Siempre he necesitado de silencio para concentrarme y recordar datos o palabras. Cuando estudio no puedo aprender oyendo música cantada, y menos si sé de memoria la letra, pues mi mente es divagante, pero en un solo rubro. Sí tengo varios pensamientos al unísono, pero del mismo tema o frecuencia; como en el ajedrez, con variantes posibles de las jugadas para posicionar a una pieza, sea en defensa o en el ataque. Pero jugar ajedrez escuchando una canción conocida, es un lujo que sólo pueden darse las mentes privilegiadas.

El silencio es muy valioso y lo propicia la soledad. Si escudriñamos nuestro interior en búsqueda de algo que está sepultado por las páginas del calendario, se debe hacer en silencio, y a solas. 

En estos difíciles días muchos estamos en soledad para contener una pandemia que azota al mundo. Esto desde luego que no es estrategia nueva; la humanidad se ha protegido de estos males confinando a los contagiados y evitando las reuniones masivas. Circula ahora en redes un aviso de la oficina de salubridad de Puebla en el año 1918 recomendando a la población que se abstenga de asistir a lugares de reunión, cines, teatros o iglesias, evitando contacto con enfermos de gripe. Recomienda también un lavado cuidadoso de manos con agua y jabón; secarlas y frotarlas durante algunos minutos con un lienzo de algodón empapado de alcohol, y beber zumo de limón con agua o infusiones aromáticas ¿No es acaso la misma receta de hoy? 

Los nuevoleoneses sufrimos también esa pandemia de fiebre española de 1918, y aquí se pagó con 5 mil vidas humanas, por no querer parar las actividades productivas. Ya debimos aprender que hay que sacrificar algo para regresar sanos a trabajar.

Aunque somos seres gregarios, al final todos estamos solos. No se trata de convertirnos en ermitaños, pero esta temporada en aislamiento puede resultar favorable porque brotarán nuevos artistas y poetas. La soledad no se mide por la distancia física entre una persona y otra, sino en la conexión mental que haya entrambas.