Preguntaban al físico judío Albert Einstein cómo se las arreglaba con tantas nacionalidades tal como se le adjudicaban: suizo, alemán, estadounidense.

El sabio contestó: _mire usted, las cosas son así: todos se disputan ser la patria del hombre que triunfa, pero si mis teorías hubiesen resultado fallidas todo hubiera sido diferente. Los suizos dirían que Einstein es un alemán, los norteamericanos hablarían de mí como si fuera un científico suizo, y los alemanes dirían que yo no era sino judío; todos escurrirían el bulto, como es natural.