cañones- a doscientos metros del campamento, y con semejante capacidad de fuego destruyeron todas las defensas. Los soldados mexicanos sorprendidos y desarmados, corrieron con rumbo al pantanal, en donde se atascaron y fueron masacrados por los texanos. 

 

Los texanos triunfan rápidamente y apresan a Santa Anna

Para que los texanos obtuvieran la gran victoria bastaron sólo 18 minutos. Las pérdidas de México fueron 630 muertos, 206 heridos, 730 prisioneros; y de Texas hubo sólo 9 muertos y 30 heridos. Ante la debacle, el general Santa Anna se disfrazó de soldado raso intentando escapar, pero fue capturado, y de inmediato le colocaron grilletes en los pies, trasladándolo al Puerto de Velasco, Texas. 

 

La firma del Tratado de Velasco

Pocos días después del golpe militar se reunieron en Puerto de Velasco: el político y militar texano David G. Burnet -encargado del prisionero y gran negociador-; el presidente de México con licencia Antonio López de Santa Anna -comandante del Ejército mexicano-; el secretario del tesoro de Texas Bailey Hardeman, y el secretario de Estado interino de Texas James  Collinsworth, quienes negociaron un tratado que se firmó el 14 de marzo de 1836. 

  

Mientras, el Ejército mexicano dirigido por gente leal a Santa Anna, dejó las armas y se replegó al sur del Río Bravo en espera de la liberación de su líder. El presidente José Justo Corro, por su condición de civil, no tenía el poder de convocatoria del ejército para intentar una reconquista. Así que se concretó a enviar recursos económicos, que se aplicaron a la supervivencia del Ejército mexicano de ese lado del Río. Acaso sólo Urrea insistía en emprender un contra ataque sin importar la vida de Santa Anna. 

 

Un desesperado Santa Anna prometía todo para salvarse

Preso y asustado, Santa Anna hacía cualquier cantidad y tipo de promesas a cambio de su liberación junto con los demás prisioneros: ofreció ‘darles’ Texas, California, el Istmo de Tehuantepec, el libre comercio, la libertad de cultos, o cualquier cosa que quisieran a cambio de su vida y su libertad. Empero, fue conservado como rehén. 

 

En el Tratado de Velasco, López de Santa Anna se comprometió a:

 

_El retiro de las tropas mexicanas al sur del río Bravo del Norte o Grande, y que sus tropas no volverían a invadir Texas. 

_La devolución por parte del Ejército mexicano de todos los bienes y esclavos que habían sido confiscados durante la guerra.

 

Los texanos se comprometieron a:

_La liberación de los prisioneros de ambos bandos. 

_No atacar a las tropas mexicanas en retirada. 

_El envío del general Santa Anna al puerto de Veracruz cuando el gobierno de Texas lo creyera conveniente. 


El desprestigio de Santa Anna

En México corrió la noticia de la estrepitosa derrota. Los recientes mensajes triunfales  de Santa Anna, así como su popularidad se desplomaron pues trascendió que en el Tratado de Velasco canjeaba su libertad por una porción de territorio. Un trato en esas condiciones no era prestigioso ni había nobleza; su nombradía rodó por los suelos. 

 

La defensa legal de México

La respuesta del Congreso Mexicano fue -desde luego- negar la validez del Tratado de Velasco, pues la Constitución de Las Siete Leyes no contemplaban una división territorial, y la dejaba en suspenso para una hipotética “Octava Ley”: 

 

Sexta Ley. Artículo 1.- La República se dividirá en Departamentos, conforme a la octava de las bases orgánicas. Los Departamentos se dividirán en distritos y éstos en partidos. 
 

Es decir que la nueva Carta Magna conocida como Las Siete Leyes no decía nada sobre Texas o las provincias rebeldes. Y lejos, en el rancho Orazimba de Texas, Santa Anna dormía preso con grilletes, temeroso de que en cualquier momento lo lincharan en la plaza por las masacres del Álamo y de Goliad, o bien que le juzgaran y fusilaran. 

 

Nadie sabe para quien trabaja

En Ciudad de México, Anastacio Bustamante el realista, iturbidista, y vicepresidente que se alzó contra el presidente Vicente Guerrero y que había sido derrocado por Santa Anna, ganaba la presidencia bajo las Siete Leyes para un periodo de ocho años, lo que Santa Anna había soñado, luchado y conspirado para él desde 1823. 
 

El gobierno de México no reclamó la liberación de Santa Anna, pero no se podía ocultar que se trataba de un prisionero grande y poderoso para la novel República de Texas, y su presidente Sam Houston temía un intento de rescate o una fuga novelesca. 

Cuando el presidente de Estados Unidos, Andrew Jackson se enteró que el timorato de Houston planeaba fusilarlo -a Santa Anna-, le escribió diciendo que “nada podría empañar más el carácter de Texas que un acto de esa naturaleza”. 

 

Jackson ningunea a Santa Anna

Santa Anna -que iba a todas por su condición de reo- escribía a Jackson prometiéndole paz y reconocimiento de parte del Gobierno mexicano a la República de Texas. Hasta que el 4 de septiembre de 1836 por fin Jackson contestó a Santa Ana ninguneándolo desde el inicio de la misiva diciéndole: “su poder terminó con su captura“. 

 

Un Decreto del Congreso Mexicano mueve el tapete a Houston

Cuando en México parecía olvidarse el problema de Texas, a finales de 1836 el Congreso mexicano emitió el siguiente decreto: 

 

Art.- 1º El territorio mexicano se divide en tantos Departamentos cuantos eran los Estados, con las variaciones siguientes. 

2. El que era Estado de Coahuila y Tejas, se divide en dos Departamentos, cada uno con su respectivo territorio. Nuevo-México será Departamento. Las Californias Alta y Baja serán un Departamento. Aguascalientes será Departamento con el territorio que hoy tiene. El Territorio de Colima se agrega al Departamento de Michoacán. El Territorio de Tlaxcala se agrega al Departamento de México. La capital del Departamento de México es la ciudad de este nombre. 

3. El gobernador y junta departamental de Coahuila, ejercerán sus funciones solamente en el Departamento de este nombre. 

4. Cuando se restablezca el orden en el Departamento de Tejas, el gobierno dictará todas las providencias necesarias á la organización de sus autoridades, fijando su capital en el lugar que considere más oportuno 

 

Este Decreto hizo creer a Houston que el gobierno mexicano intentaría una reconquista, y tanto los colonos como los voluntarios -a quienes se les prometieron tierras y esclavos- lo que querían era irse a trabajar sus tierras y no vivir en un estado permanente de guerra, por lo que Houston decidió enviar a Santa Anna a Washington. 
 

Reunión “bilateral” entre Jackson y Santa Anna

A fines de diciembre Santa Anna ya iba con grilletes en los pies en un vapor con rumbo al norte por el Río Mississippi. La embarcación tomó el Río Ohio y, en medio de una nevada, 17 de enero de 1837, Antonio López de Santa Anna llegó a Washington. 

 

La sorpresa fue que en la capital estadounidense pasó de ser prisionero a invitado. Le llevaron con un sastre para que lo vistiera adecuadamente, le dieron una recepción como jefe de Estado, comida y un banquete, se le asistió en la Casa Blanca y después sostuvo una reunión con el presidente Jackson; hasta aquí las versiones coinciden. 
 

La negociación entre Santa Anna y Jackson

Pero lo que sucedió entre Santa Anna y Jackson tiene varias versiones: El veracruzano dijo que Jackson le ofreció 5 millones de dólares como reparación por la pérdida de Texas, y que él contestó que era el Congreso quién debía resolver. 

 

Por su parte, Jackson afirma que Santa Anna fue quien le pidió una “justa consideración” a cambio de no volver a hacer reclamos sobre Texas. En esta versión, Jackson le respondió que no habría negociaciones pecuniarias hasta que no se reconociera la independencia de Texas. 

 

Además Santa Anna aseguró que Jackson le prometió 31 y medio millones de dólares a cambio de que la frontera se moviera al Río Grande y se cediera la parte norte de California, cosas que -según Santa Anna dijo- estaban fuera de su influencia. Y asegura que Jackson le pidió ayuda para lograr ese movimiento territorial. 

 

Libera Jackson a Santa Anna

En un marco de indefinidas promesas y corteses halagos terminó la entrevista. Jackson proveyó lo necesario para que Antonio López de Santana tomara un buque de guerra rumbo a Veracruz. 

 

De ahí en adelante, los siguientes gobernantes incluían en sus discursos recurrentes baladronadas de que recuperarían Texas, pero nada se hacía, pues en realidad la Batalla de San Jacinto significó la derrota del Ejército mexicano y la pérdida de Texas. 

 

La República de Texas

Texas pronto despuntó como una potencia productora de algodón; pues al ser una república esclavista, la mano de obra barata le daba ventaja sobre las otras naciones. 

 

Por su parte, México trató de preparar una reconquista pero los grandes militares y políticos estaban muy ocupados dándose mutuamente cuartelazos, golpes de estado, movimientos separatistas, la “Guerra de los Pasteles” y muchos, muchísimos cambios de gobernantes, y una nueva Constitución… esos diez años desperdiciados propiciaron la Invasión Norteamericana. 

 Continuará…
 

FUENTE 

México a través de los Siglos, Vicente Riva Palacio, Editorial Cumbres  

Historia de México, Lucas Alamán, FCE  

Revista Política de las Diversas administraciones que la República mexicana ha tenido hasta 1837, FCE  

Memorias para la historia de la Guerra de Texas, Vicente Filisola, FCE.  

Sociedad Histórica de Dallas / Republic of Texas Press  

Matthew Brady / Wikimedia Commons / Administración Nacional de Archivos y Registros  

Santa Anna el hombre, José Fuentes Mares, editorial Grijalbo 1982 

The diploma y of annexation, Texas, Oregón and the mexican wacho, David M. pletcher, University of Missouri presos, 1975. 

The lifestyle of Andrew Jackson, Archon Books, 1967.