18/Apr/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Noviembre 1º de 1838: la Guerra de los Pasteles. El contralmirante francés Budin presenta la documentación que acredita sus facultades para negociar las reclamaciones por daños a ciudadanos franceses, lo que devino pronto en la llamada Guerra de los Pasteles. Estos supuestos daños eran pretexto para justificar el intento napoleónico de intervenir en Hispanoamérica, pues en el caso de México, el “daño” más importante era una reclamación por 60 mil pesos de un señor francés propietario de un restaurante en Tacubaya, quien decía que unos soldados de Santa Anna habían consumido pasteles y no los habían pagado. Sin embargo, se intentó llegar a un acuerdo con una ronda de negociaciones.

   El 14 de noviembre de 1838, Luis Gonzaga Cuevas se trasladó a Jalapa, Veracruz, con la representación de nuestro país, pues el presidente Anastacio Bustamente le confirió esa facultad como ministro plenipotenciario de México para tales componendas. Durante dos semanas se trenzaron ambos representantes en discusiones hasta que de plano desesperó Baudin y dió instrucciones a sus tropas de bombardear el Fuerte de San Juan de Ulúa. Así lo hicieron durante el resto del día y toda la noche hasta que en la mañana siguiente se capitula la plaza. Esta noticia llegó a la capital mexicana, y el gobierno declaró la guerra a Francia, surgiendo manifestaciones populares en las afueras del Congreso Federal, mientras deliberaban los legisladores al respecto, el pueblo se agolpó en las galerías y hubo gritos amenazantes contra los franceses.

  El Congreso no aceptó la capitulación de San Juan de Ulúa (estaba fresco el tema del conflicto de Texas 1836) y nombró a Santa Anna comandante general de Veracruz, quien, a su vez, convocó a Mariano Arista para que se sumara a esta causa militar. Así se escaló bélicamente el conflicto por lo que los franceses reaccionaron atacando el 5 de diciembre al puerto de Veracruz, causando graves daños a las instalaciones militares y, entre otros quebrantos, Arista fue prendido por los franceses y Santa Anna –en una de sus osadas acciones militares- pretendió sorprender al enemigo cuando se replegaba pero fue descubierta su estrategia y lo enfrentaron los europeos, cayendo gravemente herido en la pierna izquierda, por lo que se debe amputar esa extremidad, algo que posteriormente sería su mérito político mayor, aunado al ofrecimiento de donar sus propiedades para defender al país.

  Vista la incapacidad momentánea de Santa Anna, el Congreso nombró el 8 de diciembre ahora al presidente Bustamante, jefe del ejército para defender a México de la invasión francesa, y dos días después renunció todo el gabinete. El 14 de diciembre hubo una gran manifestación popular en la capital exigiendo que se reinstalara el sistema federal, marchando al convento de Santo Domingo para liberar a los liberales Valentín Gómez Farías y a José María Alpuche. Cinco días después, el Congreso nombró al ex presidente Guadalupe Victoria para que asistiera militarmente a Santa Anna, quien ya recuperado de sus heridas defendió Veracruz de las embestidas del ejército francés.

  Pronto se firmaría un acuerdo de paz en donde México aceptó pagar a Francia 600 mil pesos por concepto de “indemnización” de los daños causados a sus connacionales, pero en el fondo subyacía la ambición de documentar una deuda para posteriormente regresar a cobrarla con otra invasión, que a su vez tendría el deseo de instalar una monarquía con Maximiliano de Habsburgo al frente. La historia no registra a algún extranjero que se haya acercado a México sin la intención de quedarse con riquezas nacionales. Esas referencias son las que nos hacen sospechar de los modernos inversionistas extranjeros que vienen a instalar sus grandes industrias pues pronto se encariñan con lo nuestro.