06/May/2024
Editoriales

La longevidad

Nos horroriza el deterioro del organismo al paso del tiempo. Pero nos tranquiliza pensar que la otra alternativa para enfrentar la vejez no es aceptable; todos queremos vivir, más y en las mejores condiciones posibles.

Existen factores determinantes de longevidad como la genética, la salud, el estrés y la alimentación; aunque enfermedades como el cáncer y las que se convierten en pandemias modifican las reglas. 

Que Matusalén haya durado 969 años según el Antiguo Testamento, es tema controversial entre los teócratas. Pero hay ejemplos como el de Thomas Parr, inglés nacido en el año de 1483 y muerto el 14 de noviembre de 1635, que vivió 152 años. Según decía él mismo, su longevidad se debía a su dieta de queso descremado, leche, pan duro, suero de leche agria… y licor. Casó a los 80 años de vida procreando dos hijos que murieron a causa de enfermedades gastrointestinales, y a los cien años tuvo otro hijo. A los 122 -en segundas nupcias- fue retratado por Rubens y por Van Dyck. 

En el año 1635 fue llevado ante el rey Carlos I, quien buscaba el secreto de la eterna juventud. Cuestionado, Parr contestó que él no había tenido relaciones sexuales hasta los 80 años y al rey dejó de interesarle el tema. Pero la curiosidad de la Corte hizo sentirse a Parr un fenómeno, cambiándole hasta su régimen alimentario, y finalmente murió. El doctor William Harvey –descubridor de la circulación de la sangre- hizo su autopsia, concluyendo que falleció “de muerte natural”. 

Parr es un nombre que transita entre el mito y la historia y se aplica ahora a las cosas viejas.

Pero la esperanza de vida universal descendió en 1800 hasta los 40 años. hasta que la vacuna de la viruela en 1796, la penicilina en 1928 y las redes de drenaje sanitario, la han elevado progresivamente. Personas mayores a 60 años, hay mil 200 millones, y el 21% supera los 90 -“ancianos con bienestar”- los califica el Instituto Einstein. Los Centenarios son gente de envejecimiento lento, que retarda -o escapa a- enfermedades asociadas a la vejez, como cáncer, trastornos cerebro-vasculares, enfermedades cardíacas, diabetes, y Alzheimer. Existe un Centenario por cada 10 mil personas en los países desarrollados.

Las personas Centenarias

Los Centenarios no sufren de sobre peso, no fuman, sus cerebros –memoria y concentración- son mayores que el promedio, y más de la mitad tienen parientes directos longevos. Las mujeres parturientas después de los 40 años, tienen cuatro veces más posibilidades de vivir cien años (Dr. Perls, Universidad de París). Los humanos comunes mueren antes de los 80 años, y viven sus últimos 19 tomando medicamentos bajo supervisión médica. Mientras los “Ancianos con bienestar” Centenarios, sólo pasan 9 años medicados.

La expectativa de vida en China  -en dos décadas- creció de 68 a 73 años, y ahora está en 77 años. En México ronda los 76 años; en Estados Unidos es de 79 años, y en casi todos los países europeos está por encima de los 81 años. Mientras en Salvador, Guatemala, y Bolivia se tiene una expectativa de vida menor a los 72 años, y en África subsahariana, por debajo de los 60 años.

La genética y la medicina influyen en la longevidad, pero también la alimentación, y el talante alegre de las personas. Superada la contaminación de alimentos por descomposición con la refrigeración y los sistemas de conservación, han disminuido las enfermedades gastrointestinales, pero han aumentado las cancerosas, por los conservadores. 

El volumen de ingesta algo tiene qué ver con la longevidad. En Asia (60% de la población) se consume el 47% de los alimentos del mundo y su expectativa de vida es 74 años. África, (14% de la población), consume sólo el 10% de los alimentos, con expectativa de vida de 52 años. América, (14% de la población), consume el 24% de los alimentos con 77 años. Europa (11% de la población) consume el 18%, con expectativa de vida de 81 años. Y Oceanía (0,5% de la población) consume el 1%, con 78 años de expectativa de vida.

Es decir, en Oceanía se come más que en Europa y América; en Asia y África se come menos que en los demás continentes, pero Europa sigue teniendo más esperanzas de vida que los demás, seguido de América y Oceanía. O sea que comer más no es requisito sine qua non para vivir más.

El factor anímico es importante, pues un talante negativo propicia enfermedades y el estrés golpea al sistema nervioso. Los alimentos consumidos deben contener la menor cantidad posible de conservadores, que detonan enfermedades graves como el cáncer. En resumen para aspirar a ser centenario se debe cuidar tanto la ingesta de alimentación sana como el buen ánimo que propicia la alegría, misma que se encuentra dentro de uno mismo.