26/Apr/2024
Editoriales

Julio 6 de 1885: Louis Pasteur aplica con éxito en Francia la primera vacuna antirrábica.

Julio 6 de 1885: Louis Pasteur aplica con éxito en Francia la primera vacuna antirrábica. Louis Pasteur no fue médico ni cirujano pero nadie ha hecho tanto en favor de la medicina y la cirugí­a, dijo del sabio Henri Mondor. Pasteur nace en Dole, Alpes franceses, el 27 de diciembre de 1822 en una familia pobre.

El futuro sabio no se distinguió en sus estudios primarios y secundarios sino por sus cualidades de dibujante. A los 16 años su padre se esfuerza para que se vaya a Parí­s a estudiar magisterio, pero el joven Louis no se acopla a esa ciudad y regresa. Luego lo enví­an a Bezancon y termina bachillerato. Anecdóticamente su nota en Quí­mica fue muy mediocre.

Estudia profesionalmente quí­mica de 1843 a 44 en un curso que daba el gran quí­mico Jean Baptiste Dumas, se aplica y es nombrado ayudante de Fí­sica al tiempo que consigue el doctorado en Ciencias realizando su primer descubrimiento: en la cristalografí­a de las sales del ácido tártrico, los tartratos, comprueba que se desviaban a la derecha o izquierda sometidos a la luz polarizada, creando las bases de la futura Estereoquí­mica.

Ya como doctor en Ciencias, Pasteur es nombrado en 1849 profesor suplente de quí­mica en la Facultad de Ciencias de Estrasburgo, donde conoce a la hija del rector de la Universidad, Marie Laurent, con quien contrae matrimonio. En 1854 es designado Decano de la Facultad de Ciencias de Lille y estudiando las fermentaciones, destruye la creencia de los miasmas pútridos. En base al principio de las fermentaciones de Pasteur se crea la industria cervecera, la del vino y la del vinagre.

Asimismo, –ya atisbando la Bacteriologí­a– descubre que es posible matar los microorganismos calentando el lí­quido que los contiene a 55º por algunos minutos, lo que ahora llamamos la pasteurización. Estudia la enfermedad de los gusanos de seda demostrando que un parásito es el causante de la enfermedad, misma que llega a ser eliminada gracias a medidas preventivas. En 1868 sufre una hemiplejia y ese mismo año mueren tres de sus hijas así­ como su viejo padre.

No se abate y al frente de un laboratorio de quí­mica fisiológica ingresa al estudio de la patologí­a humana y veterinaria siendo el carbunco la primera enfermedad que ataca comprobando el hallazgo efectuado por Davaine algunos años antes, de que la Bacteridia carbuncosa (ahora Bacillus anthracis) era la causa de la enfermedad. Ya en descubrimientos de gérmenes, descubre el estafilococo, el estreptococo y el neumococo, abriendo las puertas de la Bacteriologí­a y como aconseja la desinfección para evitar las enfermedades que ocasionan dichos gérmenes, crea la asepsia y la antisepsia, bases de la prodigiosa cirugí­a moderna. Ingresa al terreno de la profilaxis e investiga si los gérmenes atenuados pueden prevenir la infección virulenta, al ser inyectados previamente.

La respuesta afirmativa la encuentra al prevenir por medio de gérmenes atenuados las llamadas ahora vacunas: el cólera de las gallinas, el carbón de los animales y la erisipela del cerdo. Hasta que llega su descubrimiento trascendental: la vacuna antirrábica. Pasteur comprueba que el germen no se desarrolla en medios de cultivo bacterianos; pero lo hace fácilmente si es inyectado en el sistema nervioso del perro o del conejo. Pero necesitaba la comprobación en el ser humano; y el 6 de Julio de 1885, Pasteur inocula la vacuna al joven José Meister, que habí­a sido mordido 14 veces por un perro rabioso y la experiencia tuvo éxito.

José Meister sobrevivió y años después trabajó como portero del Instituto Pasteur hasta bastante avanzado el siglo XX. La fama de ese prodigio se extendió por el mundo y centenas de personas mordidas por perros rabiosos acudí­an a Parí­s para que Pasteur les administrara la vacuna, por conducto de su amigo el Dr. Grancher, dando un ejemplo más de ética; pues no siendo médico, Pasteur dejaba a los médicos el cuidado del ser humano. Pasteur pedí­a la creación de un establecimiento vacunal contra la rabia, mismo que hoy es el Instituto Pasteur.

Al cumplir los 70 años en el gran anfiteatro de La Sorbona se le rinde un homenaje multitudinario al sabio que ya habí­a sufrido una segunda hemiplejí­a. Cuando Pasteur se levantó para agradecer el homenaje resonó en el enorme anfiteatro el aplauso más largo, más vibrante y más espontáneo jamás escuchado que serí­a calificado como «el agradecimiento de los siglos». Tres años después del homenaje, agotado por el intenso trabajo desplegado toda su vida y por las pérdidas familiares, el 28 de Septiembre de 1895 muere en Villeneuve l'Etang, cerca de Parí­s, este sabio noble y desinteresado que salvó y sigue salvando a miles de enfermos.